- Bueno mamá, OBVIO que nos fue bien en la PSU, si los dos estudiamos en el Preuniversitario Pedro de Valdivia.
Yo sé que van a creer que estoy inventando, pero eso que está ahí es un diálogo de verdad (lo juro por Dios) de una película chilena actualmente en cartelera. En esa misma película los personajes toman Pepsi, y nada más que Pepsi.
En las fiestas todos los compadres tienen una lata de Pepsi en las manos, cada vez que la familia se sienta a comer hay botellas de Pepsi y Pepsi Light llenitas en todas partes y en una parte al protagonista le preguntan si quiere tomar algo, y él contesta “Estoy tomando Pepsi”. En resumen, Pepsi.
Siguiendo con esa misma película, aparece una marca de pizzas famosa, una marca de celulares, una de ropa deportiva, de galletas (con un “comercial falso” que los personajes ven en la tele), y un montón de marcas más que no me acuerdo porque eran muchas. Incluso en los créditos iniciales aparecen muchos logotipos de esas marcas que vamos a ver “en acción”, como si fuesen un actor más.
Y esta columna no es para alegar contra el “Placement”, es decir, la inserción de marcas comerciales con fines publicitarios. “Placement” hay en todas partes, desde James Bond con sus relojes y sus copetiwis, hasta cualquier película distribuida por Sony Pictures donde todos los computadores son Vaio y las teles Sony y así.
En la última película de Superman aparecen muy visiblemente marcas de negocios durante las peleas, y pareciera que la acción transcurre en un universo paralelo donde todos los teléfonos celulares son Nokia. La última de Ben Stiller (La Increíble vida de Walter Mitty) es igual, y aparte de ser los personajes empleados de una revista famosa, todos toman la misma cerveza, etc.
En otras palabras, cooperamos. Va a haber “placement” en las películas aunque no queramos. Si incluso en Hollywood, donde corren los millones de dólares, tienen que hacerlo entonces en Chile no queda otra. Vamos acostumbrándonos a escuchar diálogos como el que puse ahí arriba, a los logotipos durante los créditos, y a las marcas poblando las escenas.
Pero ¿por qué es tan penca reconocer el placement durante una película? Yo creo que es porque durante mucho tiempo, el cine era el lugar donde nos arrancábamos de la vida real. Donde íbamos cuando queríamos “cerrar la puerta” un rato y escaparnos a esos mundos increíbles donde podía pasar cualquier cosa, y donde los problemas de uno y de la vida no existían, ni podían llegar. ¿Sí o no? Todos sabemos más o menos que al pagar una entrada estábamos pagando un ticket por virarnos un rato a otra dimensión.
Un pasaje para sapear por dos horas un universo paralelo que no tenía nada que ver con el nuestro, porque aunque podía transcurrir en nuestra realidad y con personajes familiares con los que nos identificamos, igual era un universo distinto, más justo, donde los malos la pagaban y el nerd se quedaba con la más mina de todas, o qué sé yo.
Y el “placement” hace justamente lo contrario. Porque aparece con sus logotipos y con sus marcas y con sus frasesitas, y nos recuerda que todavía estamos en el mundo real, donde para ser personas de verdad tenemos que consumir y comprar cosas. O sea, el “placement” nos hace olvidar que somos espectadores, y nos transforma momentáneamente en lo que somos afuera del cine: clientes.
Yo todavía me acuerdo de la época cuando daban comerciales “antes” de las películas. Y uno se resignaba porque filo. Los comerciales en la pantalla gigante eran apestosos y se veían todavía más ridículos, pero daba lo mismo porque uno aprovechaba de conversar y porque NO ERAN PARTE DE LA PELÍCULA.
Se terminaban los comerciales, las luces se apagaban completamente y uno se preparaba para entrar al universo paralelo libre de todos los males del mundo. ¿Con el “placement” en cambio? Las luces nunca se apagan, y uno no entra nunca al universo paralelo. Reconocemos el “placement” (porque los peliculastas no hacen ningún esfuerzo en ocultarlo tampoco), y nos enojamos. Hacemos “Pffft” y después alegamos que la película tenía más comerciales que partido de Chile.
¿Cómo no aplaudir a los peliculastas que INVENTAN marcas falsas para poner en sus películas? Estos compadres saben que el universo paralelo de las películas es lo que nos gusta, y ellos lo cuidan tanto, que deciden inventar marcas para poner en sus películas. Quentin Tarantino lo hace siempre.
Todos los personajes fuman cigarros “Red Apple” (no existen), van a una cadena de restoranes mula (“Jack Rabbit Slim”), comen hamburguesas que ojalá existieran (“Big Kahuna”), y etc. Y uno feliz, no digan que no. Claro que no todos tienen los millones de dólares ni la integridad artística de Tarantino. El que puede, puede.
Lo que estoy tratando de pedirles, peliculastas chilensis, es que le pongan un poquito más de imaginación a la cosa. Si el preuniversitario les puso plata para la película, quizás deberían pensarla un poquito más e inventar algo mejor que el personaje DICIENDO EN VOZ ALTA lo BACÁN que es el preuniversitario.
Ya que van a contaminar las películas con este tipo de cosas, mi consejo es que las integren mejor a las historias, para que uno por último sienta que la cosa tiene sentido. Yo creo que nadie alegó porque el náufrago trabajaba en Fed-Ex, ni tampoco porque Lincoln usara computadores Mac.
No sé si me estoy acordando bien de las películas, pero el punto es el mismo.Ustedes son peliculastas, y deberían cuidar el universo en el que transcurren sus películas. Si les importa más el “placement” entonces a nosotros no nos van a importar sus historias, ni sus personajes, y los vamos a considerar comerciantes y no otra cosa.
Y para peor, no nos van a interesar los productos que nos están metiendo a la fuerza. Al contrario, vamos a recordar con resentimiento a esas marcas por habernos “despertado” del “sueño” de las películas. En otras palabras: NADIE VA A SALIR GANANDO. Así que de verdad, replanteen la estrategia y denle una vuelta al sistema. Es un consejo de su amigo Hermes. Ahora permiso, necesito una Pepsi.