Ayer se supo la noticia. Medios alarmistas gringos dijeron que Harrison Ford estaba en estado crítico después de irse a pique piloteando su propio avión vintage de la Segunda Guerra Mundial. Mis primeras reacciones fueron dos. Primero, cómo era posible que el mismísimo Han Solo Indiana Henry Jones Jr. Jack Ryan Richard Kimble James Marshall, presidente de los Estados Unidos estuviera en estado crítico. Y segundo: Ninguno de nosotros nunca va a ser tan maestro como para irse a pique piloteando el avión propio vintage de la Segunda Guerra Mundial. Grande, Indiana.
Mi tercera reacción fue miedo. Así miedo real de en serio por favor Diosito, no dejes que se muera Harrison Ford. No estaba listo. Y yo sé que suena ridículo sentirse así sobre un actor multimillonario de Hollywood que probablemente nunca voy a ver en mi vida, pero filo. El punto es que ya lo he visto, toda la vida. Harrison Ford es de esas presencias tan fuertes en la vida del ñoño bueno para las películas, que cuesta pensar que el loco en verdad es un ser humano común y corriente. Bueno, es un decir, no olvidemos que estaba piloteando su propio avión vintage de la Segunda Guerra Mundial a los setenta y dos años. Lo que estoy tratando de decir es que cuesta pensar en Harrison Ford como alguien que vive en el mismo planeta que nosotros, y que se va a morir como todos nosotros.
Para muchos Harrison Ford es la cara, la voz y la actitud de todo lo que siempre hemos soñado con ser desde péndex. El arqueólogo aventurero capaz de pelear codo a codo con los nazis para defender objetos históricos. El mercenario espacial que no le importa nada pero que en el momento necesario va a aparecer con su nave piñufla y va a salvar el día para que los rebeldes vuelen la estación espacial enemiga… ¿Qué mejor?
Nombro esos dos personajes primero porque seguro son los que más presencia tuvieron en nuestras infancias, y durante más tiempo. Porque puede que las Indiana Jones / Star Wars sean seis películas apenas, pero en verdad son mucho más que eso. Como las series que uno sigue durante años, estas dos trilogías se adhirieron a nuestras vidas como sanguijuelas maestras que en vez de chuparnos la sangre nos nutrían con escenas increíbles y fantasías que se quedaron para siempre en nuestra imaginación (metáfora). Y aunque Luke Skywalker fuera el protagonista de Star Wars, el personaje “común y corriente” que superaba sus miedos y crecía durante la historia, era Han Solo el que todos queríamos ser. El loco al que todo le daba lo mismo, el que se peinaba con los caza recompensas, y salvaba el pellejo con ideas pulentas como meterse a un campo de asteroides, o rajar a un kanguro espacial para abrigarse con sus tripas y vencer la hipotermia.
¿Saben qué momento de las Star Wars es increíblemente la zorra? En Imperio, cuando los locos van a cenar con el Lando (Judas) y se dan cuenta de que el mismísimo Dark Vader está ahí esperándolos. Chubaca ruge, la princesa grita, pero Han Solo sin pensarlo siquiera desenfunda la pistola y le dispara al cabeza de bacinica carepalo. Claro, el otro para los rayos con la mano y le quita la pistola con la telepatía Jedi, pero no me digan que no es admirable lo rápido que el loco le dispara al asesino de la dictadura espacial.
Con Indiana Jones pasa algo parecido que también nos habla a nosotros los ñoños. Porque el loco no solo es un aventurero seductor que se las sabe todas, el compadre en esencia es un nerd que conoce pura información inútil que aprendió leyendo libros encerrado en una biblioteca. Su información inútil es sobre historia, artefactos y tribus salvajes, pero igual. Nerd. Y el que Harrison Ford nos haya convencido de que se podían ser las dos cosas, es para tenerle buena toda la vida.
También fue Blade Runner, un compadre insensible metido en un mundo de ciencia-ficción violento y rudo. Cuando lo mandan a matar replicantes el loco está chato y quiere puro comerse sus fideos, pero la manera en que de a poco va entendiendo a los robots al punto de hacerse más humano también es mérito de don Harrison si me preguntan a mí. Todo esto hace que la patraña de Ridley Scott de que Deckard en verdad es un replicante sea todavía más apestosa si pensamos en este contraste. Pero qué sabe Ridley Scott, el loco es el director no más y yo escojo creer que nadie sueña con unicornios. ¿Estamos claros?
La gracia de Harrison Ford es que siempre supo conectar de alguna manera con los que veíamos sus películas, aunque el compadre tenía la actitud y la facha de un James Bond. Esa risa nerviosa para el lado, o el leve temblor en la voz hacían que uno supiera que ahí había una persona. Por eso que le hacemos barra al Fugitivo, y por eso odiamos a Gary Oldman cada vez que lo cachetea en Air Force One. Aunque todos estemos de acuerdo con Gary Oldman y en el fondo todos queramos cachetear al presidente de Estados Unidos, una cosa muy distinta es cachetear a Han Solo, y nosotros lo defenderíamos como Chubaca si pudiéramos.
Las buenas noticias son que Harrison Ford se está recuperando del accidente (en un avión suyo de la Segunda Guerra Mundial que él mismo piloteaba, no lo olvidemos). Todavía vivimos en un planeta donde camina Indiana, y con una nueva Star Wars a estrenarse este año, todavía nos queda Han Solo. Así que celebremos y honremos al hombre antes de que sea demasiado tarde. Cerraría esta cuestión diciendo que lo amo, pero eso él ya lo sabe.