Reciclar, ahorrar electricidad, intentar contaminar menos el aire, plantar un árbol; hay muchas maneras de cuidar el medioambiente, pero ¿es una moda o una necesidad? Aquí tienes cuatro razones simples y tres acciones concretas para que comiences desde ya a darle una mano a tu entorno.
Te sorprenderías lo rápido que puede desaparecer un país bajo una nube de smog. Los cielos que otrora fueran de un azul cerúleo pueden estar fácilmente sumidos en un mar de niebla púrpura. Por la quema de biomasa (leña, pasto, y todo tipo de materia orgánica), abundancia de autos bien o mal carburados y la industria, países como Nepal, India y China ya se encuentran cubiertos por una bruma constantemente sucia que sólo desaparece momentáneamente después que llueve.
En Chile tenemos la prístina Patagonia, la majestuosa Cordillera de los Andes y el inmaculado territorio Antártico, pero aun así tenemos 13 ciudades que superan las normas de contaminación del aire dictadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). La regulación ambiental existente ha permitido evitar que haya una nube de smog cubriendo el país constantemente, pero con cambios de clima más drásticos, mayor concentración de autos y la dependencia en energías fósiles, esto podría cambiar.
De la mano con el punto anterior, el tener aire más limpio implica mejores condiciones de salud para nosotros, nuestros hijos y toda la gente alrededor nuestro. Ir al sur ya no es sinónimo de respirar aire más puro: el uso de leña y de estufas a parafina para la calefacción y las quemas agrícolas, tienen a ciudades como Temuco con niveles de contaminación en sus horas peak, comparables con los de Beijing, una de las capitales con el aire más tóxico del mundo.
Recién el año pasado entró en vigencia la norma de calidad del aire para material particulado fino (PM) 2,5 que mide las partículas de 2,5 micrones (millonésimas de metro) o menos. Estas son tan pequeñas que pueden entrar no solo a nuestros pulmones, sino a nuestro torrente sanguíneo. Estas son las partículas responsables de los cada vez más agravados cuadros respiratorios durante el invierno.
¿Cómo te verías con cortes eléctricos de cinco horas diarias al azar todos los días? Es lo que ocurre en países donde la red eléctrica no da abasto, como Nepal, por ejemplo. Si bien hay mucho debate respecto a si hay peligro de crisis energética generalizada en Chile, en el pasado hemos tenido racionamiento energético por sequía y nada quita que esto vuelva a ocurrir en el futuro.
Ya es un hecho que el clima en todo el mundo está cambiando debido al aumento en las emisiones de carbono y el acelerado aumento de temperatura de la Tierra por el efecto invernadero que esto produce. Modelos computarizados estiman que la temperatura mundial va subir entre 2 y 6 grados centígrados a finales de este siglo, lo cual muy probablemente tendrá duras consecuencias climáticas, económicas, energéticas y sociales. En Chile, esto podría acrecentar las sequías y amenazar directamente a la agricultura y el suministro de alimentos.
Una de las consecuencias menos conocidas, pero más importantes del cambio climático son los desplazamientos de grupos humanos por desastres naturales. En el año 2012, un estudio del Centro de Monitoreo del Desplazamiento Interno (IDMC por sus siglas en inglés) estimó que unas 32 millones de personas en el mundo quedaron sin hogar debido a desastres naturales, casi dos veces la cifra registrada en el año 2011. Sin embargo, a medida que se acelera el cambio climático estos números podrían fácilmente superar los cientos de millones de personas, con complicadas repercusiones sociales cuando intenten inmigrar a otras regiones en busca de un hogar.
Tienes un montón de opciones, e incluso el gesto más pequeño sirve (hay una buena lista con 50 ideas para ayudar al planeta en este link). Probablemente las tres más urgentes que requieren de tu atención son las siguientes:
1. Mudarse de la calefacción a leña o parafina a la de gas o eléctrica. A pesar de que hay muchas personas que no pueden hacer esto por limitaciones económicas, hay muchos que no lo hacen por costumbre o preferencia. De acuerdo a un paper publicado por Marcelo Mena, investigador en el área de ciencias ambientales, una estufa a leña causa un millón y medio de pesos al año en daño ambiental (traducido en impacto a la salud).
2. Mejora la aislación térmica de tu casa o departamento. Si bien esto no es gratis y a menudo requiere de mano de obra especializada, se puede pagar en el largo plazo con el ahorro en calefacción y mejora la calidad de vida y la salud dentro del hogar al evitar los cambios drásticos de temperatura. Cabe mencionar que actualmente hay subsidios del Servicio de Vivienda y Urbanización (Serviu) para el acondicionamiento térmico de viviendas, pero aunque ha estado vigente por algunos años, el problema de la contaminación por quema de biomasa pareciera estar cada vez más latente.
3. Cambiarse de motores diésel a la bencina. El diésel es uno de los grandes responsables de la liberación de PM 2,5 al aire, y esto corre también para las industrias con generadores a base de este combustible. Es cierto que los vehículos diésel pagan menos impuesto específico y que el combustible sale más a cuenta que la bencina, pero son responsables de más del 90% de las emisiones de PM 2,5 asociadas al transporte. Y, bueno, si optas por movilizarte en bicicleta, ¡aun mejor!
Esto es cierto y la legislación está apuntando lentamente hacia regularlas, pero esto es lento y toma tiempo. Tiempo es lo que no tenemos. No podemos esperar a que el Estado nos dé subvenciones o incentivos para comenzar a ayudar al medio ambiente. El cambio lo podemos comenzar nosotros con algo tan simple como prender la estufa a leña por menos horas o cambiar la parrilla de carbón por una a gas.
El punto crítico a cambiar es nuestra mentalidad respecto a cómo cuidamos el ambiente que nos rodea. No se trata de plantar bosques para borrar nuestra "huella de carbono", sino de simplemente llevar a cabo nuestras actividades responsablemente, respetando y aportando un buen grano de arena para proteger el mismo aire que respiramos y la tierra en que vivimos.
En una sociedad donde el aparato estatal no se mueve lo suficientemente rápido, las medidas tienen que comenzar desde nosotros, los ciudadanos.