Lo que el mundo tiene para ofrecer es inagotable. Cada mañana es una oportunidad para aprender a tocar un instrumento, leer un libro, escalar una montaña, degustar un nuevo tipo de cerveza o conocer a un nuevo ser humano rebosante de vivencias e historias personales. El inconveniente, desde luego, es que cada día tiene 24 horas y cada vida no mucho más que 80 años.
A medida que envejecemos, vamos consolidando en nuestra agenda aquellas cosas que sabemos que nos hacen felices y descartando aquellas que no fueron capaces de probar su valía. La invitación a un curso de cueca brava o a un taller de fotografía, es difícil que caiga en terreno fértil porque sabemos que será a costa de algo. ¿Recomiendan 30 abdominales y media hora de yoga al día? Pfff, es gratis decirlo, pero para implementarlo hay que evaluar qué vamos a dejar fuera. Por eso es difícil que esos consejos resuenen. Es como cuando se sugiere “en los colegios se debiera enseñar actualidad” (ya, pero ¿qué excluimos a cambio?) o “hay que aumentar el presupuesto de la DIBAM” (ya, pero a quién se lo quitamos).
¿Qué tal si te dijera que hay una maravilla que no compite por tiempo adicional, sino que se infiltra en intersticios disponibles de la agenda como el agua en la arena?
Aquí voy.
(Redoble de tambores).
Yo sé, yo sé, no hay novedad en esto. Después de semejante introducción esperabas algo más bombástico. Pero, a juzgar al menos por lo que he observado, existe una altísima probabilidad de que no hayas bebido realmente de este cáliz. Procedo a explicar.
Los podcasts ofrecen la magnífica oportunidad de sacarle lustre a trozos de la rutina que muchos desaprovechan: caminatas breves, aseo doméstico, compras en el supermercado, etc. Dado que ya debes lavar los platos, en el intertanto puedes aprender si el alcohol o la marihuana es más peligrosa sin invertir ni un minuto adicional. Dado que ya debes pelar papas, puedes aprovechar cada minuto para conocer la revolución económica que provocó la invención del alambre púas. Y, dado que ya debes gastar una hora diaria arriba de la micro, puedes aprovechar para entender cuáles son los límites del humor hoy en día.
Varias preguntas rápidamente saltan a la vista.
“Dices que es gratis en términos de tiempo, pero ¿acaso no es a costa de la música y/o espacios de reflexión personal?”.
En efecto, si eres de quienes escuchan música cada minuto y lo disfrutan intensamente, los podcasts no son para ti. Ningún consejo es para todos. En lo personal, como tantos, amo la música (de hecho, me pasé un año entero abocado a un libro de su historia). Mientras escribo esto escucho The Lumineers y bamboleo la cabeza solo. Pero, como tantos, la escucho mientras trabajo, por lo que son ya muchas las horas diarias. Si haces como yo, o si por alguna razón escuchas ya volúmenes cuantiosos de música, y/o si eres de quienes les cuesta ya encontrar nuevas canciones que le pongan la piel de gallina y termina recurriendo una y otra vez a los grandes éxitos de siempre, los podcasts son una oportunidad.
Con los espacios de reflexión personal, es exactamente lo mismo. Si aprovechas cada minuto, incluso cuando lavas platos, esto no es para ti. En mi experiencia, muy pocos son así de disciplinados con el uso de su tiempo. La inmensa mayoría más bien dejamos vagar nuestra mente sin ningún objetivo sustancial ante la ausencia de un estímulo externo.
“¿No es podcast un anglicismo innecesario y más bien pretencioso para algo que conocemos hace décadas bajo el nombre de radio?”.
No. Esto es una distinción importante por varias razones.
Primero por la postproducción. En un país como Chile, con una población demasiado pequeña para financiar el tipo de programación que uno encuentra en los grandes polos industriales, casi la totalidad de la producción radial es en vivo, sin postproducción. La diferencia con un episodio cuyo guion ha sido pulido al infinito y que ha sido editado y enriquecido con posterioridad, es GIGANTE. Es como la diferencia entre los noticieros y las películas del cine, o entre una tocata en un bar y un disco masterizado en Abbey Road.
La edición es tan importante que un crítico llamó a Érase una vez en América de Sergio Leone, la peor película de 1984, pero tras ver el corte original la recategorizó como la mejor de la década. El primer corte de Star Wars era tan nefasto que Coppola, de Palma y Scorsese le auguraron lo peor a George Lucas. Luego entró a escena su esposa, Marcia Lucas, y superó a El padrino como la más taquillera de la historia a la fecha (Marcia ganó el Oscar a mejor edición; George sigue sin ganar ni uno).
Luego, el tipo de contenido es diferente. A mi juicio, las radios chilenas son fuertes en actualidad, con excelentes entrevistadores y entrevistados relevantes para entender la contingencia. En el resto, aunque en esto ya hay mucho de gustos personales, ofrecen mucha chacota y conversación suelta, pero pocos programas de contenido macizo, de “aprendizaje sexy”. El dial cumple para enterarse de política o la semana futbolística, y un podcast rara vez dispondrá de contenido igual de actualizado, pero ¿cuántos programas permiten conocer en detalle la historia de la creación de Instagram o entender por qué los Duty Free empezaron en Irlanda?
En tercer lugar, lanzándote al océano del podcast, pescas en el mercado mundial de talento, en lugar de hacerlo solo en el local como permite el dial. Y no es que en Chile seamos menos talentosos. Es que en un conjunto de 17 millones siempre habrá menos que en uno de 7.400 millones, y que en países como Estados Unidos o Reino Unido hay mucho más recursos para la producción de calidad (fíjate en la cantidad de personas que se nombran en los créditos de un programa de NPR, por ejemplo). Hay excelentes astrofísicos aquí, pero nadie conjuga la erudición con el talento para comunicarla como Neil deGrasse Tyson en su podcast. Son las mismas razones por las cuales quizás 29 de cada 30 películas que vemos, son extranjeras.
Cuarto, los podcasts permiten aprender, perfeccionar o conservar una lengua extranjera (inglés, para la inmensa mayoría de los casos). Si estás en esa etapa de tu vida, no lo desaproveches. Es gratis, no compite por tu tiempo (con la salvedad ya tratada de la música) y es de verdad entretenido. Avanzar en un idioma aprendiendo sobre el misterioso banco mundial de semillas que Noruega mantiene en el Ártico en vez de repasando insulsas reglas gramaticales, es invaluable.
Suma que tú eliges cuándo escuchar qué. En radio, buscas de entre lo que sea que haya disponible cuando llegó la hora de planchar las camisas. Peor, la publicidad te puede ocultar temporalmente lo que habría sido de tu preferencia. Con podcasts, le pones play exactamente a lo que más te interesa del universo entero en el instante en que resulta que tienes tiempo para ello. Es una de las principales razones de por qué tantos prefieren Netflix a la televisión abierta.
Por último, y esto no es despreciable, los podcasts ofrecen la posibilidad de pausar y retroceder. Las aplicaciones permiten retroceder de un clic una cantidad preconfigurada de segundos. En el dial, si lo perdiste, lo perdiste: si te llaman por teléfono, llegaste a la caja del supermercado o entraste al ascensor, dejarás el programa inconcluso. De nuevo, parte del éxito de Netflix yace en este atributo, que permite que la familia o los teléfonos interrumpan sin hacer rabiar a nadie.
“Supongamos que quiero darle una oportunidad (¡no digo que me hayas convencido, pedazo de vende-pomadas!) ¿Cómo sigo?”.
Es muy común que la gente no se abra a nuevas categorías de actividades por cierta renuencia/aversión al paso inicial, pero que una vez que se deciden a darlo (o que son forzados a ello por una razón externa), se destapa la bola de nieve. Soy un convencido de que en el hábito del podcast, hay mucho de esto. La gente no sabe exactamente cómo funciona ni dónde descargar los capítulos, y se imaginan sumergiéndose a diario en un laberinto abrumador en busca de contenido.
Pues bien, excelentes noticias. La dinámica es la siguiente:
Los pasos 1 y 3 son triviales. La clave está, por supuesto, en el paso 2. Aquí hay dos mundos: si entiendes bien inglés, o si te interesa perfeccionar tu nivel actual y estás dispuesto a no captar el 100%, podrás acceder a lo mejor de lo mejor. Algunas recomendaciones personalísimas:
Si lo tuyo no es el inglés o no tienes conocimiento alguno del idioma, algunas opciones:
Por supuesto, es solo un ramillete de opciones, expuesto solo para que seas picado por el bichito. Si te dejas picar, con el tiempo irás descubriendo tus propios programas. Y, si todo sale como maquiné desde un comienzo, la próxima vez que en tu casa se quejen de que hay que ordenar la bodega, te ofrecerás de voluntario, irás a buscar tus audífonos y te ganarás el favor de todos cuando secretamente lo que querías, era conocer el idioma de los perros de la pradera.