No soy el profesor Mario Banderas, pero me quiero apoderar de su popular frase “Usted no lo diga” para referirme a un asunto de enorme importancia: el buen hablar de los chilenos. Específicamente abordaré, cual profesor de lenguaje, un error muy difundido que está matando nuestro “hablamiento”, como diría el Zafrada.
Me refiero al queísmo y al dequeísmo, es decir al abuso del “que” o del “de qué” sin respetar la composición gramatical de nuestras palabras. Este problema, para algunos muy difícil de solucionar, se ha ido apoderando incluso de espacios formales como periódicos y novelas. Hace algunos días, de hecho, vi con espanto a un ex ministro de Educación cayendo en este drama oral. Fue la gota que rebasó el vaso y me motivó a escribir esta columna.
Vamos por parte.
El ex presidente argentino Eduardo Duhalde publicó el año 2011 un libro titulado “Es hora que me escuchen”. Difícil escucharlo, estimado, si empieza así… comiéndose una palabra en la mismísima portada. Lo correcto –para no tropezar con un queísmo- es decir “es hora de que me escuchen”. ¿Cómo detectar cuándo debe añadirse el “de”? Fácil. Se debe poder sustituir el “que” por la palabra “algo”. En el caso de Duhalde no se puede decir “es hora algo”… pero sí que “es hora de algo” (de que lo escuchemos).
Veamos otros ejemplos: “Me alegro que te hayas mejorado”… ¡No! Me alegro DE algo, DE que te hayas mejorado. “No me di cuenta que me habían robado la billetera”… De nuevo, error: No me di cuenta DE que me habían robado la billetera. “Estoy seguro que me lo regalaste”… y yo estoy seguro DE que está mal dicho. Quizás por ahorrar, por acortar las frases, por economía del lenguaje, es que a veces nos comemos el DE.
Lo curioso es que, así como hay veces que lo omitimos, también hay otras en que lo ponemos cuando no es menester. Es así como surge el…
Por definición académica, el dequeísmo es “la utilización no normativa de la preposición ‘de’ junto a la conjunción ‘que’ en oraciones completivas u oraciones sustantivas de objeto directo”. Si me piden mi opinión –y a diferencia de lo que sucede con la comida-, en este caso prefiero que fa-falte a que so-sobre: es más feo y grave el dequeísmo que el queísmo. Sin embargo, está más incrustado en la tradición oral chilensis.
Ejemplos: “Colón pensó de que la Tierra era redonda”, “creo de que no es justo lo que me estás diciendo”, “me dijeron de que Felipe vendrá mañana”, “lo diputados opinan de que la ley debe ser derogada”. Correcciones: pensó que, creo que, me dijeron que y opinan que. Y la técnica para no equivocarse es la misma que con el queísmo.
Otra fórmula es convertir la frase en una pregunta. ¿De qué se preocupa? (Se preocupa de que...); ¿Qué le preocupa? (Le preocupa que...); ¿De qué está seguro? (Está seguro de que...); ¿Qué opina? (Opina que...).
Si persiste la duda, les dejo aquí este fenomenal DICCIONARIO DE QUEÍSMOS Y DEQUEÍSMOS, de fácil consulta on-line.
Como bonustrack a estas odiosas muletillas, cuya existencia suele indignar a escribanos y escritores, les quiero también presentar al quesuismo, un problema menos difundido pero no por eso menos peligroso.
El “quesuismo” es un fenómeno lingüístico propio del idioma español que consiste en emplear la secuencia “que su” –el pronombre relativo con el posesivo- en lugar del relativo “cuyo”, “cuya”, “cuyos” o “cuyas”. Por ejemplo: “El profesor que su chaqueta es blanca fue el que me reprobó”, cuando lo correcto es decir “el profesor cuya chaqueta es blanca…”. ¿Nunca lo han oído? Ahora que ya saben cómo se llama, comenzarán a escucharlo.
Lo bueno es que ustedes, El Definido mediante, ya saben detectar estos baches en nuestra forma de expresarnos. Espero de que les haya quedado claro (?).