La idea de esta semana era exponerme a algo diferente, así que decidí elegir un espectáculo que se alejara lo más posible de mi área de confort. Hay artes con las que no engancho mucho (como la música), otras que me son muy lejanas (como la poesía y la escultura), pero hay una en especial con la que siento que no tenía ningún tipo de vínculo. Busqué en internet, elegí una función, compré mis entradas y me vine a Santiago para, por primera vez en mi vida, asistir a un espectáculo de danza contemporánea. Pido disculpas de antemano si no utilizo la terminología técnica correcta en esta columna, pero esta es la reseña de un completo ignorante.

Invisible es una obra de la compañía MorandOsorio, que la página del GAM describe con las siguientes palabras:

“Regresa la coreografía de Francisca Morand y Eduardo Osorio que funde movimiento, videos e interacción sonora para proyectar las sensaciones físicas internas a través de la tecnología. 'Mostramos lo que no se ve', dicen.”

A mí, que en mi vida había visto un montaje de danza, la descripción no me decía absolutamente nada.

Desde que comenzó la obra me di cuenta que este montaje respondía perfectamente a la caricatura que tenía en mi mente de lo que era una obra de danza contemporánea: Tres bailarines (dos hombres y una mujer) se movían en el escenario retorciendo su cuerpo, acompañados por diversos e ingeniosos efectos de sonido, proyecciones de video y cambios en la iluminación. En ciertos momentos, los artistas detenían su danza para pregonar textos con un tono rimbombante. Todo en un ambiente muy, muy, pero muy engrupido, pero que, al mismo tiempo, demostraba seriedad y profesionalismo. Es decir, engrupido, pero cero chanta.

Yo tengo una forma muy racional de aproximarme al arte, porque, para que algo me llegue, necesito primero entenderlo. Mi miedo a la hora de asistir a este montaje era enfrentarme a una obra abstracta en que me pareciera que los artistas se movían al azar y decían cosas sin sentido. Por suerte, contra todas mis expectativas, al salir de la sala sentí que había entendido lo que había visto, gracias a un consejo que me dio un amigo músico. Él me explicó que en las obras musicales no solo había que poner atención a lo que se estaba escuchando en el momento, sino que había que relacionarlo con lo que había ocurrido anteriormente. Así, del vincular lo expresado en cada acto, de a poco fui captando la idea. 

Sin ánimo de explicar el significado que yo le dí espectáculo, me pareció que pude conectar con el discurso que la obra proponía. Ahora, aunque me pareció que su mensaje no era demasiado rebuscado, la obra no lo transmite de forma explícita; es necesario un esfuerzo por parte del espectador para relacionar las ideas detrás de los elementos expresivos que le se presentan para poder encontrar ese mensaje que le quieren transmitir. Yo, hasta cierto punto, sentí como si hubiera podido ver la Matrix, cosa que me dejó muy contento.

Es por esto que creo que se trata de un espectáculo difícil de digerir, pues requiere una disposición a enfrentarse a una forma narrativa menos concreta que la que estamos acostumbrados a encontrarnos como consumidores de cine pop-corn. Una obra de estas características exige un esfuerzo mayor por parte del espectador para conectar con un discurso poco literal. Ahora, en todo caso, si no logras encontrarle el sentido o conectar de alguna forma con lo que la obra quiere transmitir, no creo que te aburras; pero probablemente Invisible no pasará de ser un espectáculo audiovisual pintoresco y nada más que eso.

Mi recomendación entonces es que si nunca has visto un espectáculo de danza y sientes la inquietud por someterte a un tipo de arte diferente, esta obra es una buena opción. Yo, desde mi ignorancia, lo contemplé, lo disfruté y sentí que lo entendí. Quizás fue una volada mía nada más, pero a mí me dejó contento. Aunque bueno, tengo que reconocerlo, igual yo soy bien engrupido.

Jueves 4 al Domingo 7 de Julio – 19.00 hrs.

Centro Cultural GAM

$6.000 general / $4.000 c/descuento