*Esta nota fue originalmente publicada en 2013.
Siempre me han fascinado las llamadas “ciencias del comportamiento”. Son todas las disciplinas que estudian por qué la gente hace lo que hace, qué los mueve, qué pasa por sus cabezas y, lo más importante, cómo evidencian esos pensamientos y motivaciones sin que alguien se los pregunte. Eso es lo entretenido del asunto. De la neurofisiología a la simple gramática, cientos de estudios llevan décadas comprobando que nuestra esencia se escapa por los poros a cada minuto, no importa cuánto te esfuerces en esconderla (si es eso lo que buscas). La naturaleza es tan sabia en ese sentido que por más que nuestra racionalidad nos permite omitir, encubrir o derechamente mentir sobre nuestras características o deseos, nuestros movimientos espontáneos y/o inconscientes siempre se encargarán de revelar la verdad de la milanesa. No tienes que explicarme cómo eres, o dicho de otra forma, nunca te esfuerces por pintar un cuadro que no es; sabré la verdad más temprano que tarde si te observo lo suficiente.
Un artículo difundido por The Daily Mail se cuelga de esa premisa. La psicóloga japonesa Hiromi Mizuki asegura que puede determinar tu personalidad sólo con saber qué butaca prefieres en una sala de cine. ¿Será verdad?
Según Mizuki, si vas directo al centro-centro de la sala eres una persona segura y determinante. Estas butacas son consideradas popularmente como las mejores ubicaciones, para las que hay que llegar temprano o reservarlas online, por lo que si generalmente las obtienes demuestra en ti que eres capaz de anticiparte a los hechos y planificar de forma eficiente.
Si prefieres una ubicación centrada pero pegada a la pantalla, eres alguien que siempre quiere estar en conexión con otros. Brindas ayuda cuando te la piden y comprendes y perdonas con más facilidad. Sin embargo, si vas por el centro pero bien atrás, inconscientemente quieres alejarte del centro de la atención y tu perfil sería más reservado, con mayor tendencia a limitar la influencia de otros en tu vida.
Si apuntas a las filas medias, ya sea hacia el lado derecho o izquierdo, tu distancia con los demás es moderada, por lo que tu “espacio personal” es equilibrado. Tiendes a buscar amigos que te relajen más que hiperventilarte y prefieres los círculos sociales donde puedes ser “tú mismo”.
Quienes prefieren las esquinas tendrían otras cualidades. Los que van a los rincones de atrás, derecho o izquierdo, son quienes están más “escondidos” de los otros espectadores. No tendrían suficiente confianza como para interactuar naturalmente con las personas, por lo que les acomodaría no ser vistos por el resto, pero que a su vez ellos sí puedan ver a toda la audiencia en un cierto aire de control. Por último, si eliges las butacas esquineras pero de las primeras filas, eres alguien “abandonado a su suerte”. Son comúnmente designados como los asientos de peor calidad en el lugar, por lo que, si esa es tu opción, significaría que no peleas contra el destino y aceptas sin quejarte lo que la vida te trae, personas más propensas a ser estafadas o de las que puedan aprovecharse fácilmente.
¿Recuerdas la última vez que fuiste al cine? ¿Dónde te sentaste y por qué? Seguro coincidirás conmigo en que hay muchos factores que inciden al momento de elegir una butaca, imposibles de simplificar tanto como esta psicóloga lo hace, y de ahí que algunos profesionales cuestionen sus conclusiones. Y estoy de acuerdo: la mayor parte de las veces uno no llega y elige porque sí. Para algunos es más relevante cuán cerca estás del baño o de la salida (sobre todo para aquellos de vejiga pequeña o los que siempre están listos para arrancar ante un posible terremoto), si realmente quieres ver la película o si sólo vienes a “pololear”, si tienes algún problema de tipo oftalmológico o si simplemente llegaste tarde y la sala estaba tan llena de gente que te quedaba o aceptar el asiento de la esquina o irte y perder tu ticket…
Por qué tomamos tal o cual decisión en un momento determinado responde a múltiples razones, por lo que el estudio del comportamiento humano es muy complejo de reducir. Sin embargo, las conclusiones de Mizuki, aunque discutibles, tienen un asidero empírico: las elecciones más sencillas del día a día, es decir, las que realizamos casi de forma automática o instintiva, son más “reales” (o más apegadas a nuestro comportamiento natural) que aquellas que son muy pensadas o evaluadas, por lo que mediante su observación reiterada sí es posible perfilar psicológicamente a un individuo, aun sin cruzar ni una sílaba con él.
Prestar atención a algo aparentemente superfluo como puede ser elegir la ubicación de una butaca de cine, puede darte información valiosa de la otra persona (o de ti mismo), la cual probablemente ella no tenga intenciones de dar. Usa ese poder. Mirar al otro es a veces más revelador que escuchar su discurso, pues estamos diseñados para descifrar la “comunicación silenciosa” (sí, las mujeres más que los hombres, pero igual). Ya sea que las descripciones de Mizuki se ajusten o no a un patrón demostrable, lo cierto es que las personas evidencian más su carácter en los movimientos simples que en los complicados, aunque generalmente no nos demos cuenta. Ejercita tu ojo alerta desde ahora, nunca es tarde. Para las antenas, decía Cachureos.