La Legua es una de las poblaciones más críticas y estigmatizadas de Chile, debido al narcotráfico que lleva décadas instalado entre sus pasajes y que desencadena delincuencia, balaceras y permanente inseguridad entre sus vecinos.
Son casi tres décadas de violencia que ha mantenido a esta población de San Joaquín en el ojo crítico de todos los gobiernos, Carabineros y PDI; quienes han intentado varios métodos para ver si logran disminuir el tráfico de drogas, los enfrentamientos y las muertes de pobladores inocentes por las denominadas balas locas. Pero al parecer ninguno ha dado resultado.
El último de estos métodos es la decisión de la Intendencia de Santiago de derribar los muros que separan La Legua de Emergencia del resto del barrio, con la intención de desnudar los pasajes más complejos donde se refugian los narcos, impidiendo el ingreso y la vigilancia policial.
Pero sus vecinos están divididos. Hay quienes creen que es una buena medida y otros señalan que los muros son sus únicos salvavidas que detienen las balas locas. Ya van dos muros en el suelo, y tras la promesa de blindar las casas de los pobladores de la villa aledaña, se derribarán los otros cinco muros que se encuentran más cercanos a las viviendas.
Blindar las casas. ¿Por qué no se ha podido frenar la violencia en La Legua?
En El Definido hicimos recorrido por la historia de esta población, revisamos noticias e investigaciones, recogimos distintas opiniones de autoridades, vecinos y actores relevantes de La Legua de Emergencia; y les ordenamos el panorama bien clarito, a continuación.
La crisis salitrera del norte de Chile fue el punto de partida de La Legua. En los años 30, debido a la falta de trabajo, mucha gente obrera del norte decidió venirse a la capital a probar suerte; instalando sus nuevas viviendas a una legua (5 km) al sur del centro de Santiago (Plaza de Armas).
Así nació La Legua Vieja, y a los pocos años se le fueron sumando nuevas familias desde los conventillos y poblaciones de Santiago, que se tomaron los terrenos y conformaron la Legua Nueva.
Ya a fines del 50, la Municipalidad de San Miguel aprobó un loteo de sitios para darle soluciones habitacionales de emergencia (casas de 18 m2) a otros grupos de personas sin casa, formando así La Legua Emergencia. Esto fue antes de que existiera la comuna San Joaquín y la idea era que permanecieran sólo 6 meses hasta encontrar una solución definitiva; pero las familias terminaron viviendo ahí por más de 5 décadas.
En septiembre de 1973 el régimen militar arrasó con todas las organizaciones sociales de La Legua, ya que aquí se concentraban muchos grupos de izquierda que presentaron una resistencia armada histórica hacia la dictadura, por lo que se estalló una ola de violencia, provocando además muchas muertes. Esta violencia se mantuvo hasta mediados de los ‘90, pero no era tan distinta a la de otros barrios críticos de la Región Metropolitana.
Esto hasta que llegaron los narcos con la instalación del primer cuartel central de narcotráfico en La Legua; y cuyo líder era Manuel Fuentes Canino (el Perilla), nacido en La Legua y conocido delincuente de la zona en los años 70, quien vivió años en Italia donde se alió con la mafia y el crimen organizado de ese país para luego implementar todo lo aprendido en Chile.
El Perilla cuando fue detenido |
El Perilla fue el primero que empezó a transitar por la población en buenos autos y siempre custodiado por tres o cuatro guardaespaldas armados; y según cuentan los vecinos era un "choro respetado y querido en toda la comuna". ¿Por qué?
Cuando sabía de un vecino que lo estaba pasando mal, no dudaba en ayudarlo. Así, el Perilla se transformó en un ícono en La Legua, ayudando a todas las personas con necesidades extremas, quienes luego le devolvían la mano con silencio; mientras él compraba casas para ocuparlas como "oficina" donde guardaba y mezclaba la droga para luego distribuirla por todo Santiago e incluso el extranjero.
"Yo lo vi ayudar a mi vecina porque no tenía dinero para comprar útiles para el colegio de su hijo. En Navidad, repartía regalos para los niños más pobres de la población. Él llegó por seguridad para su negocio. En El Pinar, donde vivía con su familia, no estaban las condiciones que se dan aquí", cuenta José, un vecino.
Así fueron surgiendo los primeros "soldados" y "sicarios" del Perilla: hombres que trabajaban asegurando la protección de su negocio. Pero hasta entonces, no existían armas, ni balaceras, ni tampoco bandas rivales, porque el Perilla no tenía competencia. Cuentan los vecinos que si bien convivían con delincuentes, la vida para ellos no era insegura, porque se respetaban entre todos y si había peleas, éstas eran puntuales y se arreglaban con combos.
Pero todo cambió cuando el Perilla fue detenido en 1999 y desde la cárcel (con la ayuda de celulares introducidos por visitas e incluso por gendarmes a los que les pagaba con dinero o drogas); el narcotráfico de La Legua se reorganizó en un nuevo cartel llamado "La Banda de los 40", liderada por dos sobrinos del Perilla bajo las órdenes de él mismo desde la cárcel.
¿Cuándo empiezan las balas y las bandas rivales? A fines del 2003, la PDI consiguió desbaratar esta banda, detuvieron a varios líderes, requisaron la droga y el Perilla fue trasladado de prisión a la que, hasta ese entonces, era usada solo para reos por delitos terroristas: la Cárcel de Alta Seguridad (CAS). Entonces, los que quedaron libres empezaron a disputarse la droga que no había sido incautada y así surgieron las bandas rivales y empezaron los balazos y los primeros muertos en las calles.
El 70% de los vecinos de La Legua viven en condiciones de vulnerabilidad social y sus sueldos a duras penas les alcanza para "parar la olla", según señala el párroco de La Legua, el "cura obrero" Gerard Ouisse (de nacionalidad francesa), quien lleva 15 años en la población a cargo de la parroquia San Cayetano, y quien agrega en entrevista con CIPER (2011) lo siguiente:
"(Hay) familias enteras que no son traficantes pero 'trabajan' para ellos. Como el narcotraficante no cocina, no lava ropa, no plancha, contrata a gente de la población para que le haga esos trabajos. Por ahí se empieza. El mismo alcalde contó que pobladores que fueron a la municipalidad a pedirle ayuda para comprar una lavadora e iniciar un trabajo independiente, resultó que el trabajo era lavar la ropa de los narcos. Otros les guardan dinero, droga y reciben su paga. Ayer mismo me encontré con una señora a la que le pregunté cómo le iba en el nuevo trabajo que se había conseguido fuera de la población. Me respondió que dejó el trabajo porque lo que ganaba en un mes afuera, aquí en la población lo ganaba en un día".
Padre Gerard Ouisse. Fuente: La Tercera |
Esto mismo lo comenta el director del Hogar de Cristo, Pablo Walker, en un programa de Informe Especial que se emitió el domingo pasado. "Si no me alcanza el sueldo y a duras penas me alcanza para parar la olla, obviamente que voy a recurrir al que me ofrece tenerlo hoy día, si no soy gil". (…) "Una sociedad de consumo da como resultado el verse muy débil frente al chantaje de una persona que te ofrece poder ganar hoy día lo que tu papá ganaría, con suerte, en dos semanas o en un mes”.
Hay una frase que es casi un lugar común, agrega el sacerdote: “Prefiero ser narco a no ser nadie".
Y los vecinos también lo confirman.
Rosa, una vecina contaba en 2011 que, luego de enviudar a su hijo menor le dio bronquitis y tuvo que dejar de trabajar para cuidarlo, por lo que ya no tenía de dónde conseguir dinero para comer. En la desesperación, decidió pedirle ayuda a su vecino narco, el mismo que en múltiples ocasiones ha ayudado a vecinas de su pasaje en problemas, a cambio de protección y ciertas complicidades.
"Me quedé esperando detrás de la ventana hasta que a media mañana llegó en su camioneta. Salí muy nerviosa a la calle. Lo saludé. Él ya sabía que mi hijo estaba malito. Le conté que no mejoraba, que no podía salir a trabajar y que necesitaba algún trabajo en la población para poder comprarle medicamentos y llevarlo al hospital. Se metió la mano al bolsillo, sacó $130 mil y me dijo: “Tome vecina, pero yo no quiero que se meta en esta huevada. No vaya a ser que después la detengan y se queden sus hijos tirados”, confesaba Rosa, quien agrega que "¡cómo después de lo que me ayudó lo voy a denunciar! Imposible. Así como yo hay muchas mujeres y familias en esta población que aunque rechacemos esta porquería, les debemos lealtad”.
El padre Gerard agrega que, por ejemplo, había un señor de la parroquia que necesitaba una operación urgente en su pierna y que le dieron el número 180 en la lista de espera de salud pública, y esto significaba esperar 15 años. Entonces, él contó su caso en la población y a los pocos días los narco le ofrecieron realizar distintos trabajos para ellos para poder juntar el dinero y operarse en el sistema privado.
Y Jorge Correa Sutil, ex Subsecretario del Interior de Ricardo Lagos, y encargado del primer plan de intervención policial en La Legua, recordó el inicio del plan señalando que “Hubo una petición para que el gobierno dejara de mirar para el techo. Todas las funciones del Estado las cumplían los narcos: previsión, salud, deporte, seguridad. En La Legua no regía el estado de derecho”.
Según las últimas cifras (Censo 2002), en La Legua habitan al menos 14.000 personas, en sus tres secciones (La Legua Vieja, La Legua Nueva y La Legua Emergencia). Cerca de un 35% corresponde a menores de edad (un 16% de ellos no va al colegio) y más del 70% de los vecinos viven en condiciones de vulnerabilidad social, como señalábamos.
Según cuentan en Informe Especial, La Legua Emergencia se divide socialmente por calles, de la que ni siquiera Google Street View tiene registro completo, debido a su nivel de riesgo.
Éstas son dominadas por las más de 10 bandas de narcos que habitan en la población, pero principalmente por las cuatro más poderosas:
La calle Francisco Zárate está dominada por "Los Come Perros", clan familiar liderado por el Lucho y su señora Eli, sus hijos Adolfo y Yulian y el pistolero Caluga.
La calle Karl Bruner es dominada por Los Cototos, banda integrada por el Rumpy y sus hijos Michael Jordan y Chico Vialli.
El pasaje Santa Catalina Sur es controlado por el clan de Los Gálvez: el guatón Fabián está a la cabeza (hijo de Loco Tello, detenido en el 2000 y de Bernarda detenida el 2004. Su hermana Carolina fue detenida el 2011 y su hermano Bryan el 2015.)
Hoy Los Gálvez se unieron con Los Cototos y los Come Perros, en contra de la otra gran banda, Los Cochinos.
Los Cochinos dominan la calle Sánchez Colchero. Son una banda familiar que sería liderada por mujeres como Rosa Fuenzalida (aunque ella lo desmiente). Tienen 3 miembros de su familia presos actualmente.
Estas son las bandas que dominan la población. Entre sus miembros arreglan cuentas a cada rato y es por eso que se presentan las balaceras todo el tiempo, especialmente cuando vuelve a La Legua algún miembro importante de alguna banda que estaba detenido y quiere retomar el poder en su calle, sus oficinas y sus clientes.
El 2001, el gobierno de Ricardo Lagos realizó la primera intervención policial en La Legua. En el marco del programa Barrio Seguro (2001-2007), la población comenzó a vivir bajo el permanente control de Carabineros (24 horas) en varios puntos fijos. Pero la violencia continuó, porque faltó penetrar en las comunidades.
“El control policial es pésimo porque están instalados en las orillas y no entran”, señala un vecino a Qué Pasa. Mientras el director del INDH, Branislav Marelic, aclara que esto no es tan simple:
"Cualquier intervención policial en el país tiene que tener estándares estrictos del uso de la fuerza y tienen que someterse al escrutinio de los organismos administrativos y de los órganos penales cuando corresponda, pero parece ser que, en base a evidencias, eso no es así en La Legua", explica Marelic en Informe Especial.
Por su parte el INDH, responsabiliza al Estado de estigmatización, al categorizar a La Legua como el “barrio crítico” y piloto de las primeras políticas de seguridad, “cuando aún el país no contaba con la experiencia para diseñar políticas en ese ámbito y aún no formaba profesionales para intervenir en esos contextos”.
Años después, el gobierno de Sebastián Piñera destinó casi $19.000 millones para impulsar el desarrollo social del barrio en diferentes planos: educacional, de infraestructura, urbanístico, de empleo y de control.
En el gobierno de Piñera también se instaló un BancoEstado, se reconstruyeron las calles Canning y Mataveri, se desarrollaron talleres recreativos, terapias sistémicas y programas de emprendimiento y de reinserción laboral y escolar, se repararon jardines infantiles, plazas y áreas verdes, centros deportivos, juntas de vecinos y sedes sociales, construcción de ciclovías y se ha ampliado la red de iluminación pública.
Pero a pesar de todo lo anterior, nada ha logrado disminuir el narcotráfico y, según el alcalde Sergio Echeverría, esto se debe a que no se puede tener desarrollo social sin éxito policial ¿Y por qué no lo hay? En parte, porque La Legua está encajonada en siete pasajes que no permiten la entrada de la policía, esto porque sólo tienen un control perimetral de la zona. Y, como señala el alcalde, cuando ocurren balaceras, la policía se retira o no interviene. Esto lo corroboran los vecinos, como Alexandra Espinoza, quien señala "cada vez que hay una balacera, ellos arrancan. Para qué voy a denunciar, si no dan seguridad, que es lo básico. Sólo aparecen para allanamientos y controles de identidad. No más que eso".
Los Carabineros, por su parte, se defienden diciendo que en eventos críticos como éstos deben resguardar la seguridad de la ciudadanía y también la de Carabineros.
El 2013 se creó el Plan Iniciativa La Legua, una intervención multisectorial para mejorar la situación de sus habitantes y darle un giro al destino de la población. En ese marco, también se expropiaron terrenos de la embotelladora Andina para construir 200 casas y 44 departamentos, los mismos que se entregaron en marzo de este 2017 y que pasaron a llamarse: el nuevo complejo habitacional Los Jardines de San Joaquín. Esto fue un primer paso para saldar la deuda histórica de la vivienda del Estado con La Legua y aliviar el hacinamiento en que viven sus pobladores, entregándole viviendas sociales a quienes vivían de allegados en la población.
Jardines de San Joaquín II |
Para "emparejar la cancha" y devolverles la seguridad a los habitantes que se quedan en La Legua Emergencia, la Intendencia de la RM desarrolló el Plan Integral La Legua que considera, entre muchas otras cosas, derrumbar los siete muros de los pasajes que encierran el sector para permitir el acceso a los policías. Los mismos muros que protegen a los nuevos vecinos de Los Jardines de San Joaquín de las balaceras, quienes están en contra del derrumbe por un tema de seguridad.
La Intendencia ya botó dos de los muros que quedan más alejados de las viviendas, y, luego de blindar las 22 casas más riesgosas de la Villa Los Jardines (trabajo que se comenzó este lunes); continuarán con la demolición de los otros cinco muros.
"La única manera que encuentra el gobierno es meter presa a la gente, dejando a los cabros chicos en la calle botados, por eso dejan el colegio. Cómo comen, cómo viven, por eso andan tirando balazos y traficando, porque tienen que vivir de alguna manera", señala una vecina de La Legua en Informe Especial, aclarando que la situación es un círculo vicioso.
El padre Gerard opina parecido, señalando que si bien las operaciones policiales a veces son exitosas, "no puedo dejar de mirar que esas detenciones dejaron muchos hogares sin cabeza. Al día siguiente había varios niños solos. La mayoría ya tenía a su padre preso y ahora se llevaban a su madre. Y qué pasa: los jóvenes que se quedan solos ocupan el rol que dejaron sus progenitores. Forman pandillas y comienzan las batallas territoriales por quién se queda con el control del negocio". El sacerdote, además, es escéptico respecto a que el derrumbe del muro venga a solucionar el problema de la violencia.
"Llevo 15 años viviendo aquí y el problema de las balaceras y de la violencia siempre ha estado, y no ha disminuido, al contrario. El aumento de carabineros no ha cambiado el problema de fondo: el tráfico de armas", señala, agregando que para él, la solución es la mejora de la educación de los niños, para que sigan rumbos diferentes.
Y claro, tiene razón. La Legua cuenta con buenos colegios y hay varios ex alumnos que han logrado estudiar buenas carreras y salir adelante, lejos de la población, o sin la necesidad de involucrarse con los narco ni con las drogas.
Pero el gran problema entonces es que el 16% de los niños de La Legua no va al colegio, por miedo a ser secuestrados por bandas rivales, por no tener quién los lleve o por temor a recibir una de las balas locas en plena calle.
Por eso es tan complejo el caso de La Legua, así como lo es el de otras poblaciones en otros países del mundo. ¿Es un problema sin solución?
Nunca. Es un desafío enorme, pero hay salidas y si se logra un trabajo coordinado de todos los actores involucrados (gobierno, vecinos, ONGs, etc.), se puede ir avanzando poco a poco en la lucha contra la violencia y la vulnerabilidad.
Hemos visto iniciativas internacionales que han logrado revertir este tipo de problemas, como las madres que combaten la violencia en Venezuela, la ONG que transforma pandilleros en líderes en México o el exitoso programa mundial para acabar con la violencia de barrios de Cure Violence. Y en Chile, hay varios organismos, creados por los propios legüinos, que están cambiando las cosas dentro de la población, dándole oportunidades verdaderas a los niños y jóvenes y también a sus familias.
Les contamos hace un tiempo sobre Raipillán, el proyecto de folklore liderado por una vecina que agrupa a muchos vecinos en torno a la danza y la cultura. Está también la Corporación La Caleta que se la juega por los derechos de los niños en la población, el trabajo del padre Gerard y la parroquia con los vecinos y la búsqueda del diálogo en la paz, los huertos comunitarios, entre otros proyectos. ¿Cómo están ayudando todos ellos y qué más se puede hacer para salir adelante?
Es lo que hablaremos en nuestra siguiente nota sobre La Legua.