En febrero de este año leía en el titular de un diario: “Expertos debaten por posible eliminación de Filosofía en enseñanza media”. Tuve que leerlo dos veces para darme cuenta que lo que veía era cierto. El consejo nacional de educación, estaba discutiendo que los colegios dejaran de dictar este ramo dentro de la malla de formación general para alumnos de tercero y cuarto medio.
La Filosofía ha sido y sigue siendo la base del aprendizaje que tenemos respecto del mundo que conocemos. Es asiento del desarrollo de la reflexión, del pensamiento crítico, creativo y de la motivación por el saber. Sólo se conoce aquello que se piensa.
“¡Cuestionárselo todo!”, decía Merlí, el protagonista de la serie de Netflix, un inusual profe de filosofía. Y esto es justamente uno de los principios que debemos lograr transmitir también en nuestros modelos de crianza: enseñar a nuestros hijos a pensar el mundo, a pensar sobre sí mismos y a cuestionar lo que ven para cambiar la realidad, o al menos hacer esfuerzos por aceptarla y/o transformarla de forma consciente.
Me he decidido entonces a buscar fundamentos para dar pie a la idea de que la filosofía es fundamental en el desarrollo de niños y niñas desde las primeras etapas del ciclo vital. Cómo decía Sócrates, es necesario afirmar y convencer a padres, madres y educadores de que “la sabiduría comienza con la curiosidad”.
Hoy en El Definido los invito a hacer este viaje por el mundo de la filosofía, con la ayuda de la serie Merlí que, capítulo a capítulo, nos va mostrando algunas bases del pensamiento filosófico, para preguntarle a algunos de los filósofos más importantes de la historia qué principios podemos regalar a nuestros hijos como inversión a largo plazo.
Sócrates: escuchar y ser escuchado
El recorrido parte con el ya enunciado Socrátes, quien nos diría que la base del pensamiento tiene su raíz en la curiosidad espontánea por saber más del mundo en que vivimos, haciéndonos buenas preguntas. Es el ejercicio de dar respuesta a esas preguntas, el que permitirá que niños y niñas vayan construyendo un pensamiento e ideas propias.
Si tomamos la base del pensamiento socrático, probablemente se nos aconsejaría que ante todo nutramos el desarrollo moral de nuestros niños, haciendo de estos “buenos ciudadanos”. La base de la vida en democracia se construye desde la experiencia de escuchar y ser escuchado, desarrollando la capacidad para la discusión, la buena argumentación y el diálogo constructivo.
Aristóteles: moverse y explorar el mundo
“El mundo necesita de los ´peripatéticos´”, nos diría Aristóteles, refiriéndose a sus seguidores, quienes paseaban con él de un lado a otro, filosofando (peripatêín quiere decir, exactamente, “pasear” en griego). Y nos levantaría de las sillas en que estamos sentados casi todo el día, nos llevaría a caminar y a reflexionar sobre la vida, tal cual cómo lo hizo hace siglos. Hoy este ejercicio es también crucial con nuestros hijos: darles espacio para moverse, conocer el mundo y la vida.
Ellos son el futuro de nuestra sociedad, y nosotros los mediadores y facilitadores de las experiencias que les permitirán ejercer ese rol de mejor o peor manera.
Hoy muchos niños pasan más horas frente a una pantalla que descubriendo el mundo que los rodea. Pasan más tiempo sentados que en movimiento, pasan más tiempo solos que en grupo. ¿Qué estamos haciendo por despertar la curiosidad en nuestros niños? ¿Qué oportunidades les damos a diario para explorar y pensar el mundo en el que viven?
Probablemente, si estos grandes filósofos pudieran aconsejarnos, nos harían ver lo importante que es desarrollar la capacidad reflexiva y tomarla como costumbre. Sobre la base de que en todo niño se esconde un filósofo en potencia.
Por naturaleza, los niños a partir de los tres años comienzan a pensar el mundo y a repetir con frecuencia una pregunta que nos permite dar pie a la idea de que pueden filosofar tempranamente: ¿por qué?
Ya a esa edad, niños y niñas se cuestionan la vida, no dan por hecho los hechos y pueden llegar a marearnos con tanta pregunta. Este es un acto filosófico en sí, nos dirían los peripatéticos, ya que además lo hacen mientras caminan y exploran el mundo en el que viven. Esto hay que aprovecharlo para ir sentando los cimientos de la filosofía, ya sea haciéndoles preguntas de vuelta o bien ayudándoles a encontrar sus propias respuestas.
Nunca le digas a un niño o niña la respuesta, sino que incítalo a buscar su propia versión de los hechos.
Este acto debería ser ley en la vida de niños y base para su aprendizaje. La vieja costumbre de salir a caminar, pensar y debatir en movimiento, tiene importantes ventajas en el desarrollo neuro-cognitivo e inter-subjetivo. Es decir, es un motor que enciende el cerebro del niño, generando nuevas conexiones neuronales y aprendizaje.
Platón: diferenciar lo bueno de lo malo
Si en este camino se nos apareciera Platón, señalaría enfático que la fuente de todo saber está en el ejercicio de diferenciar lo bueno de lo malo, ya sea a nivel de cada persona o de una comunidad. Y nos motivaría a orientar a nuestros niños hacia la búsqueda de aquellas acciones verdaderas por naturaleza, esas que son bellas y buenas en sí mismas (una tarea que hoy suena complicada en un mundo lleno de matices, pero que no es malo tener como objetivo).
Platón nos diría que sólo se acerca a la virtud aquel que logra desde la educación acceder al conocimiento. Así también, y en concordancia con los actuales movimientos feministas, sería enfático en afirmar que niños y niñas deben tener las mismas oportunidades a la hora de educarse y aproximarse al mundo de las ideas.
Epicuro: una vida feliz y tranquila
Pero no todo está en la mente y como padres muchos queremos que nuestros hijos sean felices. Epicuro estaría de acuerdo, y nos diría que al fomentar la filosofía en los niños, estamos movilizando el propósito de llegar a alcanzar desde la conciencia una vida feliz y tranquila.
Una de las enseñanzas más sencillas, pero también más profundas.
Heráclito: todo cambia
Heráclito señalaría que una de las claves para construir esa felicidad, es educar desde la aceptación de que las cosas cambian constantemente, por lo que es necesario entrenar la flexibilidad. “Nadie camina en el mismo río dos veces”, decía; es importante enseñar a nuestros niños a respetar los ritmos de las cosas, a desarrollar actividades que les permitan vivenciar un proceso con inicio, desarrollo y fin.
Si vamos a cocinar con ellos, hacer el proceso completo, desde elegir los ingredientes hasta comer un rico pan recién horneado, es decir, vivenciar de cerca cómo cambian las cosas y como tienen un tiempo particular.
Lipman: Preguntar y preguntar
Cabe destacar en este recorrido a Mathew Lipman, un filósofo que dedicó su vida a fundamentar la “filosofía para niños”. ¿Qué herencia nos dejan sus enseñanzas para activar la actitud filosófica en nuestros hijos?
No des por hecho que tus hijos saben, siempre date el tiempo de preguntarles qué es lo que saben y cómo lo saben. Preguntar y preguntar: ¿tú por qué crees eso? Y desde las respuestas de nuestros hijos, potenciar el diálogo y la conversación para irlos enamorando del saber y permitirles ser incesantes buscadores de respuestas.
Nomen: mediadores de sabiduría
Ahora, ¿cómo promovemos la capacidad de filosofar en la infancia? Jordi Nomen en su libro El Niño Filósofo, nos da una receta infalible.
Enséñale a tus hijos a reflexionar aportando experiencias nutritivas y creativas que los llenen de preguntas, regálales vivencias de encuentro con la filosofía por medio de cuentos, juego y arte. Cada padre, madre o educador, es un mediador de sabiduría y debe, como principio, nunca dejar de fomentar “el arte de preguntar”.
¿Cómo potencias en tus hijos el amor por el conocimiento?
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