Desde que no tenemos tiempo los gimnasios y el trote han ganado prestigio. Entre dedicar dos horas a jugar tenis o 6 para escalar una montaña, cada vez somos más los que nos hemos quedado con los 45 minutos de trote, que permiten volver rápidamente a seguir haciendo cosas “útiles”.
En esta sociedad huracanada, se ha metido la idea de que no tenemos tiempo para pensar… “es que no hay espacio para lo que no es útil” suele ser el sesudo argumento. Y eso nos lleva, entre otras muchas cosas, a escuchar canciones cada vez que podría haber riesgo de silencio, como una cosa automática, evidente, de toda lógica.
Llevo años trotando dos veces a la semana con música, hasta que probé hace un mes salir a la calle sin el “bastón polifónico" y me sorprendí: de pronto me di cuenta de al menos 3 buenos argumentos para mantener uno de los dos trotes semanales sin audífonos.
En fin, los animo a probar. Seguro que descubrirán nuevas perspectivas de modo que un simple trote se pueda convertir en un verdadero paseo hacia la propia interioridad, la contemplación de la naturaleza, y la interacción alegre con los demás.