El amor de pareja es una emoción multifacética, la que muchas veces, aunque no lo parezca, está asociada a cambios fisiológicos en nuestro interior. Entonces, atendiendo a ello, antes de empezar con el contenido de este artículo, quiero aclarar de que no se trata de que los distintos mecanismos químicos mencionados “sean” o “causen” el amor o la emoción que sentimos, sino que están estrechamente asociados a ello, o sea, hay una correlación estrecha. Puede que uno cause lo otro o viceversa, pero eso ya es tema de otro artículo. Lo importante, es no “mecanizar” algo que trasciende vastamente lo mecanicista. ¡Ahora si, vamos al grano!
La antropóloga Helen Fisher plantea que el amor posee tres etapas fundamentales: lujuria, atracción y unión, seguidas a veces de una cuarta etapa, de desunión, que llevaría al quiebre de la pareja.
1. Lujuria
En una primera etapa, se siente un fuerte impulso sexual, que en general se sublima como una necesidad de buscar a otra persona, de no estar solos, de tener una compañía. Se está “en el mercado”, “disponible” o como le queramos llamar. Una vez que encontramos a alguien que nos corresponda, esta etapa dura algunas horas como fase de excitación sexual evidente, y como fase de una relación de pareja, dura a lo más algunos meses (quizás de ahí viene ese dicho bastante cínico que reza: “el amor eterno dura seis meses”).
En esta etapa, el nivel de algunos neurotransmisores se eleva (en particular la dopamina y noradrenalina) y el nivel de la serotonina desciende. Resulta que la serotonina es un estabilizador del humor y además, a esto se suma el descenso de la actividad en el lóbulo frontal del cerebro, que se relaciona con el razonamiento lógico… quizás por eso se dice que el amor es ciego (¡y sordo!).
Al estar en esta etapa, además, se activan varios mecanismos fisiológicos al encontrar a una persona deseable o atractiva. Es como si sonara una alerta invisible en nuestro cuerpo y ocurren una serie de rápidos procesos: el corazón late con más intensidad, en la sangre aumentan los glóbulos rojos, sube la presión arterial y se liberan grasas y azúcares que aumentan la capacidad muscular. O sea, más o menos esto:
(Woody Allen tiene una perspectiva un poco diferente sobre lo mismo).
Además, aumenta la producción de adrenalina, testosterona, estrógeno y progesterona. Esto produce no sólo un incremento del deseo sexual, sino también alteraciones en el estado de ánimo, que consisten básicamente en una sensación de bienestar, de gran optimismo y proclividad a soñar despiertos.
Sin embargo, cuando el hipotálamo tiene algún problema, esto se puede expresar a través de ansiedad, obsesión y comportamientos irracionales (o sea, el o la ex de muchos de nuestros lectores). Todo ello es un adelanto de la fase siguiente.
2. Atracción o amor romántico
A medida que pasa el tiempo, otras áreas cerebrales comienzan a activarse paulatinamente, superponiéndose a aquellas activas durante el período anterior. En la etapa anterior, el impulso no estaba limitado a una sola persona, pero a medida que pasa el tiempo, comenzamos a fijarnos sólo en una.
Porque como especie, somos esencialmente monógamos. En el 99.5% de 853 culturas estudiadas por los antropólogos, las mujeres se casan con un solo hombre (monandria). Y aunque en el 44% de esas culturas se permite la poliginia, o sea el casamiento de un hombre con muchas mujeres, sólo en el 10% de esos casos, el hombre hace efectiva esa posibilidad (o sea, aproximadamente en un 4% de los casos totales). Incluso en las sociedades donde es muy común, sólo un 25% de los hombres tienen efectivamente varias esposas. En la práctica, la monogamia es la modalidad predominante entre los seres humanos. Otra cosa muuuuy distinta, es que haya quienes nunca salen de la etapa de la atracción sexual y anden “probando” por aquí y por allá. Y se vuelve sumamente complejo y a veces dramático, cuando una mitad de la pareja pasa a las etapas siguientes (Amor Romántico, Amor Maduro) y la otra nunca sale realmente de la primera etapa de atracción sexual.
Pues bien, en esta etapa del amor romántico, surge la clásica sensación de “borrachera de amor”, donde uno anda “como tontito” por el otro. O sea, se desarrolla un pensamiento fijo en la otra persona. Esto ocurre porque se activa en el cerebro el llamado “circuito del amor”, que incluye al sistema de recompensas y al centro de placer del cerebro, y esto a su vez, corresponde a las partes más antiguas del encéfalo, las que tienen que ver con las conductas de supervivencia: alimentarse, ingerir líquidos, reproducirse, estar protegidos. Por lo tanto, durante el amor romántico, el estar con la pareja se siente como una profunda necesidad vital.
Desde un punto de vista bioquímico, lo que pasa es que al enamorarse, el cerebro se inunda de un neurotransmisor llamado fenitetilamina (y que también está en el chocolate). Esta sustancia provoca la generación de dopamina en nuestro cerebro, cuyo efecto es que la atención se fije en un solo objeto, en este caso, en nuestra pareja. Además, causa falta de sueño, disminución del apetito, dilatación de las pupilas, euforia y otros síntomas comúnmente asociados al sentirnos enamorados. Asimismo, se mantienen elevados los niveles de noradrenalina, que tiene un efecto muy parecido a la dopamina, y además, la serotonina sigue con un nivel bajo, lo que hace que entremos en ciclos de pensamientos repetitivos, reforzando esta obsesión por la otra persona.
Sin embargo, según varios estudios, esto dura sólo de uno a tres años. Si no se es capaz de evolucionar a la etapa siguiente, generalmente la pareja termina separándose. Es por ello que estadísticamente, la mayor parte de los divorcios ocurren alrededor del cuarto año de matrimonio. ¡Así que mucho ojo!
Además, hay una posibilidad mucho mayor de que esto ocurra entre los 25 y los 29 años. En efecto, alrededor del 75% de los divorcios lo protagonizan personas menores de 40 años. Y mientras más hijos tiene la pareja, más difícil es que ocurra el divorcio. De hecho, cerca del 40% de los divorcios es entre parejas sin hijos. Pero no hay que desanimarse por eso! Después de todo, ¡el 80% de quienes se divorcian, se vuelven a casar de nuevo! (¡Casi siempre con otras personas!)
Etapas del amor, explicadas por RNW media.
3. Unión o amor maduro
Sin embargo, si la pareja logra superar esa etapa, alcanza la bella fase de la unión o amor maduro. Aquí ya comienzan a disminuir los niveles de dopamina, por lo que se relaja esa “obsesión”, y las áreas del cerebro afectadas empiezan a cambiar. Ya no se activan tanto las áreas de recompensa del cerebro, sino aquellas relacionadas con la seguridad y la calma.
Los neurotransmisores que empiezan a predominar son la oxitocina y la vasopresina, los que están relacionados y tienen efectos muy parecidos. De ambos, la oxitocina es el más conocido, pues está asociada a los sentimientos de confianza, generosidad y empatía, y que es el mismo producido durante el parto y que se asocia al inmenso vínculo entre madre e hijo. Otro momento en que esta sustancia es producida, es en el orgasmo. Y esa es una de las razones por la que muchas veces, la anorgasmia (o sea, la carencia de orgasmo), puede llevar a que una relación de pareja se desnaturalice y pierda vigor. Y aunque las mujeres segregan más oxitocina que vasopresina, y los hombres todo lo contrario, los efectos en la práctica son similares: se produce una valoración más profunda del otro, hay una unión con el otro desde un punto de vista emocional y la agitación del comienzo, da lugar a una calma y paz profunda, donde el otro se convierte en un punto de apoyo y de descanso. Predomina el apego, la ternura, el afecto profundo. Asimismo, se liberan endorfinas, lo que produce una sensación de tranquila satisfacción, seguridad y bienestar. El amor alcanza, entonces, otro nivel.
Esta etapa dura como mínimo diez años, y luego, lo que ocurre algunas veces es que se reinicia el ciclo. Lo ideal, es reiniciarlo con nuestra pareja.
Sin embargo, si no se ha producido esta unión, esta cristalización emocional, para el momento que empiezan a descender los niveles de las sustancias que provocan el enamoramiento, entonces la pareja puede que se vea en grandes dificultades. Pues al desplomarse tanto la líbido, como la obsesión por el otro, no se tendrá donde apoyar la relación, la que se puede volver vacía y rutinaria, sin sentido. Esto lleva a un cuarto período que muchas veces se extiende largamente, y que consiste en un enfriamiento definitivo de la relación, debido a que la pareja ya no posee una motivación profunda que la haga proseguir. ¡Pero esto es perfectamente evitable!
Ted Talk: Helen Fisher, El cerebro enamorado. Una excelente explicación del tema que trata este artículo.
Para que esto no ocurra, y tengamos unas largas y bellísimas relaciones de pareja (a menos que quieran otra cosa, obvio, campeones), les dejamos algunos consejos respaldados por estudios científicos, aunque personalmente creo que deberían ser obvios para quienes tengan un mínimo de empatía en su espíritu. De hecho, probablemente aplicar estas técnicas sin realmente "sentirlas", no tiene sentido. Sin duda son actitudes que se pueden practicar y desarrollar, pero el impulso de hacerlo debe surgir desde nuestro deseo de hacer feliz a nuestra pareja.
Di “Gracias” y “Nosotros”
De acuerdo a un estudio del año 2009, las parejas que utilizan las palabras “nosotros” y “nuestro” al tener una discusión, tienden a tratarse con más cariño, y manifiestan menos estrés e ira durante sus desavenencias. Lo contrario ocurre al utilizar “yo”, “mi”, “mío”, lo que en principio puede incluso significar insatisfacción con la relación.
Además, según un estudio desarrollado por la Universidad de Arizona entre 1990 y 2007, las parejas que suelen agradecer lo que hace el otro, tienen mucho menos resentimiento guardado, que aquellas que se conforman con decir “pero si mi pareja lo sabe”.
Lava los platos, saca la basura
Ese mismo estudio, señala que si la carga de trabajo casero recae en sólo uno de los integrantes de la relación, el resentimiento aumenta y disminuye la satisfacción dentro de la pareja. Por lo tanto, ¡es recomendable dividir equitativamente las tareas! ¡Levanten el trasero!
Trabajen en la relación
Una relación exitosa no cae del cielo. Según un estudio que abarcó a 3 mil parejas, una clave para mantener una relación larga, es dedicar tiempo a la relación y preocuparse realmente por el otro, lo que permite que llegado el momento de las desavenencias, puedan resolverlas de manera suave y eficaz.
Apliquen la “proporción mágica”
¿Qué es eso? Según el Dr. en Psicología John Gottman, las parejas de “larga duración”, establecen una relación de 5:1 entre interacciones positivas y negativas. En otras palabras, por cada expresión negativa hacia su pareja, dicen cinco cosas positivas de ella.
¡Salgan!
Según los estudios del Dr. en Psicología Arthur Aron, el participar en actividades nuevas, incrementa la calidad de la relación. De lo contrario, se puede generar una inercia que conduce al hastío y a la sensación de estancamiento, lo que a su vez lleva a muchas rupturas. Asimismo, las experiencias novedosas estimulan la producción de dopamina, que es justamente lo que produce la sensación de “enamoramiento” al comienzo de la relación.
Por lo tanto… ¡no se queden encerrados! ¡Salgan, paseen, disfruten! ¡Hagan cosas nuevas!
No se alejen de sus amigos
De acuerdo a la investigadora Stephanie Coontz, no es conveniente abandonar todas las amistades y dejar que todo el peso de las relaciones interpersonales y de amistad caiga sobre nuestra pareja. Tampoco se trata de andar “jaraneando por la vida”, sino más bien de tener un grupo cercano y sólido de amistades, en quienes se pueda confiar y con quienes se pueda hablar de temas diferentes a los que se tocan con nuestra pareja.
Experimenten con su sexualidad
Hay abundante literatura respecto a que la satisfacción sexual promueve la estabilidad de las parejas, lo que tampoco es tan novedoso. Ahora bien, según un estudio del 2011, el probar nuevas posiciones y lugares para hacer el amor, incrementa la satisfacción sexual, lo que refuerza indirectamente en la estabilidad de la relación. Por supuesto, esto puede ir también acompañado de un autoconocimiento del propio cuerpo y de lo que nos gusta o no, al momento de estar con nuestra pareja.
¡Pongan atención!
Si se olvidan del nombre de su suegra, del nombre del mejor amigo o amiga, del regalo que les dijo que le gustaba para su cumpleaños… ¡están mal! ¡Muy mal! Me parece que no es necesario un estudio para demostrar que esto es malo para la relación, pero sí se ha hecho (está aquí) y nos dice que olvidarnos en forma sistemática de lo que nos dice nuestra pareja, o sea, no ponerle nunca atención, incrementa su desagrado e insatisfacción hacia la relación que tiene con nosotros. Así que la conclusión es obvia, hay que poner atención a los detalles. ¡No hay que ser un viejo lobo de mar para saberlo!