Cada cierto tiempo ocurre alguna catástrofe, llámese terremoto, aluvión o sequía. En el cine chileno tenemos lo mismo, un par de años buenos, varios años malos, lo extraño es que ahora se está dando una cosa que no había ocurrido nunca, o al menos eso es lo que nos quieren hacer creer: en Chile está naciendo un industria cinematográfica comercial.
Eso a muchos de los que trabajamos en cine nos pone más que contentos, porque habría más oferta de trabajo, más estabilidad laboral y la cierta posibilidad de progresar en una carrera que hasta hace 10 años era sinónimo de suicidio económico; pero como siempre está el axioma que no falta por qué quejarse, han comenzado a levantarse voces algo extrañas, voces que hablan de una suerte de farandulización del cine chileno y hasta de traición a los principios intrínsecos del arte cinematográfico. Yo me pregunto si de verdad está ocurriendo eso o en verdad le están poniendo mucho…en buen chileno.
Un poquito de historia: el cine llega a Chile a Valparaíso hace más de un siglo, comienzan a filmarse imágenes del puerto, ejercicios de bomberos, funerales de personajes emblemáticos, etc. Al poco tiempo comienzan a producirse películas, de las cuales solo muy pocas han llegado a nuestros días, dichas películas eran piezas de entretenimiento masivo.
Luego llega el cine sonoro y se abren cines en prácticamente todas las ciudades de Chile, las favoritas eran las películas argentinas y mexicanas aunque también había una nutrida oferta cinematográfica local, lo que lleva al estado a crear Chile Films, que no solo producía películas nacionales sino que sus estudios servían para rodar películas extranjeras.
Hollywood hace su entrada y sudamérica despierta...
Comienza la invasión norteamericana de mano de los westerns y superproducciones en technicolor, en algunas ciudades habían salas hasta para 2000 espectadores y se llenaban en todas sus funciones. En 1957 llega la televisión a Chile y eso viene de la mano con un sostenido declive, no sólo de las salas de cine, sino de la producción nacional. Dicho sea de paso, en todo el mundo se sintió el remezón.
A mediados de los 60 comienza a sacudirse todo el mundo, grandes demandas sociales aparecen, movimientos que también querían reflejarse en el cine. Nace el Nuevo Cine Latinoamericano, una propuesta artístico, social y política que recorre toda América Latina y que tiene en el Festival de Cine Viña del Mar, uno de sus momentos cumbres.
Borrón y cuenta nueva...
Las dictaduras que asolaron latinoamérica durante los 70 y 80's trataron de acallar (en algunas ocasiones con demasiado éxito) este movimiento que quedó relegado a la clandestinidad.
Con la vuelta a la democracia en la época de los 90, se realizan varios intentos por resucitar el alicaído cine chileno, que sólo marcaba presencia con esporádicas películas. Algunas de ellas lograron reconocimiento internacional, como “La Luna en el Espejo” y “La Frontera” y otras un inpensado éxito de taquilla como "El Último Grumete" e “Historias de fútbol”. Es en los 90 que aparecen las mega cadenas de cine, con muchas pantallas, muchas butacas, muchas películas y muchas cabritas.
Y es ahora en el siglo XXI cuando se habla del “Resurgimiento del cine chileno”: se empiezan a hacer más películas, se llevan galardones internacionales, se distribuyen internacionalmente y además ¡hay una que otra película que no termina con números rojos!
Hace un par de añitos atrás, los dueños de los billetes comienzan a interesarse en el cine chileno y ven que puede ser un negocio y comienzan a financiar, mediante product placement principalmente, películas de corte comercial que tienen secuelas y que apelan a un entretenimiento masivo.
Es aquí, damas y caballeros, cuando, según muchos críticos y comentaristas de cine, comienza el armagedón. Es el fin de todo lo bueno y comienza el reinado del príncipe de las tinieblas, por fin hemos logrado corromper el único arte decente que teníamos y lo hemos entregado en bandeja de plata a las transnacionales que solo quieren explotar nuestra hermosa tierra latinoamericana…o como me dijeron por ahí hace un par de semanas cuando escribí una opinión del buen año 2012, que "había convertido el arte cinematográfico en una rama del comercio minorista".
¿Será cierto eso de que hemos traicionado los ideales del Nuevo Cine Latinoamericano? No es por nada pero yo soy de la triste opinión que ese movimiento falleció por muerte violenta en los 70 por las razones ya por todos sabida, además que no era más que una copia del neo realismo italiano, pero así como que sea un verdadero espejo de la cultura latinoamericana…hay distancia.
Extrañamente, el objetivo de ese movimiento era el de acercar el cine a la gente común y corriente y resulta que no veo a ningún poblador de los campamentos de Puerto Montt estrenando en festivales con películas que traten de resucitar el Nuevo cine latinoamericano.
Lo que sí veo es a un montón de habitantes de las comunas con mayor ingreso per cápita de Chile realizando películas afrancesadas acerca de lo que ocurre a 5 cm. de su nariz o bien, películas que muestran con ánimo seudo documental como las clases menos favorecidas se retuercen en el fango tratando de luchar contra el injusto sistema. (Por supuesto siempre hay excepciones, pero no estoy hablando de esas excepciones sino de la generalidad de la regla).
Dentro de ese escenario aparecen los Lopez, los Kramer y los Sexo con Amor, Los Badilla y sus películas que desean llevar la mayor cantidad de espectadores a las salas para así ganar dinero y seguir haciendo películas (aunque no sé si ese sea el objetivo de Kramer en realidad). Es curioso que ni Nicolás Lopez, Los Badilla, Boris Quercia o el mismísimo Kramer (que figura como co-director de su película), a la sazón responsables de algunas de las películas más taquilleras de los últimos años y algunos están en el top 5 de las más vistas de la historia, no tengan estudios formales en cine.
Hace años que vengo hablando por acá y por allá de un divorcio entre lo que los espectadores quieren ver y lo que los realizadores quieren que vea el espectador. Pero, ¿qué se le puede pedir a un chiquillo recién salido de la escuela de cine? ¿Que haga una película acerca de la realidad país? ¡Si siempre ha vivido en una burbuja! ¿Qué película hace? Pues lo de lo único que sabe, de los 5 metros a la redonda de él o ella y eso obviamente no es la realidad del país, es su realidad y nada más.
Lo insólito viene antes, en la escuela de cine misma, en donde se encuentra con un montón de personajes que le hablan del cine latinoamericano y de como debe hacerse una película que deben mostrar “La Realidad” y esa realidad con mayúscula y negritas es la que nos dice su manual de cortapalos. ¿Y qué pasa si este jovencito entró a estudiar cine porque admiraba a Spielberg? Está perdido, Spielberg es el demonio, es el enemigo contra el cual luchamos día a día, no debes querer ser él, debes ser “auténtico”. ¿Cómo? Pues imitando a Raul Ruiz.
Nicolás López postula que no existe el cine chileno, que sólo existen películas hechas en Chile, creo que lamentablemente tiene razón, hemos pasado tanto tiempo tratando de resucitar a un muerto, que no hemos cuidado a nuestra guagua que aún está en pañales. Mientras por un lado hay un batallón de cineastas queriendo hacer arte basado en preceptos añejos, aparece esta manada de niños terribles que llenan las salas de cine y venden más popcorn que todos los carritos de cabritas del país, que le dan trabajo a cientos de técnicos y actores, que hacen que al espectador común y corriente (que en su perra vida ha oído hablar de Godard o Kurosawa) le parezca cotidiano ver afiches de películas chilenas en los multicines y que un documental como “El salvavidas”, que normalmente habría quedado relegado al circuito alternativo, se estrene en multisalas. Esto no se debe sólo a los méritos de la película, que los tiene; el que haya sido un buen año en números para el cine chileno tiene mucho que ver. Porque el comercio minorista funciona así, vas a comprar un chicle y de repente ves que tienen un jugo natural y te dan ganas de tomar jugo.
¿Qué cine queremos? ¿Tenemos que convertir nuestras películas en spots descarados de 90 minutos como la última de Badilla (sorry Badilla, me caes bien pero te fuiste al chancho en tu última película) o acaso debemos avalar esas introspecciones artísticas que en el fondo solo muestran a un grupo de la burguesía mirándose el ombligo? O a lo mejor queremos cine rebelde y marginal como El Pejesapo. Quizás queramos la mala copia del cine de género que hace Jorge Olguín. O quizás debamos dedicarnos a hacer biopics de nuestros personajes o recrear los grandes momentos de nuestra historia, al menos eso deja satisfechos a los críticos y los espectadores.
La verdad no lo tengo muy claro, pero lo que si tengo certeza absoluta es que mientras a más películas chilenas les vaya bien, en todos los ámbitos del éxito, crítica, público y económicamente, más fácil se volverá para el resto de los cineastas el llevar a la pantalla sus propuestas.