Aún me recuerdo parado frente a la mesa de craps en el Casino de Viña del Mar, soñando con encontrar la manera de ganar y hacer mucho dinero fácilmente. Había visto en un programa llamado “Desafiando a Las Vegas”, un capítulo según el cual una persona lanzaba los dados de cierta forma para obtener más frecuentemente ciertos números y así tornar las probabilidades a su favor. En mi ingenuidad, creí que ganar al casino sería fácil y comencé a hacer numerosos experimentos para lograrlo. Lo gracioso es que logré convencer a uno que otro amigo a acompañarme en la aventura y perder dinero junto conmigo.
Pasó el tiempo, algunas veces gané, la gran mayoría perdí, pero nunca logré “controlar los dados” por más que practiqué, tampoco pude encontrar una estrategia de apuesta, programando un craps en mi computador y probando miles de veces. Sin embargo, entre las interminables cosas que probé, llegué a una que me pareció muy lógica: si alguien gana muchas veces seguidas, su momento de perder está más cerca. Nunca he visto a un jugador ganar más de 5 veces seguidas, por lo tanto –razoné– si espero a que ello ocurra, podré ganar apostando en su contra.
Las probabilidades se encargaron de sepultar mi errónea forma de pensar. Lo gracioso es que ni siquiera pude disfrutar de la ilusión de que funcionase, ya que al primer intento perdí (cosa que es bastante improbable). Esperé a que un jugador ganara 5 veces seguidas, para luego comenzar a apostar en su contra. El problema es que el jugador seguía ganando y mi dinero se iba esfumando, recuerdo haber apostado al menos cuatro veces seguidas en su contra aumentando la apuesta cada vez, hasta perder todo el dinero que tenía destinado a ello. El amargo trago del destino, me dejó con la sensación de que estaba cometiendo un grave error de razonamiento. Aquel día me rendí y dejé de jugar craps frecuentemente.
Al tiempo me encontré con la explicación a mi error y me sentí muy avergonzado. Mi “estrategia” era producto de la falacia del jugador, un sesgo psicológico que nos hace creer que el futuro depende del pasado, en eventos aleatorios independientes, como el lanzamiento de los dados o el lanzamiento de una moneda. Tendemos a creer que si lanzamos una moneda al aire 50 veces y las 50 veces sale cara, es más probable que el siguiente tiro salga sello, pues ya han aparecido demasiadas caras. No obstante, en el lanzamiento de una moneda, el siguiente resultado no depende en ninguna manera de los anteriores ¡la moneda no tiene memoria! No existe un “mago” que observe la cantidad de lanzamientos y altere el resultado porque han aparecido muchas caras; cada lanzamiento es un evento completamente independiente de lo que haya ocurrido anteriormente.
Aquí es donde la sabiduría popular sobre estadísticas nos juega una mala pasada, porque a la vez, todos sabemos que las probabilidades de lanzar 50 veces una moneda y que las 50 veces salga cara, es muy baja. Entonces... ¿en qué quedamos?
El tema es que esas son las probabilidades antes de comenzar a lanzar la moneda, pero una vez que se comenzó a lanzar y esa secuencia comienza a hacerse realidad, los tiros ya lanzados dejan de ser una incógnita y pasan a ser una realidad, por lo tanto, se sacan del cálculo de probabilidades. Si ya lancé 49 veces y las 49 salió cara, para el último tiro de la secuencia de 50, la probabilidad de que salga una nueva cara sigue siendo de 50%, tal cual si fuera el primer tiro. Lo mismo ocurre con los dados, la ruleta y con todo juego en el que no se almacene de alguna forma lo que ha ocurrido antes para calcular los siguientes resultados.
Hoy recuerdo esto con humor, pero estoy seguro de que muchas personas pierden su dinero ignorando que a largo plazo las probabilidades son implacables y no respetan de manera alguna las cábalas o creencias del jugador.
Uno de los eventos más famosos en donde la gente perdió dinero debido a la falacia del jugador, fue en el año 1913, en el casino de Monte Carlo. En la ruleta, la bola cayó en negro 26 veces seguidas.
En probabilidades existe la denominada “ley de los números grandes”, que dice que si repetimos un gran número de veces un experimento aleatorio, los resultados se van acercando a la probabilidad de ocurrencia de cada evento. Si lanzamos una moneda o un dado y registramos los resultados obtenidos, podremos verificar que se comportan acorde a su probabilidad. Por ejemplo si lanzamos una moneda 10 veces, no necesariamente saldrán 5 caras y 5 sellos, ya que es una cantidad muy pequeña de lanzamientos, pero a medida que vamos aumentando la cantidad de lanzamientos, la cantidad de caras y sellos se ira emparejando cada vez más, ya que ambos eventos tienen la misma probabilidad de ocurrencia. Lo mismo ocurre cuando vas a jugar al casino, si vas sólo una vez, puede ser que ganes y te quedes con la sensación de que ganar es fácil. Pero si vas un centenar de veces, lo más probable es que el casino gane porque las probabilidades juegan a su favor. Como dice el dicho, el casino no pierde, sólo te presta dinero para que a futuro se lo devuelvas.
Esta ley significa además que por baja que sea la probabilidad de ocurrencia de cualquier cosa, si esperamos el tiempo suficiente, en algún momento va a ocurrir. Por ejemplo, si lanzamos una moneda millones de veces, no sería extraño que entre las millones de secuencias, aparezcan 50 caras seguidas. Así como también, dado que todos los días miles de millones de personas tienen sueños, en algún momento alguna de ellas sólo por azar podría tener un sueño premonitorio. Esto explica las "rachas de buena suerte" que la gente tiende a asignar, ingenuamente, a sus cábalas, concentración, técnica o lo que sea.
Sin embargo, en cuanto al casino, todos sus juegos tienen las probabilidades balanceadas a favor de la casa, por lo que a largo plazo, debido a la “ley de los números grandes”, esta ventaja del casino inevitablemente aparecerá.
Visto de esta manera matemática, podemos darnos cuenta por qué ir a un casino con la intención de ganar dinero en juegos de azar, y no simplemente de entretenerse un rato, es un grave error. Ese golpe de suerte que buscas, puede llegar al primer intento, como puede no llegar nunca aunque juegues toda tu vida. No existe forma de saberlo de antemano.
Por eso, cuando vayas al casino, recuerda que la única regla de oro es la siguiente: retírate cuando vayas ganando.