*Esta nota fue publicada originalmente en 2015.
¿Influye en el desarrollo de las personas el orden de nacimiento que se ocupa dentro de una familia? ¿Es diferente ser el hermano mayor, el menor o el del medio? Pues la literatura señala que la posición que se ocupa entre los hermanos sí afecta tanto en el desarrollo del carácter de las personas, como en la manera en que sus familiares se relacionan con él. Cada lugar tiene ciertas ventajas y desventajas.
Sin embargo, se debe destacar que la posición que se ocupa dentro de la familia
no es determinante, ya que la forma en que cada niño vive y significa su lugar depende de múltiples factores, como por ejemplo, su propio temperamento y las actitudes que sus padres muestran hacia él. Es importante que sepamos cuáles son las actitudes que se tienden a dar con mayor frecuencia en relación a la posición de cada hijo, para estimular y favorecer aquellas características que por el lugar que ocupa ese niño se suelen potenciar menos, de modo de no restringir sus oportunidades de desarrollo.
El hijo mayor: el primogénito
Por lo general,
el primer hijo es el más esperado, es quien nos “convierte” en padres y por ende, en él recaen más expectativas. Así mismo, es el único que tiene, por un período, la exclusividad del amor, tiempo y atención de sus padres.
Por otra parte, los padres con el hijo mayor
tienen menos experiencia en educación infantil, por lo que los pequeños “pagan” el noviciado y la inexperiencia. Debido a este contexto particular que viven los hermanos mayores, son más proclives a desarrollar ciertas características que como padres debemos intentar equilibrar:
- Reciben mucha atención y están acostumbrados a monopolizar los espacios, lo que puede mal acostumbrarlos a ser atendidos siempre de inmediato, ser excesivamente demandantes o centros de atención. Para evitar esto, debemos procurar que el pequeño comparta con niños mayores o de la misma edad, de modo que no sea siempre él quien manda y para que tenga espacios en los que deba ceder y ser generoso.
- El mayor suele tener más problemas de competencia y celos, porque es el único que en algún minuto no compartió a sus padres. Por eso, cuando llega el segundo, no debemos exigirle excesivamente ser demasiado generoso o "buen hermano". Para él es difícil haber dejado de ser el centro de atención y aprender a compartir. Existe una tendencia natural por parte del mayor de ver a su hermano como un competidor más que una fuente de afecto. En este sentido, los padres tenemos un rol clave: incentivar la colaboración entre ambos.
- El primer hijo suele ser más estimulado, pues sus padres tienen tiempo exclusivo para ellos. Por esto mismo, suelen tener un mayor desarrollo del lenguaje, porque se les habla más y todas sus gracias son retroalimentadas. Sin embargo, debemos evitar presionarlo a lucir lo que sabe hacer, para que no se sienta demasiado exigido. Así mismo, a pesar de que se destaque en ciertos aspectos por sobre sus hermanos, no marcar demasiado las diferencias.
- Algunos niños mayores son más independientes porque probablemente han acompañado más a sus padres cuando salen y visitan diversos contextos comunitarios. Cuando ya son dos, es mas difícil andar con ellos para todas partes.
- Al ser hijos de padres más inexpertos, suelen crecer en un ambiente más sobreprotector, donde se sobrerreacciona ante cualquier dificultad, desde una enfermedad hasta la enseñanza de cómo comer. Por lo anterior, es frecuente observar o una gran permisividad o una excesiva rigidez de normas. Para evitar cualquier extremo, es importante informarse sobre el desarrollo de los niños, ya sea a través de bibliografía o conversaciones con otros padres.
- Al mayor se le suele asignar más responsabilidades, lo que tiene su lado positivo, ya que lo ayuda a ser más responsable. Sin embargo, hay que tener cuidado que esta asignación sea equilibrada, porque es negativo para el niño si siente que es injustamente más exigido que los otros hermanos, lo que puede generar rabia o hacerle sentir abrumado constantemente.
El hijo del medio: El jamón del sándwich
El hijo del medio tiene la ventaja de que
sus padres ya tienen más experiencia y están menos ansiosos ante situaciones difíciles y cotidianas, como cuando se enferman o no quieren comer. Así mismo, tienen a su hermano mayor como un poderoso estimulador del desarrollo cognitivo, mientras que a su hermano menor lo ve como a un admirador, alguien que aprende de él o, simplemente, que es menos competente. Además, nunca han contado con la exclusividad de sus padres, por lo que nacen en medio de un mundo donde deben compartir todo, lo que los suele hacer menos celosos. Sin embargo, es fácil que los padres caigan en dar más privilegios y atención al mayor y al menor, haciendo sentir al del medio menos importante.
Otras características del hermano del medio que nos deben llevar a reflexionar para saber enfrentarlas son:
- Se siente menos capaz que el mayor, porque éste por razones de edad sabe más y tiene más fuerza, lo que puede generar problemas de autoestima y desanimarlo a nuevos aprendizajes. Para evitar esto, es importante destacar las características positivas y logros del hermano del medio y hacerle entender que el mayor tiene más edad y por eso es más competente (por ejemplo, es mejor para el fútbol). Si esto se logra manejar correctamente puede transformarse en una ventaja, desarrollándose en él un espíritu de superación. Así mismo, como padres no debemos incentivar la competencia ni comparación entre hermanos, sino que mostrarles que la fraternidad es una relación enriquecedora.
- Experimenta sentimientos de minusvalía respecto al hermano menor, porque sus papás deben darle más atención, ya que requiere más cuidados y tiempo, lo que el del medio entiende como que fuera más regaloneado y menos exigido. Es importante, por eso, explicarle al niño esta situación y hacerle ver los beneficios de ser más grande e independiente.
- Suele ser menos visible y puede sentir que no ocupa un lugar significativo dentro de la familia. De los padres dependerá que esto no ocurra, en la medida en que la repartición de afecto, tiempo, recursos, atención y energía sea equitativa y se les de un espacio protagónico dentro del núcleo familiar, haciéndolo sentir especial y único, por ejemplo, buscando espacios para que comparta en exclusividad con sus padres.
- Por lo general todo les llega de segunda mano, lo que los puede hacer sentir menos especiales. Por eso es importante que los padres hagan un esfuerzo para que el niño tenga de vez en cuando algunas cosas nuevas y propias.
El hermano menor: el benjamín
La mayor ventaja de ser el hijo menor, es que
los padres ya han adquirido y acumulado conocimientos y más experiencia educativa. Sin embargo, su gran desventaja es que se pueden encontrar con papás más cansados y con menos energía, sobre todo si han sido muchos hermanos o los padres son mayores. El peligro que esto reviste es que los progenitores “deleguen” parte de sus responsabilidades a los hijos mayores, lo que el menor puede sentir como despreocupación o falta de afecto. Por eso, es muy importante que los padres no olviden que aunque sea el menor, merece y necesita a sus padres tanto como lo necesitó el mayor, y por eso pedir ayuda a los hijos mayores en una medida justa y proporcionada. Otras características del hermano menor que debemos tener en cuenta son:
- Pueden aprovecharse de que son más chicos y estar constantemente acusando o culpando a los más grandes o demandándoles ayuda. Para evitar esto, los padres deben establecer normas claras de convivencia, donde no se permita el abuso por parte de ningún hermano
- Por el contrario, los mayores se pueden aprovechar del menor abusando de su fuerza y “autoridad de mayor edad”, lo que hace que los pequeños se sientan disminuidos. A raíz de esto pueden crecer temerosos de sufrir represalias y agresión del medio, y tienen mayor dificultad para defender sus derechos. Esta situación, si no es mediada por los padres, hace que se sientan desprotegidos y vulnerables y que aprendan a ceder siempre sin hacer lo que quieren, dejándose pasar a llevar en la vida y sintiéndose vulnerados por otras personas. Por eso es importante enseñarles también a defenderse.
- Crecen con un sentimiento de exclusión, debido a que no han vivido toda la historia familiar y se sienten marginados, o por ser el menor se les “excluye” de actividades o situaciones cotidianas como la comida en la mesa. Por eso hay que procurar que también se generen recuerdos especiales junto al pequeño y que se sienta igualmente parte de la comunidad de hermanos.
- Asumen una actitud más infantil de lo que les corresponde a su edad, porque a los padres les cuesta dejarlos crecer. Esto trae el riesgo de restarle autonomía, lo que en la vida adulta puede traducirse en que les cuesta más hacerse cargo de sí mismos y buscar siempre a alguien de quien depender. Es necesario que los padres no lo infantilicen y le permitan realizar actividades para que puedan ser más independientes.
- Debido al cansancio de los padres, pueden crecer en un ambiente excesivamente permisivo, donde no está la disposición y energía para exigir las mismas normas y rutinas que se les pidió a los otros hijos. Todo niño requiere de un marco normativo y rutina, por lo que es importante no ceder con el menor. Tal vez cambien algunas cosas porque los padres con la experiencia se van relajando, pero esto no debe implicar ausencia de reglas.
- Crecer con sentimiento de inferioridad porque todos los hermanos son “mejores” que él, debido a la diferencia de edad, cosa que el niño no necesariamente comprende. Por eso es bueno hacerles ver sus fortalezas y destacar sus logros, explicándoles que por la edad no pueden hacer las mismas cosas que sus hermanos, pero que a medida que vaya creciendo irá lográndolo. Así mismo, hay que brindarle instancias donde tengan la oportunidad de estar con otros niños menores, para experimentar la sensación de saber más y superar a otros en algunos planos.
Más allá del lugar que ocupe cada hijo en la familia,
lo fundamental es el amor incondicional que los padres les entregan. El afecto, darle el tiempo a cada uno para jugar y conversar, no discriminar ni hacer diferencias, no caer en comparaciones entre hermanos, hacer a cada uno igualmente visible, y lograr que cada uno se sienta único y especial, son la clave para que puedan enfrentar el futuro de la manera más sana posible independiente del orden de nacimiento.