El año 1955, es decir, hace sesenta años atrás, se vivió uno de los peores momentos de la larga y amarga historia de frustraciones para los hinchas chilenos. Aquella vez, al igual que el sábado último, Chile definía el título de la Copa América ante Argentina, aquel fantasma inmortal del fútbol chileno, en un encuentro definitorio en el que un empate le daba la gloria a los nuestros. Como todos saben perfectamente bien, aquello no ocurrió, Chile perdió y a partir de entonces argentinos y uruguayos desquitan sus frustraciones al amparo de las nuestras… eso, hasta el sábado.
El sábado los muchachos de la selección, la mejor de la historia para muchos, espantaron varios de nuestros fantasmas más obstinados: primero ganaron la Copa América, lo hicieron ganando una final ante el peor de todos los enemigos, la Argentina de Messi, y lo hicieron a través de la tanda de penales, la misma que jamás antes había visto a Chile como ganador. Sí, porque si la historia de Chile carecía de títulos, por el contrario, tenía de sobra penales tirados al vacío, allá donde fue el de Higuaín, o penales que daban en el palo o en la guatita del arquero, como decía el sapito. Los uruguayos y argentinos se reían de nosotros por nuestra falta de títulos, y esto fue así muy posiblemente porque siempre les llamó la atención que Chile no ganara. De otra forma, por qué les podía interesar tanto nuestra falta de títulos. Si de falta de logros deportivos se trata, existen muchas otras selecciones del continente contra las cuales desquitarse, pero ¿por qué contra nosotros todas las burlas y la sorna, los cánticos esos de que la copa se mira pero no se toca?. Creo que la razón de todo ello es muy simple: los 99 años de falta de títulos futbolísticos fueron una anomalía, una falla de la matriz.
Fernando Solabarrieta explicaba en el video motivacional que se hizo viral esta semana el por qué Chile no tenía miedo. Entre otras cosas, recurre a la fuerza de la gente, al ponerse de pie después de la tragedia, la buena cara al desastre, al terremoto, a los incendios y a todos esos 9 de cada 10 desastres naturales que prefieren suelo nacional. Todas esas cosas a las que cantaba furibunda la hinchada argentina en Concepción. ¿Cómo es posible que un país que no cruza los brazos ante la fuerza incontrarrestable de la naturaleza, no pueda ganar un miserable partido final?
Sí, Fernando tenía toda la razón. La falta de títulos en el fútbol era una anomalía, pero no una anomalía circunstancial ni caprichosa. Guardaba relación con la ausencia de las ideas correctas en el deporte rey.
El triunfo del sábado fue el triunfo del trabajo y la convicción en el trabajo colectivo, no del talento. No es primera vez que Chile tiene jugadores de tal capacidad técnica: existieron antes los Caszely, Yañez, Zamorano, Salas, Sierra, Figueroa, Sánchez, Vega, Livingstone, Margas, Moscoso… para qué seguir. Tal vez los de ahora ganan mucho más dinero, pero eso es más bien fruto de la globalización del fútbol que de un mérito propio. Todos los países sudamericanos tienen a sus estrellas en Europa, en eso no hay tantas diferencias, lo que cambió fue que los de rojo empezaron a creer, porque como tan sabiamente le dijo alguna vez Morfeus a Neo cuando éste era aún un chicuelo: “tu debilidad no es tu técnica”. La debilidad de Chile nunca fue su técnica, fueron sus ideas, su mente, sus complejos, su falta de fe en los valores apropiados: en definitiva, sus ideas implícitas como diría Carol Dweck.
Desde hace algún tiempo Chile se transformó en la estrella de las sociedades latinoamericanas, por no decir hispano parlantes, inclusive para pesar de muchos de los nuestros. En muchos aspectos, este país cambió de raíz, y por qué no decirlo, cambió para mejor. No puedo explicar la satisfacción que viví hace algunos años cuando vivía en Noruega y asistí a una charla de Finn E. Kydland, premio nobel de economía, quien sin tener relación alguna con nuestro país y en un tema sin relación alguna siquiera a Latinoamérica, gastó más de treinta minutos hablando de Chile y del exitazo en sus políticas institucionales. Esto lo digo no para intentar sostener que no tenemos problemas. Todos los países los tienen: inclusive los noruegos con un per cápita más de tres veces el nuestro los tienen y por montones. Los problemas son parte de la vida, como explicara Epictetus hace ya muchos años. Lo que diferencia a los países exitosos no es la falta de problemas, sino su capacidad de resolverlos. Para resolverlos hay que tener la mentalidad apropiada que es lo que ha estado tambaleando los últimos años en nuestra sociedad.
El sábado Chile ganó, porque por fin se pensó y se actuó apropiadamente. Messi era un rival formidable, temible, el peor de todos los problemas, pero tuvo siempre un ejército completo persiguiéndole, como observó Marca. Cuando Chile cree y trabaja unido, puede. Así es y ha sido siempre, aunque por momentos lo olvidemos, y aunque últimamente la falta de fe se haya vuelto el deporte favorito de muchos. Que la política tome nota de este triunfo, por favor, porque la Roja mostró el sábado que es más que nunca ¡DE TODOS!