No solo de promesas vive el hombre. Si no, ya tendríamos más de 1.200 kilómetros de ciclovías en Santiago, según lo que prometió en su momento el presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle en su Plan de Transporte Urbano de Santiago que se elaboró a fines de su Gobierno (1994-2000). La idea era alcanzar esa cifra para el 2010, así que ya estamos un poco pasaditos.
De todos modos tenemos cuentas positivas que sacar. Durante la última década, pero principalmente en los últimos años, Santiago ha mostrado un gran avance tanto en el desarrollo de ciclovías como en el uso de este medio de transporte. Así que se podría decir que queda poco para que al fin todos podamos andar pedaleando en la calle así:
Que vendría siendo básicamente lo que todos queremos, ¿no? Como sea, en El Definido decidimos hacer una revisión de lo que hemos logrado el último tiempo en materia de bicis y esto fue lo que encontramos.
Al hablar de este tema, pareciera que el tópico favorito es el kilometraje. ¿Con cuántos contamos ahora? ¿Cuántos habían antes?
Para hacerse una idea, el 2003 Santiago contaba con la escuálida extensión de 20 kilómetros de ciclovías. Lo que alcanza para ir desde Quinta Normal a Las Condes, aproximadamente. Quince años más tarde el panorama es completamente distinto, ya que hemos superado los 300 kilómetros de rutas exclusivas para las bicicletas, es decir, más o menos la distancia entre Santiago y Cauquenes.
Aunque claro, quince años no es poco y las cosas se han dado de forma gradual. Por ejemplo, en 2011 la extensión era de 195 kilómetros, la que subió a 214 en 2013, 243 en 2014 y 287 en 2016.
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Aunque ojo, que aún falta lo que a juicio de muchos es lo más importante: ¡unir las ciclovías!
A comienzos del milenio, los viajes diarios en bicicleta en Santiago superaban por poco los 300 mil. Una década más tarde (más específicamente en 2011), dicho numero se duplicó tras llegar a los 600 mil. ¿Y ahora? Bueno, siete años después de eso, la cifra volvió a doblarse.
Se estima que ahora estamos entre los 1,2 millones de viajes diarios en bici, lo que ubicaría a Chile líder en Latinoamérica en cuanto al uso cotidiano de este medio de transporte, según organizaciones como Furiosos Ciclistas. Aunque hay estudios como el de Ciclo-inclusión en América Latina y el Caribe: Guía para impulsar el uso de la bicicleta, realizado el 2015 por el Banco Interamericano de Desarrollo, que le entrega dicho sitial a Bogotá.
Pero se entiende la idea. El país, sobre todo Santiago, ha avanzado un montón en este tema, pese a que aún nos queda mucho por llegar a ser como Amsterdam, algo así como los campeones olímpicos del uso cotidiano de la bici en la ciudad.
Recientemente el Centro de Estudios Públicos (CEP) lanzó un estudio llamado Movilidad urbana: Santiago no es Chile, en donde se analizaron los distintos medios de transporte que se usan en el país, sobre todo respecto al tiempo en el que se demoran para llegar al destino. ¿Cuáles fueron los resultados en torno a las bicis?
El promedio de tiempo que se demoran los trayectos en bicicleta de la casa al trabajo son menores a los del transporte privado (autos) y del transporte público (micros, taxis, etc.). Aunque también tiene que ver con que se comparan distancias distintas: después de todo, alguien que viva cerca de su trabajo podría preferir irse en bicicleta y, bajo esa lógica, sería evidente que se demoraría menos en llegar.
No así alguien que viva en San Bernardo y trabaje en Las Condes, ya que probablemente descartaría la idea de irse pedaleando todo ese trayecto.
De acuerdo a la información publicada por La Tercera, en el caso del Gran Santiago, el trayecto promedio en bici se demora 27,2 minutos, lo mismo que en el Gran Valparaíso. El número cae a 20,7 minutos cuando se trata del Gran Concepción y vuelve a subir a 26,7 en el caso de las ciudades intermedias (como Iquique, Talca, Temuco, Rancagua, etc.).
Hay que dejar en claro que este tema no es solo de cuántas ciclovías hay y cuánta gente hay ocupándolas. También tiene que ver con la imagen que tiene el país sobre quién pedalea. Después de todo, hace unas décadas atrás, no era muy bien visto.
Gracias al boom del sueño del auto propio y del desapego a la vida rural, andar en bicicleta se veía como algo propio de los sectores socioeconómicos más desfavorecidos. Lo que se graficó a la perfección con el comercial de los ’80 del Banco Estado en el que le decían “¡Cómprate un auto, Perico!”.
Básicamente, se trataba de un hombre bien vestido que se movía en bici y tenía que aguantar como toda la gente que lo veía le aconsejaba que se comprara un auto. Era una publicidad bancaria para acercar el crédito a las personas y así concretar el anhelado sueño de ese entonces (tener un vehículo).
Pero por suerte los tiempos han cambiado. Prueba de ello es que entre 2004 y 2015, los viajes en bicicleta aumentaron un 686% en el sector oriente de la capital. Ese auge, naturalmente, impulsa a quienes no andan en bicicleta a cuestionarse la posibilidad de convertirla en su medio de transporte diario.
Es cierto que puede haber ciertas incomodidades o limitaciones, pero todo es cosa de costumbre. Suelen ser más los prejuicios que se tienen del andar en bicicleta, que las evidencias de sus desventajas. Después de todo, quienes deciden subirse a pedalear suelen quedarse con esta económica, saludable y ecológica alternativa. ¡Abajo con los estigmas y los estereotipos!