Las fobias se encuentran entre una de las causas comunes de consulta psicológica, ya que impiden o dificultan llevar una vida normal, generan abundante malestar emocional en la persona que las padece, y generan tensión en la interacción cotidiana (familia, trabajo). Quien lleva la carga de una fobia, siente un temor intenso, que le compele a evadir la fuente de la misma, que puede ser tan común como un perro o un ascensor.
No obstante, no solo animales u objetos pueden ser causas de temor, las propias personas y el contacto social también se pueden convertir en una fuente de sufrimiento e incomodidad, impactando negativamente en la vida de quien padece la fobia, llevándole a evitar situaciones, a perder oportunidades y a aislarse. No es un problema sin solución, a través de un tratamiento psicológico adecuado, la persona puede aprender y resolver la génesis de la fobia.
A continuación, la psicóloga viñamarina Mariana Searle, nos cuenta un poco más acerca de las fobias, sus causas y su tratamiento..
La ansiedad o fobia social, consiste en una ansiedad o temor persistente ante situaciones de interacción social, ya sea al interactuar con una sola persona o con un grupo de ellas. El temor o ansiedad se manifiesta en síntomas físicos y psicológicos. No es una fobia literal a las otras personas o a todos los demás.Suele iniciarse en la infancia o en la adolescencia, y es la condición por la que a las personas se les dice tímidas. Una de cada diez personas aproximadamente presenta esta condición.
Los síntomas perceptibles suelen ser palpitaciones, sudoración, sensación de nudo en el estómago, dificultad para respirar y menos perceptibles o conscientes, los pensamientos sobre rechazo o evaluación social negativa, los cuales se presentan antes, durante y después de participar en situaciones sociales.
Predomina en la fobia social, los sentimientos de inadecuación (sentir que no "se encaja socialmente"), la anticipación negativa sobre el temor a ser evaluado desfavorablemente por los otros, la autoevaluación disminuida y la evitación progresiva de situaciones que implican algún grado de interacción social.
Lo ideal es acceder a ayuda tempranamente, ya que la persona a lo largo de la vida se va aislando y comienza a evitar situaciones de interacción social, desde preguntar información al vendedor de una tienda o hablar por teléfono, hasta enfrentar grupos sociales nuevos, como compañeros de universidad, tener que realizar presentaciones en público o involucrarse en relaciones cercanas en las que la persona que tiene esta condición, acepta condiciones de dominación y subyugación en base a su baja autovaloración.
También implica un temor y evitación importante de aquellas personas consideradas "figuras de autoridad". En este sentido, pueden ser todas las personas que son percibidas como superiores, en base a atributos percibidos. Este aspecto, por ejemplo, incide en la dificultad de las personas con fobia social, para buscar y solicitar ayuda profesional.
Sin embargo, la secuela más importante es la que se genera a nivel interno de la persona, quien progresivamente se auto-devalúa, llegando a sufrir depresión crónica o a iniciar trastornos adictivos, por el alivio de la ansiedad y desinhibición social que les genera ese estado de conciencia.
Lamentablemente, como la ansiedad social principalmente involucra la evitación de situaciones sociales, en la práctica implica la pérdida real de oportunidades, como por ejemplo, congelar una carrera universitaria o desechar la asistencia a un curso o a una entrevista de trabajo.
Lo que genera el problema, es en realidad la autoevaluación negativa que la persona hace de sí misma en forma permanente, y antes, durante y después de cualquier tipo de encuentro social. Si expuso frente a su curso, asume que se vio “ridícula/o”, que no contestó bien las preguntas, que todos se dieron cuenta de que su trabajo no estaba óptimamente hecho, etc. Asimismo, anticipará la misma evaluación negativa para la siguiente vez. De alguna manera, la persona “proyecta” esta evaluación en los demás y cree que todos ellos piensan lo mismo acerca de ella misma.
Esta auto-evaluación negativa también se manifiesta en que, por ejemplo, si alguien de la audiencia bosteza, ese hecho es suficiente para que la persona con fobia social, tema casi convencida de que su presentación estuvo aburrida. Lo interesante, es que esta misma ansiedad, y el temor a ser evaluada/o negativamente, produce una especie de bloqueo del pensamiento, por lo que habitualmente esta persona cree que no puede explayarse relajadamente sobre un tema. Les cuesta muchísimo responder preguntas, ya que además al mismo tiempo están evaluando su respuesta y decidiendo que no lo está haciendo bien.
Su misma autoevaluación negativa, la lleva a una “incomodidad” social, en el sentido de que como piensa que la evalúan negativamente los demás, también genera en ellos respuestas parecidas de incomodidad. Por ejemplo, en general andan con la cara muy seria y se ríen poco, precisamente porque están siempre alertas a evitar situaciones incómodas. Esto hace que las otras personas, con mucha frecuencia, interpreten esto como rechazo, o pueden pensar que la persona es muy seria, “pesada”, “estirada”, etc., por lo que también pueden tender a evitarla.
Otro aspecto importante es la interpretación distorsionada del pensamiento de los demás. De alguna manera mágicamente, la persona en forma automática cree saber lo que piensan los demás de ella, por lo que constantemente interpreta los gestos y palabras de los demás en un sentido negativo, referido a su “baja” calidad de persona.
El tratamiento consiste en identificar las características individuales del trastorno, ya que en cada persona tiene matices diferentes. Luego, se profundiza y se le muestra a la persona cómo funciona su fobia social y se aplican técnicas de reestructuración y modificación del pensamiento, para gatillar cambios en la visión de sí misma, de los demás, de las situaciones sociales, para ir aprendiendo nuevas interpretaciones y significados.
En forma simultánea, además, se enseñan técnicas y ejercicios para reestructurar y aprender a dejar fluir el pensamiento en los eventos de la vida cotidiana. También la persona realiza ejercicios y prácticas supervisadas tanto dentro, como fuera de la consulta.
La fobia finalmente se maneja logrando modificar la experiencia de ansiedad en las situaciones sociales, la interpretación del sí mismo y de los otros.
El consejo que podría dar es el pedir ayuda, ojalá tempranamente, especialmente porque la evitación de situaciones sociales en algunos casos, lleva al aislamiento social, y cuando esto ha ocurrido ya, es mucho más difícil integrarse, especialmente cuando ya han pasado muchos años. Las personas con fobia social, literalmente escapan de situaciones en donde hay personas que no conocen, evitarán interacciones con figuras de autoridad y exponerse frente a otros. En su fuero interno, la persona, al estar convencida de su precaria valía personal, asume que los demás podrán “descubrirla” y darse cuenta de lo falsa, lo poco inteligente que es, lo rara que es, etc. Muchas de ellas refieren sentir vergüenza de sí mismas, por lo que en general se muestran más bien reservadas y eluden oportunidades de hablar frente a grupos sociales, aunque sean personas conocidas y de confianza. En cierta forma, esta persona está continuamente evitando las situaciones sociales, de manera que dosifica su participación eludiendo siempre exponerse, pasar “vergüenzas” y ser el centro de atención. Por ejemplo, en sala de clases, esta persona evitará el contacto visual con los profesores, para que no le dirijan las preguntas a ella.
La ansiedad o fobia social, conlleva dosis importantes de sufrimiento, y las personas reportan haber perdido importantes desafíos y oportunidades en la vida, como resultado de su problema. Por esto es importante diagnosticarla a tiempo y realizar un tratamiento efectivo, en el que la persona va logrando identificar los mecanismos que la mantienen, y con trabajo dedicado, se hace posible mejorar la calidad y cantidad de sus interacciones sociales. Siempre es mejor consultar.