Hace unos días mi cuñada vino a visitarnos. Ella, muy cariñosa, se preocupó de traerle el regalo de cumpleaños atrasado a mi hija mayor. El regalo consistía en un juguete electrónico, muy atractivo, pero que difícilmente podía ser utilizado por dos niños al mismo tiempo, lo que generó instantáneamente una pelea entre mis dos hijas. Intentamos de todas las formas posibles que las niñitas llegaran a algún tipo de acuerdo para que ambas pudieran disfrutar del juguete de forma civilizada, pero resultó imposible.
¿Cómo es posible que el agregar un elemento que (en teoría) debiera aumentar el bienestar general, pueda llevarnos a un resultado así de catastrófico?
Hace unas semanas, mientras navegaba por internet, me encontré con un conflicto que podría parecer similar, esta vez protagonizado por adultos. Una persona se quejaba porque actualmente en Chile existían editoriales que sólo publicaban a un grupo de autores específico, marginando de forma injusta a otros autores que tienen -en su opinión- muchísimo más talento. Es decir, estaba molesto porque quienes realizaban ciertos proyectos, no realizaban el que él quería. Es una molestia recurrente dentro de nuestro país, pero que, a mi parecer, peca de miopía en múltiples aspectos:
Uno es suponer que en el mundo no hay espacio suficiente para que existan ambos proyectos. Otro es creer que la responsabilidad de que el proyecto soñado no exista es de un tercero y no de quienes están interesados en que exista. Un tercero, bastante absurdo, es creer que el responsable de que el proyecto soñado no exista, es el que está llevando a cabo el proyecto existente. Pero a mi parecer, el mayor problema de todos es suponer que el proyecto existente no merece existir simplemente porque el soñado no existe. Estoy convencido de que si el existente no existiera, el soñado seguiría sin existir. Lo triste es que probablemente, en ese caso, el descontento sería menor.
Existe una creciente sensación en Chile de que todo está mal, posiblemente debido a los graves problemas existentes de distribución de la riqueza. No lo desconozco, nuestro país está plagado de injusticias: basta con leer los diarios, revisar las redes sociales o levantar una piedra. Son injusticias grandes, que requieren de cambios drásticos impulsados por el gobierno, cuya solución está fuera de nuestro alcance.
Comparto el diagnóstico, pero creo que se descansa demasiado en la certeza generalizada de que todo lo que está mal en este país es responsabilidad de otros; es un pensamiento presente incluso entre el quintil más rico de la población. Nos tienen convencidos de que en este país no se puede hacer nada y de que hay que conformarse con quejarse y/o hacer denuncias, rogando a los cielos que alguien se compadezca de nuestras pobres almas. Creo que es reflejo del profundo “des-empoderamiento” que estamos sufriendo, que nos impide ver que incluso en un país con injusticias existen montones de oportunidades.
Tal vez peco de infinita inocencia, pero creo que, a pesar de las injusticias, vivimos en un país en el que todavía hay mucho espacio (entre un megaconsorcio y otro) para llevar a cabo los proyectos y sueños, incluso aquellos que no somos ni inmensamente ricos ni ambiciosos. Y que el principal impedimento no es la plata, sino la educación, la mentalidad, la visión. Es ahí donde creo que todos podemos generar un cambio.
Un talentoso amigo dibujante me decía que los alumnos (de dibujo) que no tenían cómo mejorar no eran los menos talentosos, sino aquellos que no veían en qué estaban fallando. Creo que es esa exactamente la clave de todo este problema.La clave está en ver la oportunidad, encontrar el espacio libre. Es que lo más importante para poder sacar adelante un proyecto no es tener la plata, sino tener los ojos abiertos y la convicción necesaria. Alguien con una visión potente es capaz de congregar esfuerzos y conseguir la plata que necesita.
El problema es que los espacios más visibles son los ocupados, porque la existencia de los proyectos que los ocupan nos los hacen evidentes. Esto genera una sensación de que la única forma de conseguir un espacio es quitándose a quien tiene el suyo, porque su existencia es la que impide la mía.
Yo pienso que en Chile todavía hay mucho espacio donde construir y muchas herramientas para apoyar a quien quiere hacerlo (becas, fondos concursables, etc). Algunos me dirán que es imposible, que pretender hacer competir un almacén contra un megamercado es absurdo, pero creo que nuevamente estás mirando el universo de los espacios ocupados. Porque yo veo que el mercado está repleto de necesidades pequeñas (y no tan pequeñas) en esos espacios que existen entre un gigante y otro, y que los grandes nunca podrán satisfacer. Es ahí donde un simple mortal (o grupo de mortales) puede montar su proyecto. La clave es poder ver ese espacio.
Yo tengo claro que ese cambio de visión requiere una gran revolución (o evolución) educacional y cultural a nivel país que está fuera de nuestro alcance como ciudadanos de a pie. Pero, por otro lado, sí creo que podemos comenzar a generar un cambio a pequeña escala. Primero en nosotros mismos, quienes recibimos una educación privilegiada. Y después, en nuestro entorno, abriéndole los ojos a quienes están a nuestro alrededor, mostrándoles que existen espacios para emporios en un mundo que parece colapsado de malls.
No hablo de hacerse rico. Tampoco digo que no haya que luchar por las grandes injusticias de la sociedad. Lo que digo es que tenemos que comenzar a sentirnos capaces. Capaces de hacer lo que nos gusta, de llevar adelante proyectos, de crear algo propio y principalmente de superar la sensación imperante de que siempre nos están robando o metiendo el dedo en la boca (por no usar otro término popular menos elegante).
Si logramos generar ese cambio en nuestra propia mentalidad, dejando de fijarla mirada en el espacio ocupado y abriéndonos a nuevas alternativas y soluciones, podremos también convertirnos en verdaderos agentes de cambio para nuestra sociedad. Incluso frente a los problemas que parecen imposibles de solucionar. Pero si queremos lograr lo imposible, primero comencemos con lo posible. ¿O es muy tonto lo que estoy diciendo?