En los últimos años, el consumo de drogas, especialmente de marihuana en los jóvenes, ha aumentado considerablemente y al mismo tiempo el rechazo de los padres por su consumo y la percepción de riesgo han disminuido. Una situación preocupante, porque la evidencia indica que aquellos niños que tienen padres más involucrados, presentan menores posibilidades de consumir alcohol y marihuana en la adolescencia.

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Ante esta situación, la Fundación San Carlos de Maipo (FSCM) decidió traer un sistema de prevención en el que la participación de las comunidades es clave para el éxito de éste. Se trata de Comunidades que se Cuidan, un modelo que lleva más de 30 años implementándose en EEUU para enfrentar el consumo de drogas y la delincuencia juvenil, y que ha tenido excelentes resultados.

¿De qué se trata? De entregar distintas herramientas a las comunidades para que se propongan objetivos comunes que apunten a mejorar el futuro de sus niños.

En la fundación necesitaban un sistema que estuviera ultra comprobado que funcionaba y que se pudiera implementar en la realidad chilena, así que cuando vieron las cifras de un estudio que comparó a comunidades que implementaron el sistema con otras que no lo hicieron en EEUU, no lo dudaron. ¿Por qué?

Después de tres años de funcionamiento, los jóvenes de 8º básico en los barrios en donde se implementó, tenían un 32% menos de probabilidad de empezar a tomar alcohol y fumar cigarros, y un 24% menos de probabilidades de comenzar a involucrarse en conductas delictuales.

Además, ya se ha replicado en países como Australia, Alemania, Suecia, además de otros en Europa y Latinoamérica.

¡Había que traerlo!

En 2014 la FSCM con el apoyo constante de la Universidad de Washington, encargada del desarrollo de este sistema preventivo, comenzó a implementarlo en tres comunas de la Región Metropolitana: Quilicura, Lo Espejo y San José de Maipo.

Han pasado casi cinco años y cuentan que ya han logrado impactar a más de 22 mil personas. Desde la fundación aseguran que se trata de un proceso lento de muchos años.

Dicen que uno de los casos de éxito que han tenido es en la población Pucará de Lasana de Quilicura, donde han observado avances importantes como un cambio de mentalidad y mayor compromiso dentro de la comunidad.

Ellos mismos lo reconocen: “Como comunidad nos hemos dado cuenta de que somos protagonistas y constructores de nuestro propio futuro, no necesitamos que venga alguien a entregarnos una solución milagrosa. Cada vez más vecinos y actores se están sumando a esta iniciativa, porque han comprobado que es el camino correcto a seguir”, cuenta Sebastián Iñiguez, coordinador territorial de Comunidades que se Cuidan en Quilicura.

Vecinos empoderados

Según cifras que maneja la fundación, la droga está relacionada con el 50% de los delitos en los que participan menores, es por eso por lo que la prevención es clave para evitar que niños y jóvenes terminen delinquiendo. “Aquí hay un daño que es claro y que perjudica directamente a los más jóvenes”, asegura el gerente general de la FSCM, Marcelo Sánchez.

El consumo también se relaciona con la deserción escolar y esta “significa un 48% más de probabilidades de que los jóvenes cometan un delito. Entonces, en la práctica se crea un sistema de riesgos que tienen que ser abordados de manera integral”, explica Sánchez.

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Para la fundación, invertir en este modelo de prevención es fundamental, aunque requiera un trabajo de muchos años y los resultados no se vean reflejados inmediatamente, a la larga es mucho más económico y fácil que la rehabilitación de los menores.

“La prevención es un proceso que parte con niños pequeños para tener impacto en la forma en que ellos se van a desarrollar cuando ellos sean adolescentes y adultos, por lo tanto, son procesos largos”, explica Raúl Perry, jefe de programas de la FSCM.

“Ya, pero eso funcionó en EEUU, acá la realidad es otra”, les dijeron cuando llegaron a presentar el modelo a estas tres comunas. Sin embargo, con el tiempo los vecinos (familias, escuelas, líderes, comunidad) se dieron cuenta de que se trataba de un sistema adaptado especialmente para la realidad chilena y de la comuna.

De a poco comenzaron a creer en él y fueron estableciendo su propio plan de acción y propósitos para ir cumpliendo lo que ellos quieren para su comuna y el futuro de sus niños. Todo esto lo realizan con herramientas que les entrega la fundación a través de charlas y capacitaciones para que puedan identificar y fortalecer los factores protectores y reducir factores de riesgo como: el abuso de sustancias, delincuencia, embarazo adolescente, deserción escolar, violencia y depresión.

Los miembros de la comunidad voluntariamente asisten a capacitaciones donde van viendo qué pueden hacer ellos para generar cambios como, por ejemplo, mejorar los espacios públicos, generar lazos de confianza entre vecinos e incluso pintar sus casas. Además, ven la posibilidad de implementar distintos programas que tengan evidencia y efectividad garantizada.

Para la investigadora y asesora de la Universidad de Washington de Comunidades que se Cuidan (Chile), Nicole Eisenberg, este sistema no sólo logra empoderar a las comunidades, sino que permite que usen un enfoque de salud pública para prevenir problemas de salud y comportamiento buscando intervenir antes de que aparezcan los problemas.

“Se usan datos recolectados de encuestas con los propios jóvenes de las comunidades para determinar cuáles son sus fortalezas y necesidades, de manera de alinear las intervenciones preventivas con los principales problemas locales. Y las intervenciones que el sistema promueve son aquellas que están basadas en evidencia, que han sido investigadas y que han demostrado ser eficaces”, dice.

Quilicura se preocupa por sus niños y entorno

“Nosotros tomamos la decisión de qué es lo mejor para nosotros, ya no viene alguien del municipio o del ministerio o del gobierno central a decirnos ‘saben qué ustedes mejor que hagan esto’ nosotros ya tenemos la evidencia y sabemos cuáles son nuestras problemáticas”, explica Iñiguez a partir de su experiencia en Quilicura.

“La gente perdió el miedo, hay más comunicación, nos tomamos el espacio público, porque tomamos conciencia de que es nuestro, ya no es del traficante o del vecino más choro, es de todos”, afirma y agrega que esto los ha hecho entender que cada niño que vive su comunidad, no es solo responsabilidad de la mamá. Si él consume drogas o tiene comportamientos violentos, es responsabilidad de la comunidad.

Aunque todavía no existe una medición del impacto que ha tenido este modelo en las tres comunas que se ha implementado, los vecinos sí sienten que ha habido un cambio en la forma de enfrentar los problemas que han identificado y en estos casi cinco años han aprendido a cuidarse y proteger a los niños de su barrio.

¿Qué te parece el enfoque de este modelo? ¿Conoces otro parecido que se esté implementando?