No es que seamos de latón –si bien algunas personas parecen robots, ja–, pero de que nos oxidamos, nos oxidamos. Envejecemos, en palabras biológicas, interna y externamente, y muchas veces, aunque cueste creerlo, la rapidez de ese proceso no depende tanto de tu edad: depende más de tu alimentación y otros hábitos. Más de alguien dirá que, como la oxidación humana es inevitable e irreversible, ¿para qué preocuparnos por algo que no podemos detener? Detener no, pero cambiar sí.
Envejecer no es la clave, sino cómo envejecemos.
Expliquemos con manzanas. El concepto de “oxidación” viene de, obvio, el oxígeno, dado que las células de nuestro cuerpo están expuestas a él a lo largo del día. Durante la oxidación, algunas sustancias químicas corporales se alteran convirtiéndose en los llamados radicales libres, responsables directos del envejecimiento celular, así como del potencial desarrollo de cáncer, diabetes y enfermedades cardíacas. Aparecen querámoslo o no, son algo así como un “mal menor” conocido y esperable; sin embargo, variados factores como la contaminación, el estrés, las drogas (lícitas e ilícitas) o simplemente una dieta desequilibrada hace que el número de radicales libres suba exponencialmente. Entendámonos: nuestro cuerpo maneja sin problemas a los radicales libres que se producen de forma natural, sabe y puede eliminarlos, pero si la producción de éstos es excesiva, el detox no da abasto y comienzan a evidenciarse las consecuencias. Para algunas células el daño es leve o temporal, pero para otras puede ser, lamentablemente, permanente. ¿Y qué hacemos? Ahí entran los antioxidantes.
¿Le suenan? Me imagino que sí. Hace varios años que comenzó un bombardeo publicitario sobre estos pequeños “milagros”, moléculas capaces de retardar o prevenir la oxidación, interrumpiendo o limitando el daño que los radicales libres provocan en nuestro organismo. En simple, con ellos estamos, nos vemos y sentimos mejor. Suena fácil y bonito, ¿no? Bonito sí, pero ni tan fácil. Así como cuando alguna actriz famosa hace una determinada dieta y ahí parten todas las mujeres detrás como rebaño (sin informarse mucho de los requisitos médicos, por ejemplo, o cuáles son sus contraindicaciones), apenas algunos científicos nombraron esto de los “antioxidantes”, la industria farmacéutica se volvió loca produciendo pastillas y cápsulas con el rótulo. No digo que esto sea necesariamente malo, pero sí produjo cierta desinformación en la gente, haciendo creer que la única (y/o mejor) forma de ingerirlos era a través de un frasco. Pues no; los antioxidantes están presentes en un gran número de productos naturales que pueden consumirse sin restricciones ni recetas médicas, y ese tipo de ingesta siempre será más recomendable para nuestra salud. ¿Ha escuchado eso de que “la naturaleza es sabia”? Más sabia que un laboratorio. Lea a continuación.
Para ser justos y no empezar una campaña del terror porque sí, digamos que el consumo de antioxidantes en cápsulas o suplementos alimenticios no es pecado ni mucho menos. ¿Puede tomarlos? Puede.
Mi objetivo es simplemente que elija lo natural, lo que su cuerpo mejor asimila, porque los chilenos estamos cada vez más llenos de pastillas en nuestros veladores y no me deja de preocupar. No, no importa que las cápsulas de gingko biloba parezcan más inofensivas que un paracetamol o un ansiolítico; de todas maneras son frascos que, en tu cabeza, ayudan a tu salud. Ayúdense alimentándose mejor, durmiendo más, fumando menos. Así siempre se sentirán bien y se verán mucho mejor que otros de su misma edad. Podrán esconderse de la vejez prematura y sumar años al carnet con dignidad. Una dieta equilibrada debería ser prioritaria como medida de salud, y lo otro, todo lo que venga de un laboratorio, a recurrir sólo cuando lo primero no funciona. ¿O es muy tonto lo que estoy diciendo?