Hay pocas cosas más incómodas, estresantes y difíciles de planificar que una entrevista de trabajo. A ellas vamos lo mejor vestidos y peinados que nos es posible, intentando mantener el siempre delicado equilibrio entre una sobria formalidad que hable de profesionalismo, y una casual informalidad que diga "soy una persona creativa y no necesito tanto este trabajo", aspectos que también intentamos traspasar a nuestro CV. Pero no importa cuánto nos hayamos preparado, una vez cruzando la puerta del entrevistador, sabemos que vamos escasamente preparados para enfrentar una verdadera batalla, donde la contraparte es un enigma y el resultado, más impredecible aún.
En algunos casos, la entrevista resulta en un proceso fluido y rápido, con profesionales amables y simpáticos, pero en otros la experiencia puede resultar una tortura, con difíciles exámenes y repetitivas revisiones que incluso pueden afectar la definición de uno mismo.
El proceso de selección de personal es un método que presenta distintas fases, siendo las más usuales: planificación, preselección, evaluación, informe e incorporación. Todo este proceso que tiene como final la contratación de una persona, de todas formas no asegura que la nueva incorporación sea perfecta, como puede atestiguar echando una mirada a sus colegas en la oficina.
Si revisamos nuestras redes de amistad y las comparamos con un proceso de selección de personal, es posible notar que existen tantas similitudes que resulta un poco espeluznante. Es evidente que nadie quiere reconocer que a sus amigos los sometió a un "proceso de selección”, pero si lo revisamos en detalle, son más los puntos de encuentro que de desencuentro.
Cuando conocemos a alguien lo primero que hacemos es una comunicación no verbal que resulta ser un especie de escaneo de la persona que tenemos al frente. Vemos su ropa, su postura, su belleza (tanto en el caso de un hombre como de una mujer), con el objetivo de hacer un primer filtro, una especie de preselección en la nomenclatura oficial de reclutamiento. Si la persona que se nos presenta está mal vestida o simplemente no nos atrae, es probable que todo termine ahí, momento en que evitamos el contacto visual (o fingimos responder una llamada importante, si es que nos calzaron con una cita a ciegas). En el reclutamiento esto sucede al revisar el CV y descartar simplemente por la universidad, la experiencia o incluso por el lugar donde vive (lo que es lamentable, pero real).
Si la persona pasó a preselección, empezamos a tener una comunicación verbal que busca conocer áreas de interés, competencias y habilidades, es decir, una evaluación. El comienzo es el típico: ¿cómo te llamas? Para luego dar espacio a preguntas para conocer lo que le gusta al otro, lo que ha hecho, sus viajes, experiencia, etc. Perdónenme, pero si esto no es igual a lo que hace el psicólogo con nosotros en una entrevista... ¿qué es?
En una etapa final, cuando la persona ha pasado los filtros anteriores, hay una acción inequívoca de la integración, que es registrar el número de teléfono. Este simple acto muestra la intención de unir a la persona, es una especie de invitación (en el mundo de selección es la carta de oferta). Una vez hecho este registro la persona deja de ser el “otro” para ser llamado amigo. Esta nueva incorporación, según los niveles de interés, la capacidad de sostener conversaciones y la atracción que surja, puede terminar con el tiempo en un contrato tipo noviazgo, pololeo o incluso matrimonio.
¿Y por qué, o para qué, nos sirve saber todo esto?
Porque si nuestros amigos hicieron con nosotros el mismo proceso de selección que haría un reclutador, es muy probable que las mismas características que vieron ellos, sean las que verá nuestro interlocutor durante una entrevista de trabajo.
Y si eso es así, entonces la mejor manera de prepararse para una entrevista, es preguntar a nuestros amigos sobre su primera impresión de nosotros: qué les gustó de nosotros, y si fue mala, qué no les gustó y qué hicimos para mejorarla (por ejemplo, quizás en principio parecimos un plomo, pero con el tiempo demostramos lo contrario). Cuantas más observaciones saquemos respecto a nuestra expresión corporal, habla y actitud, mejor podemos entender cómo nos vemos desde fuera. Para esto puede resultar conveniente, incluso, consultar a novias, ex-novias y conocidos con los que "reprobamos" el proceso de selección y nunca llegamos a ser amigos.
Y, demás está decirlo, vernos a través de los ojos de otros es siempre un ejercicio sano de autodescubrimiento.