Hoy día apareció en La Tercera un deprimente artículo sobre cine chilensis. No me malentiendan, pese a los mitos y leyendas, a mí me encanta el cine chilensis. Ver una película chilena buena te da algo que Hollywood nunca podría dar, ni aunque invierta chorromil millones de dólares y le meta veinte Brad Pitts y treinta Scarlett Johanssons, y eso es la capacidad de reflejarnos de manera única, mostrándonos en la pantalla gigante una realidad que conocemos, con personajes que hablan como nosotros, que comparten la misma historia que nosotros, en lugares en los que hemos estado o podríamos estar. Machuca nos muestra una infancia muy parecida a la que seguro muchos tuvimos, No dramatiza un pedazo de historia que para varios estaba ahí enterrada en la memoria, e incluso películas más fantasiosas como Santiago Violenta usan nuestras calles para hacer persecuciones a toda raja, con una secuencia filete que transcurre en un hotel por el que muchos hemos pasado afuera caminando. Todo lo cual, no tiene precio.
Lo deprimente del artículo que les dije, es el dato de que el 2014 fue el año con más estrenos en salas de películas chilenas (42) pero con la más baja asistencia de espectadores desde el año 2010 (cuando se estrenaron apenas 14 películas chilenas). Mal pos. ¿Qué está fallando? Se supone que hay más salas que en el año 2010, y con más estrenos hay más variedad en la oferta… Y así y todo parece que la gente quiere ver menos películas chilenas que nunca.
¿Entonces cuál es el problema? Todo indica que la gente sigue con el prejuicio del cine chileno. Ese que arrastramos desde los ochenta, que dicta que las películas chilenas son muy malas o bien son “puro garabato, política y sexo”. Aunque se hayan hecho películas muy buenas con todas esas cosas, da lo mismo. El que los peliculastas chilensis le hagan el quite al cine de género no ayuda mucho, porque uno nunca sabe qué va a ver cuando va a ver cine chileno. El riesgo de vacunarse con algún bodrio es alto, porque tampoco se publicitan mucho las películas, para qué estamos con cosas. El afiche puede que tenga muchos laureles del Festival de Cine de Springfield, pero a veces el espectador prefiere ver la bola en la ingle en vez de la película artística de Barney. ¿O no?
Bueno pensando en ayudar a los queridos peliculastas nacionales es que voy a escribirles un par de consejos para que vuelvan a reconquistar a la gran masa de espectadores que hoy en día prefiere ir a ver una mala película gringa que una muy buena película chilensis. Algunos de estos consejos no son fáciles de implementar, y otros van a tomar mucho tiempo y dinero, pero como cantaba Oasis, nadie dijo que iba a ser fácil. Aquí vamos.
Esto puede sonar a ñoñitis, pero es la mejor manera de hacer que la gente se saque ese prejuicio con el cine chilensis. Si hay suficientes películas de acción, de terror, comedias, etc. el público dejará de tenerle miedo al “factor sorpresa” cuando vaya a ver una película chilena, y quizás se atreva más. Igual es muy difícil hacer buen cine de género (por eso no se hace), pero es la manera de llevar gente acostumbrada a ver películas gringas al cine chilensis. No digo que copiemos películas gringas, sino que encontremos nuestros propios géneros. Su terror chilensis con esas historias de campo del diablo, sus películas de acción en Patronato como hace Ernesto Díaz Espinoza, su dramón de mafiosos en La Legua, ¿por qué no? Donde más se ha avanzado es en las comedias, con gente como Kramer, el López o el Sebadilla haciendo películas que (nos gusten o no) han sabido encontrar su público. Falta que otros peliculastas se atrevan con comedias para que no todo sean cameos de famosos ni tonteras que vemos en la tele. Pero vamos de a poquito.
La película de Kramer es la película más vista en toda la historia. La segunda parte fue la más vista ese año. A los carabineros de El Club de la Comedia tampoco les fue mal, y el documental de la selección chilena Ojos Rojos fue otro de los hits. O sea se podría deducir que al público chilensis le gusta ver en el cine cosas que ya ha visto hasta la saciedad en la tele. Esto me hace creer que aquí hay una vertiente de posibles éxitos que podría llevar gente al cine. ¿Y si Carlos Pinto hace Mea Culpa: The Movie? ¿O El día menos pensado: The Pinto Chronicles? ¿O si estrenan una antología de historias del Bienvenidos? ¿O si Kike Morandé hace una comedia con todos esos personajes penca de su programa? Hoy día la rompen si hacen una película con Onur. (Oye, no dije que iba a dar ideas de películas buenas, dije que iba a dar consejos para recuperar al público, no me crucifiquen, gracias).
Este año se estrenaron más películas que nunca, pero… ¿Cuántas de esas películas pasaron sin pena ni gloria? ¿Cuántas se estrenaron sin que nadie supiera que estaban ahí en las salas? En una industria donde TODO se define el primer fin de semana del estreno, las distribuidoras deberían ponerse las pilas con el marketing, meterle todas las lucas que pueda y si no hay plata entonces tienen que encontrar maneras más ingeniosas de instalar las películas aparte de retuitear halagos como malos de la cabeza. En el Festival de Cine de Iquique me tocó ver una película chilena llamada Desastres Naturales y es a toda zorra. Una comedia inteligente, con actuaciones filete, tema contingente, mucha risa y talento pero poquísima plata. Se estrena en mayo y probablemente nadie tiene idea de qué película estoy hablando. Si Desastres Naturales fuese una película gringa, habría afiches en los cines desde el año pasado, el tráiler estaría rotando en todas las salas, y el día del estreno la gente sabría qué onda esa película y quizás hasta le daría una oportunidad. Pero no. El afiche aparecerá con suerte dos semanas antes del estreno, habrá mucho retuit y posts en Facebook, pero ahí quedará la cosa. ¡Y es una gran película! Ojalá me equivoque, pero el ambiente de estrenos es tan competitivo, y los gringos tienen tanta plata y oficio para el marketing, que no queda otra que subir la exigencia, señores. El marketing es su amigo, no un sucio enemigo capitalista que mata el arte. Si quieren reconquistar a los espectadores, paso uno: Que los espectadores sepan que la película existe, y de qué va, para que le pierdan el miedo.
Esto los peliculastas ya lo están haciendo así que no voy a insistir tanto, pero en nuestra vida real tenemos tremendas historias esperando ser películas maestras. Pueden ser pedazos dramatizados de historia (como No) o biopics de chilenos pulentos (Violeta, Miguel San Miguel), o lo que sea, pero se pueden hacer películas muy buenas al respecto. Esta base les da al tiro un plus por sobre otras películas, porque tomarán algo conocido que despertará la curiosidad de muchos. Y ojo que estas cosas no tienen para qué ser sobre “temas serios” o “hechos históricos de vital importancia”, también pueden ser historias más piola, o más recientes. O sea, los gringos hicieron una película filete sobre la creación de Facebook (!), ¿hello?.
Aquí la comunidad artística buena para el Fondarth seguro me quiere asesinar, pero esta es otra manera de conquistar público y hacer industria. Es bien cierto que esto tiene a Hollywood pudriéndose en puros refritos, pero no le vendría mal a una industria que todavía no despega como la chilensis. Todos fueron a ver la segunda parte de la película de Kramer, y el ex guataca Nicolás López supo exprimir su Qué pena tu vida transformándola en trilogía. No soy fan de ninguna de esas películas, pero me alegra mucho que puedan hacerse ese tipo de cosas. Aplaudo también que Che Sandoval hiciera un spin-off de Te creís la más linda pero eris la más puta con uno de sus personajes en Soy mucho mejor que voh, y pagaría buena plata por ver Mirageman 2: Rise of Seudo Robin. En este territorio la tele le lleva mucha ventaja al cine, porque han hecho spin-offs y segundas partes de teleseries y programas varios. No siempre han sido buenas, pero… ¿Por qué no intentarlo con películas? Sería filete tener un panorama donde hay autores creando universos conectados, donde se puede seguir a los mismos personajes en distintas historias, etc. Quizás con Caleuche 2: The Invasion of Fish People arreglan la anterior. En resumen, ganamos todos.
Y bueno esos serían mis consejos. Como ven a mí no me tinca eso de destinar más fondos estatales ni obligar a nadie a la “cuota del cine chileno”. Quizás eso sirva de algo (obvio), pero en mi humilde opinión (maestra) eso va a seguir fomentando los mismos vicios. A nadie le gusta ver nada obligado, y la gracia de esto es que funcione solo. En un mundo ideal la gente va a escoger qué tipo de cine chileno quiere ver, y podrán coexistir en las salas los estrenos de comedias charcha bola en la ingle con la última película artística de Barney ganadora del Festival de Cine de Springfield. Todos podemos ser amigos. Y no lloren por mí, ya estoy muerto.