Me robaron la billetera en el Metro. No me di cuenta. Me abrieron la mochila y sólo me percaté cuando bajé en la estación Universidad Católica. Tenía 12 lucas en billetes, el carnet de identidad, la licencia de conducir, la tarjeta del banco, un Loto (ojalá el ladrón se lo gane y deje de delinquir), y una buena cantidad de esos papeles y boletas que se acumulan innecesariamente con el tiempo.
No fue gran pérdida, pero los trámites para bloquear y recuperar los documentos son una lata. Lejos de querer victimizarme –agradezco que no haya habido violencia de por medio-, escribo esta columna porque el hurto me hizo reflexionar.
La delincuencia ya es parte de nuestro paisaje. Como que ya nos acostumbramos a andar abrazados a nuestras mochilas, con el pestillo puesto en el auto. Tengo amigas que llevan, junto a sus cosméticos, un cilindro de gas pimienta en la cartera… “por si las moscas”.
Los supermercados, sin pudores, publican letreros en los que advierten la posibilidad de robos (y ellos, por cierto, no se hacen responsables), el Metro “educa” a sus pasajeros para que tengan siempre sus pertenencias a la vista, los noticieros de la TV dan amplia cobertura a la criminalidad… y todo nos parece de lo más normal.
El propio carabinero al que acudí cuando me di cuenta del robo, me dijo: “Si quiere puede dejar constancia en el retén de Baquedano, pero no le sirve de mucho”.
Entonces me pregunto: ¿cuál es el antónimo de “delincuencia”? El diccionario no ofrece ninguna opción. Por lo tanto, me quiero tomar la libertad de inventar una palabra para poder continuar: “bondadencia”. Su significado: dícese de aquel fenómeno social por el cual las personas comparten bondad, de manera desinteresada, sin aspavientos, al contrario de quienes roban, asaltan o contagian mala onda.
Quizás sea un poco (o bastante) naif mi propuesta, pero creo que a los chilenos nos falta bondadencia. Es más: estoy seguro de que la mejor forma de combatir la delincuencia –más efectivo que las estrategias del Ministerio del Interior, al menos-, es con bondadencia.
Los robos se neutralizan con regalos, los asaltos con ceder el asiento en la micro, las malas caras con sonrisas, los golpes con cariño, los lanzazos con abrazos.
Podemos quejarnos eternamente de la delincuencia, pero también sería bueno preguntarnos cuánto colaboramos nosotros en aumentar los índices de bondadencia.
Los invito a ver cómo funciona la bondadencia en Rusia, donde recopilaron, en imágenes, buenas acciones en la calle. No me digan que no es emocionante:
Si pusiéramos en una balanza las malas y buenas acciones, ¿cuáles pesarían más? Es un poco triste que, en vez de sorprendernos por los robos, nos llame la atención cuando alguien obra de manera generosa y amable. Por eso me parece tan relevante destacar la bondadencia, para que nos demos cuenta de que sí podemos vivir tranquilos, felices, en medio de un entorno optimista, que nos alegre, y en el que todos podemos colaborar. El espíritu de “El Definido”, de hecho, destaca esto: las buenas noticias son mejores noticias.