El 2015 empezó brígido. ¿Qué onda el calor? El Parlamento debería declarar inconstitucional que, apenas iniciado el verano, se registren 34°C a la sombra. Y el Gobierno no hace nada al respecto: podrían repartir abanicos gratis y de calidad, o enviar un proyecto para prohibir el uso de corbatas. Digo yo. Pero no, si de altas temperaturas se trata, hay que arreglárselas solito. Por eso –y porque no he venido a vender, si no que a regalar-, les traigo tres técnicas caseras e infalibles para no asorocharse con el sol y sobrevivir a estos meses de calor desatado.
No les diré lo obvio: hidratarse, comer más sano y liviano, ventilar, blablabla… Porque eso ya lo saben, y lo hacen (supongo). Mis consejos, en realidad, son tres maneras para disminuir la temperatura corporal, dejar de transpirar y poder respirar aliviado.
1 El calor se va por la boca:
La siguiente es una técnica de respiración muy eficaz para hacer que el calor desaparezca. Se puede realizar sentado, con la espalda recta y las manos sobre los muslos, o acostado de espaldas, con las palmas de las manos hacia arriba (ideal para cuando no puedes quedarte dormido por culpa del ambiente sofocante). Con los ojos cerrados, lentamente inspira por la nariz, en cinco tiempos pausados, retén el aire durante dos segundos, y luego bótalo en otros cinco tiempos. Imagina que con la exhalación el calor sale de tu cuerpo, por la boca. Repite este ejercicio cinco veces, hasta que percibas que tu cuerpo ya no arde… si lo haces bien, incluso podría venirte un escalofrío.
Algunos animales, como los perros y gatos, también logran controlar el calor y el frío mediante jadeos o bostezos voluntarios.
2 Manos frías:
Aunque tengamos ganas de un piscinazo o una buena ducha fría, a veces el tiempo o las circunstancias no lo permiten. No por eso, sin embargo, el agua fría deja de ser una alternativa. Y no me refiero a tomarla.
El secreto está en las manos: ponlas juntas, con los dedos entrelazados, bajo el chorro frío del lavamanos. En sólo 30 segundos la temperatura de todo tu cuerpo habrá disminuido de manera notoria. Importante es no pasarte de ese tiempo, para no derrochar el agua, y disfrutar del contacto de la piel con el líquido. Aquí la clave está en el tacto, un sentido del que a veces nos acordamos poco.
3 Pura concentración:
Los monjes tibetanos, quienes deben soportar temperaturas extremas durante sus prácticas espirituales, son grandes conocedores de esta técnica. Demostrado está, de hecho, que nuestro cerebro es capaz de controlar la temperatura corporal. Un grupo de investigadores del departamento de Psicología de la Universidad Nacional de Singapur, encabezados por la profesora MariaKozhevnikov, descubrió sorprendentes resultados al analizar la meditación “tummó” que practican los lamas.
Los expertos asistieron a una ceremonia en el Tíbet en la que los monjes fueron capaces de subir el calor de sus cuerpos hasta secar unas hojas mojadas que habían puesto sobre sus cuerpos. Todo esto en medio del frío clima del Himalaya (-25 grados Celsius). Mediante electroencefalografíasy medidores de temperatura, el equipo de la doctora Kozhevnikov observó un aumento de hasta los 38,3 grados. Sólo con el poder mental –“tummó” significa ‘calor interior’-, los tibetanos podían marcar fiebre en sus extremidades al imaginar que sus cuerpos estaban envueltos en fuego.
OK. Ustedes dirán que para alcanzar este tipo de objetivos hace falta mucho ensayo y meses de práctica. Pero afortunadamente no es así. La fórmula “tummó”, adaptaciones de por medio, enseña que la concentración y el frío no son difíciles de alcanzar: basta con ponerse en una posición cómoda, respirar con normalidad, y visualizar que nuestra columna está envuelta en hielo, que la médula espinal se nos ha congelado, y que nuestros huesos están escarchados. A mí, que no soy ningún monje, me dio resultado.