Pésimo el video que acabo de ver. Me lo mandaron por mail. Desilusionante. Está en Youtube bajo el título “El mejor video de motivación”. ¿Qué dice? Que uno puede hacer posible lo imposible, “nunca te rindas”, que hay que ser fuerte en los momentos difíciles, que “vale la pena ser feliz”, “vence tus miedos”, “si no luchas ahora, mañana no te quejes”, y bla bla bla… todo con faltas de ortografía, una melodía cliché y fotos de personas felices, corriendo por una playa o escalando montañas.
Sorry, pero la motivación no es eso. Para la psicología y la filosofía, la motivación tiene que ver con aquellos estados internos que nos dirigen hacia metas o fines determinados (no necesariamente épicos). Son, dice la literatura científica, “los impulsos que mueven a la persona a realizar acciones y persistir en ellas para su culminación”. Se trata de voluntad. Se trata de interés. Se trata –su mismo nombre lo dice- de tener un “motivo”. Eso es la motivación, que no es lo mismo que el entusiasmo.
En su obra “A Theory of Human Motivation” (1943), el psicólogo estadounidense Abraham Maslow definió una jerarquía de necesidades humanas. Así, defiende que “conforme se satisfacen las necesidades más básicas, los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados. Su teoría la ilustró en una pirámide –la famosa pirámide de Maslow-, que sirve como guía para saber si en nuestras decisiones cotidianas nos estamos saltando algún peldaño. Sería absurdo, por ejemplo, esperar motivación para solucionar un problema amoroso… si no tenemos antes cubiertas nuestras necesidades de alimentación. Vale la pena echarle una mirada a la pirámide para evaluar en qué nivel estamos.
La motivación, asimismo, poco o nada tiene que ver con los libros de autoayuda. En ellos se suele encontrar lineamientos más generales, que luego uno debe aplicar en lo particular. En ese sentido, y sin desmerecerlos, Paulo Coelho y Pilar Sordo aportan esperanza, iluminan el futuro, inspiran paz y paciencia. Pero yo insisto: la motivación es otra cosa.
Para “motivarse”, para que a uno no le de lata hacer algo, cualquier cosa, es necesario sentarse 3 minutos y planificar. Y esto lo digo desde la experiencia propia, porque me ha resultado para un sinfín de asuntos: ir al supermercado, dejar de fumar, hacer una dieta, preparar una clase, corregir pruebas, hacer trámites bancarios, estudiar, solucionar problemas, buscar trabajo, rescatar un pololeo que está guatiando, asumir una responsabilidad inesperada, levantarme temprano… hasta para escribir esta columna (con este calor créanme que prefiero estar en la piscina).
¿Cuál es la receta?
1. Tener claro el MOTIVO: ¿Para qué voy a hacer lo que voy a hacer? Debe ser algo simple, directo, sin rollos o muchas explicaciones. Por ejemplo: “porque me gusta”, “porque le hará bien a otra persona”, “porque quiero ser responsable”, “porque necesito el dinero”. Esas son motivaciones, sin floripondios cursis como los del video, la pura y santa verdad.
2. Tener clara la META: El objetivo debe estar súper bien definido. En vez de “adelgazar”, es preferible “bajar un kilo de aquí al domingo”; en vez de “hablar con mi novia”, mejor “decirle esta noche a Rocío que me quiero casar con ella”; en lugar de “conseguir pega”, “enviar mi currículum a tres oficinas donde me gustaría trabajar”. Más tarde, y con las cosas así de definidas, será más fácil hacer el check y sentirse satisfecho, contento por el avance (y más motivado para nuevas metas).
3. Definir una ACTITUD: A veces las personas pensamos que nos falta motivación cuando en realidad nos hace falta actitud, agallas, decisión, empuje. “Esta tarea la voy a hacer con orgullo”… o “con desplante”, o “con humor”, “sin tomármelo tan en serio”, o “con sentido de urgencia”. A veces vale la pena imaginar que estamos siendo filmados por un director de cine y que nuestras acciones serán parte de una película de Hollywood: el sentirnos “observados” nos alienta a hacer las cosas de mejor manera, con buena cara y mayores niveles de responsabilidad.
4. Saborear el PROCESO: En muchas ocasiones estamos tan ansiosos con conseguir la meta que nos olvidamos de disfrutar el camino. En esos casos recomiendo volver a sentarse 3 minutos y repasar los pasos 1, 2 y 3.
¿Cómo consigues tú la motivación para empezar un nuevo día?, ¿qué tienes en mente cuando trabajas?, ¿qué te impulsa a ir casi a diario al gimnasio?, ¿para qué haces esa dieta? Si tienes claro tus MOTIVOS, te será más fácil y entretenido llegar a la META. En una de esas hasta se te contagia el efecto Pigmalión… ¿no sabes lo que es? Motívate y googlea.