“Estamos en Erasmus”. Era como una frase comodín, lista para llenar cualquier silencio incómodo. Franceses en Polonia, polacos en Croacia, croatas en Serbia, y todos decían lo mismo para explicar su desfase geográfico. "¿Erasmus? ¿Será como el Farkas versión europeo que financia los intercambios de estudiantes?", me preguntaba.
Josi, una estudiante de medicina eslovena, fue finalmente lo bastante amable para poner un folleto en mis manos que comenzó a aclarar mis dudas.
El Plan de Acción de la Comunidad Europea para la Movilidad de Estudiantes Universitarios, también conocido como Erasmus por sus siglas en inglés, partió como programa independiente de la Comunidad Europea en 1987, promovido por el mismo espíritu que en 1993 daría forma a la Unión Europea: Crear una sociedad que se caracterice por el pluralismo, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la no discriminación.
A la fecha, más de 3 millones de estudiantes se han visto beneficiado por el Erasmus desde su inicio y se espera que entre el periodo 2014-2020 se sumen 5 millones más.
¿Cómo funciona el Erasmus?
Josi me asegura que, salvo el papeleo, es fácil, dándome a entender que “el que quiere, puede”. Algunos eligen destinos lejanos para tener una experiencia diferente en 180 grados, mientras que otros prefieren algo más cercano, como ella que eligió Belgrado. Las opciones son literalmente miles, ya que el 90% de las universidades europeas forman parte del programa.
Los estudiantes del Erasmus reciben ayudas del programa, me explica Josi, que cubre los gastos de estadía y alimentación, por lo que, salvo excepciones, los estudiantes prácticamente no tienen que poner ni un euro de sus bolsillos. Las universidades tienen edificios asignados para estudiantes de Erasmus, verdaderas babilonias que se repiten en los campus de todo el continente y que facilitan e incentivan el contacto entre estos estudiantes.
Una vez finalizado el intercambio, los estudiantes vuelven a sus países de origen enriquecidos por la experiencia y con contactos en todo el continente. Tal es afecto por la experiencia, que muchos hablan de la “Depresión Post-Erasmus”. A ese nivel.
¿Qué caracteriza al Erasmus?
Sin duda la fuerte financiación y el abanico de programas que sostiene. El mismo programa que en 1987 casi se rechaza por la negativa de varios estados a sustituir sus propios sistemas de intercambio, ha ido consolidándose cada vez más, incluso en periodos de crisis económica, si bien también ha sido objeto de críticas.
Este año se renovó bajo el nombre de Erasmus+ con un incremento en financiación de 73% y la adición de varios programas que incluyen el intercambio de estudiantes en varios niveles de especialización, profesores y deportistas. La Unión Europea es consciente de que Erasmus no es un costo, es una inversión que podría cambiar a Europa y, por ende, al mundo.
La “Generación Erasmus”
El escritor italiano, Umberto Eco, dijo en una entrevista en 2012 que el programa ha sido el artífice de “la primera generación de jóvenes europeos”. Hoy ya se habla de la “Generación Erasmus”, que no solo incluye a estudiantes que han hecho el intercambio, sino a todos los jóvenes que se identifican con los valores integradores del programa y, por lo tanto, de la Unión Europea.
Curiosamente, su primera tarea será salvarla.
Esta generación ha coincidido con la irrefrenable crisis económica que ha generado dudas sobre el modelo de la Unión Europea, y que ha propiciado el alza de partidos de corte nacionalista, como el Jobbik en Hungría, el Frente Nacional en Francia y el Sverigedemokraterna en Suecia, en las últimas elecciones.
Pese a las dificultades, Europa mira con ojos optimistas al futuro liderado por la Generación Erasmus. En una carta, el filósofo polaco JaroslawMakowski los llamaba a levantarse y hacerse escuchar “Miembros de la generación Erasmus, sé que no tenéis trabajo, que se os priva sistemáticamente de la esperanza de un futuro mejor, pero sois la última oportunidad de Europa. ¿Quién salvará a la UE si no sois vosotros? ¿Y cuándo, si no es hoy? Hacedlo por vosotros mismos y por vuestros hijos. El 'sueño europeo' está en vuestras manos”.
El gran levantamiento que llamaba el polaco comenzó en 2011 con Los Indignados en España, y luego, en todo el mundo. La mal llamada “Generación Perdida”, criticada en algún momento por su pasividad y nula presencia política, ha comenzado a encontrarse. En febrero de este año, Matteo Renzi, de 39 años y ex-alcalde de Florencia, fue elegido como Primer Ministro de Italia. En sus pocos meses en el puesto, Renzi se ha mostrado muy cercano a las iniciativas pan-europeas, como su llamado a Gran Bretaña a no abandonar la UE, tendencias totalmente contrarias a las de los otros dos candidatos con los que se midió en las elecciones, Berlusconi y Grillo, ambos euroescépticos.
En un mensaje publicado en el sitio del Consejo de la Unión Europea hace algunos meses, Renzi expone: “El tema de Europa es decirle a nuestros hijos, nosotros que somos la Generación Erasmus, que hoy Europa es un lugar donde hay esperanza”. El actual Primer Ministro de Italia es el primer político que se identifica con ser parte de esta generación y su “Revolución a puertas abiertas”, al menos por el momento, coincide con los valores de ésta.
Las iniciativas tampoco faltan. En 2011 comenzó el programa “
40 Under 40” que cada año une en un seminario a
las 40 mentes jóvenes más brillantes de Europa para trabajar con una visión colectiva en iniciativas que ayuden a formar el futuro de una Europa sustentable y efectiva.
Yo no lo dudo, los frutos del Erasmus y sus valores estuvieron frente a mis ojos: “Me gustó Serbia, la gente es tan alegre, me gustaría volver” dice Josi sobre el mismo país que obligó a su familia, a punta de pistola, a abandonar su amada Bosnia hace solo 20 años.
Recomendación final
Una buena película que me recomendaron para “entender” el Erasmus, es la película francesa
L'auberge espagnole (2002).
¿Crees posible un sistema así en el futuro de Latinoamérica? ¿Qué otras iniciativas parecidas conoces?