El pasado fin de semana me tocó tener largos ratos de espera durante los cuales, lo que más llamó mi atención, fue darme cuenta de cómo ha penetrado internet en nuestra vidas. Abuelos, mamás y niños, sin importar edad o condición social, se encontraban la mayoría del tiempo mirando una pantalla en sus ratos de ocio. Nada de jugar carioca en los aeropuertos, ni leer esas revistas fomes de salud en las consultas del dentista. Mucho LUN, Candy Crush, Vegetta y hasta rosarios rezados por YouTube me tocó presenciar.
Según un estudio de la Subtel, la penetración de internet en Chile supera el 66% lo que significa que 12.000.000 de chilenos tienen acceso a la red que revolucionó el planeta. Hoy es casi inimaginable pensar en un mundo en donde no podamos guglear un significado, psicopatear a un pretendiente o en donde usemos la guía de teléfono para algo más que echarle papel a la chimenea.
Entonces me puse a pensar en todas las cosas que antes eran TAN difíciles y que hoy se han simplificado con esa palabra de 6 letras que nos tienen a todos comiendo de su mano: ONLINE
¿Cómo era nuestra vida antes? Aquí un mini viaje al pasado.
La caligrafía de nuestros hijos es más fea que el mall de Castro, porque simplemente hoy escriben muy poco a mano. Cuando éramos chicos y había que hacer un trabajo de la Edad Media, el agotamiento mental de lo que se nos venía por delante era devastador. Anda al mueble de los libros, busca la definición en la enciclopedia Espasa Calpe y vamos escribiendo y transcribiendo hasta llegar a llorar por los calambres manuales, manchar con palta el trabajo (porque obvio que tomábamos té mientras lo hacíamos) y finalmente ser testigos de cómo llegaba la noche cuando poníamos el punto final. Y eso si es que el tema estaba en la bendita enciclopedia familiar, porque si no, encontrar fuentes para la tarea resultaba una verdadera odisea. Resultado: letra de monja y paciencia a toda prueba.
Algo que hoy se soluciona con un simple copy paste, ajustar márgenes y título en negrita. ¡Cabros flojos! ¡No se quejen de las tareas de hoy!
En los noventa, las citas a ciegas eran un verdadero salto al vacío. Al abrir la puerta podías ver la gloria o simplemente querer auto provocarte una jaqueca a cabezazos contra la pared, por el adefesio que te mandó esa persona que se hacía llamar tu “amiga”. Al minuto uno sabías que JAMÁS esa persona te iba a gustar, pero igual tenías que inmolarte, conversar de cosas que nunca te interesaron, hacer como que estaba rica esa pizza más seca que escupo de momia y tomarte una primavera con licor simulando entretención.
Hoy con internet puedes saber hasta el Dicom de la persona que te quieren presentar. Revisas su Facebook, Instagram, Snapchat y Tinder. Sabes si el candidato le gusta Arjona (next), comparte frases de Coelho (next), se saca fotos frente al espejo (next) o aún no supera a su ex polola (next).
En los tiempos de internet las citas a ciegas tienen menos adrenalina que una operación de la Doctora Juguetes. Ya todos saben a lo que van.
La última vez que sonó el teléfono fijo de mi casa casi tuve un infarto, me transpiraron las manos y palidecí tanto que parecía andar con permiso del cementerio para salir. Ya nadie llama por teléfono a la casa. Eso es más raro que un happy hour de la Ena con Camila Vallejo.
Antes había horarios para conversar a través del invento de Graham Bell y, si algún personaje osaba a llamar después de las 21:00, su nombre entraba automáticamente en la lista negra de nuestros padres. ¿Y las llamadas a larga distancia? Eran un lujo inalcanzable en donde nuestra mamá medía con cronómetro los minutos que hablábamos, de lo contrario podía significar un período tras las rejas con lo caro que costaba. Además, si la persona que buscabas había salido, eso era todo, no quedaba más que encomendarse a que el susodicho tuviera máquina de mensajes o algún pariente diligente que le transmitiera tu mensaje a su regreso.... y si ese mensaje era un tardío "no voy a llegar a la cita", había que prepararse para una fría temporada en Siberia.
Hoy y gracias a internet, el consumo promedio de minutos telefónicos disminuyó un 9,7% por habitante, lo que implica que invitar a salir, coordinar una reunión, reagendar el turno, pedir un favor a la vecina e incluso pelearse con el jefe, se hace a través de Wasap y probablemente con textos dominados por emoticones más que palabras. J
Hace 15 años irse de vacaciones no siempre era sinónimo de jolgorio, alegría y amor familiar. Al terminar de cargar el auto (una actividad que SIEMPRE incluye peleas y estrés)se sumaba esa tarea que según mi INE personal la mayoría de las mujeres hacemos pésimo: LEER LOS MAPAS.
Agarrar la Turistel y ponerse a rezar en silencio para efectivamente lograr que el marido llegara al Valle del Elqui y no a la Araucanía, fue una escena que viví muchas veces… sufriendo. “¿Pero es al este o al oeste?” Pregunta que asumo con total humildad, me resultaba más dificil de responder que explicar en detalle la teoría de la relatividad. Entonces ese lindo momento en el que uno debería ir cantando “Do a deer” se transformaba en un capítulo de “La jueza”, en dónde los instintos de femicidio de mi compañero de isapre se tornaban casi incontrolables.
Hoy con San Waze he logrado evitar aumentar la lista de divorcios en nuestro país y gracias a su creador, el hombre con el que comparto el Scaldassono me mira con más amor que el profesor Jirafales a Doña Florinda. Gracias Waze por favor concedido.