Platea alta, platea baja, palco preferencial numerado, cancha, cancha VIP, cancha Platinum, preventa exclusiva… Tantos conceptos a los que nos hemos acostumbrado gracias a la consolidación de la industria de los megaconciertos en nuestro país, pero que hace quince años nos habrían resultado completamente ajenos.
A fines del año 2001, después de una década de importantes avances para la industria musical y para la música chilena en sí misma, Los Prisioneros alcanzaron un logro histórico al lograr llenar el Estadio Nacional dos noches seguidas sin auspicios y sin mayor publicidad que el revuelo mediático que provocó el anuncio de su tan esperada reunión.
Con motivo de los 15 años de este acontecimiento, en El Definido te venimos a contar de la importancia de este concierto. Y para hacerlo, es importante analizar el contexto en el que ocurrió, y volver algunos años al pasado para prestar atención a ciertos antecedentes relevantes.
Tras el triunfo del NO y el fin de la dictadura, el país comenzó a despertar luego de varios años de un “apagón cultural”. Volvieron a levantarse iniciativas artísticas, el Estado empezó a involucrarse en el fomento a la cultura y Chile empezó a ser visto con interés por varios artistas y productores que veían en Santiago un potencial parada para realizar conciertos o levantar carreras de artistas locales. Iniciativas como la de Amnistía Internacional y su concierto “Desde Chile… Un abrazo a la esperanza”, que contó con artistas del calibre de Sting, Peter Gabriel y Sinnead O’Connor, sumadas a arriesgadas iniciativas privadas como la productora Prodin, que entre 1989 y 1993 fue la encargada de que artistas como Michael Jackson, Rod Stewart, David Bowie, Eric Clapton, Phil Collins y Soda Stereo pisaran suelo chileno por primera vez, probaron que Chile efectivamente tenía potencial para cultivar una industria y una audiencia importante.
Para 1990, Los Prisioneros habían publicado tres álbumes y estaban consolidados ya como la banda chilena más importante de la época. Tras la salida de Claudio Narea en 1989, gatillada por un desliz amoroso de Jorge González con su esposa Claudia Carvajal, Los Prisioneros lanzaron el álbum Corazones (1990). La placa, producida por Gustavo Santaolalla, contaba con hitscomo Tren Al Sur, Corazones Rojos y Estrechez de Corazón, y le trajo a la banda importantes éxitos de ventas tanto en Chile como en el resto de Latinoamérica. Tras dos exitosas presentaciones en el Festival de Viña de 1991 y un triple disco de platino, la banda anunció su separación y comenzó una gira de despedida que finalizaría con un último concierto en el Estadio de Playa Ancha en 1992.
Durante los '90 el pop rock chileno, gestado desde los '80, se consolidaría gracias al talento de bandas hoy emblemáticas de nuestra música como La Ley, Chancho en Piedra, Los Tres y Los Tetas. Grandes transnacionales como Universal, Warner y EMI apostaron por invertir en estos grupos, obteniendo a cambio importantes ganancias. Si bien su inversión en talentos nacionales nuevos fue baja en comparación a otros países como Argentina y Brasil, para 1996 las ventas anuales de la industria discográfica en Chile se elevaron por sobre los ocho millones de unidades (en un país de 13 millones de habitantes, según el Censo de 1992). La música en Chile se movía.
Durante los nueve años que transcurrieron desde su separación definitiva hasta su reunión en 2001, los integrantes de Los Prisioneros se mantuvieron activamente vinculados a la música trabajando en diversos proyectos en solitario. Su éxito, sin embargo, fue escaso si se le compara con el que obtuvieron como banda.
El interés de reunir a Los Prisioneros existió en todo momento. Con la publicación del compilado Ni Por La Razón Ni Por La Fuerza (1996), que incluía grandes éxitos de la banda y temas inéditos que nunca antes habían visto la luz, varios fanáticos recuperaron las esperanzas de ver a sus ídolos reunidos. Se sabía que habían retomado contacto y que, tras los dramas amorosos y las diferencias artísticas que gatillaron la separación en un principio, los tres amigos de San Miguel habían vuelto a tener una relación cordial. Sin embargo, la posibilidad de una reunión todavía era remota. Ya les habían hecho ofertas para reunir a la banda, pero nunca hubo acuerdo de parte de los tres integrantes. González no se mostraba interesado, pues estaba ocupado en sus proyectos solistas y no le producía ninguna emoción tocar las canciones de Los Prisioneros.
Cuando una banda famosa se reúne es común escuchar voces críticas acusando de que la única motivación detrás es el interés por ganar dinero. En el caso de la reunión de Los Prisioneros, el dinero claramente era una motivación importante, pero no la principal. Lo cierto es que, de haber sido solo por dinero, la reunión habría ocurrido mucho antes. Durante los '90 el único que vio cierta solvencia fue Jorge González, gracias al éxito de su carrera solista y a los ingresos adicionales que recibía de los hits de Los Prisioneros por concepto derechos de autor. Sus compañeros, en cambio, pasaron por varias dificultades económicas durante los '90.
Por aquel entonces, Jorge González trabajaba con EMI en el lanzamiento del disco titulado “El Caset Pirata” (2000), compuesto por grandes éxitos de la banda tocados en vivo entre 1986 y 1991. La calidad, tanto del audio como de la interpretación, dejaba bastante que desear.
En ese tiempo no existía ningún registro de buena calidad de la banda tocando en vivo. Existían varios bootlegs de conciertos de la banda, desde presentaciones en el salón de actos de su colegio hasta sus dos noches en el Festival de Viña, pero la calidad de estos nunca daba la talla de lo que se esperaba para una banda del calibre de Los Prisioneros. Esto trajo a González la idea de grabar estas canciones nuevamente, esta vez bien.
Junto con El Caset Pirata, el sello Warner Music lanzó un compilado titulado Tributo a los Prisioneros, en el que 18 artistas nacionales versionaron clásicos de la banda. Nombres tan diversos como Gondwana, Florcita Motuda, La Ley, Javiera Parra y Los Imposibles, Los Miserables y Mamma Soul desfilaron por el álbum, repasando clásicos de los cuatro primeros discos de la banda. Según relata el periodista Manuel Maira en su libro “Jorge González: Cuéntame Una Historia Original”(2016), la publicación de este disco tributo era una jugada planificada, que buscaba preparar el terreno para anunciar la reunión que ya se estaba gestando en secreto. Llevaban desde mediados del 2000 trabajando en la realización de un concierto de reunión que sería grabado y publicado como disco en vivo.
Los preparativos del concierto implicaban una gran inversión de dinero. Los costos de arrendar el Estadio Nacional y montar la monstruosa maquinaria de un megaespectáculo, incluyendo al equipo técnico, hacían que la suma fuera millonaria. El manager de la banda, Carlos Fonseca, intentó conseguir auspiciadores y no tuvo éxito: el mensaje de Los Prisioneros seguía generando anticuerpos en el sector empresarial. Estamos hablando de un tiempo en que la herencia cultural de dictadura seguía pesando en la sociedad, la figura de Pinochet seguía activa y vigente en la política nacional, el conformismo de la generación “ni ahí” predominaba en los jóvenes y los discursos contestatarios eran mal vistos por la opinión pública.
Finalmente, de alguna forma reunieron el dinero, y de forma totalmente autogestionada arrendaron el Estadio Nacional. Los preparativos para el concierto se extendieron por más de un año, y se llevaron a cabo con total hermetismo: para evitar que la prensa recibiera algún rumor, la reserva del estadio quedó a nombre de Inti Illimani, aprovechando que para entonces Carlos Fonseca era su manager, y arrendaron una casa en el pasaje Gaspar Cabrales para ensayos y reuniones. Cualquier persona del equipo técnico que tuviera que ir al lugar sería convocada a un par de cuadras, y de ahí se le llevaría caminando al lugar.
A la izquierda: la casa de Gaspar Cabrales #1477, en el tiempo en que Los Prisioneros la usaron como centro de reuniones y sala de ensayo. A la derecha: la casa en la actualidad. |
Entre 1999 y 2001 González pasó por un intenso proceso de rehabilitación para superar su adicción a las drogas, que lo llevó a internarse en dos ocasiones en una clínica en Cuba. Para llegar en buena forma al concierto comenzó a ir al gimnasio, y para evitar recaídas fue acompañado en todo momento por su esposa Loreto Otero.
El 5 de septiembre lanzaron en los medios de comunicación el single “Las Sierras Eléctricas” y el 9 de octubre convocaron a una conferencia de prensa en la Feria del Disco del Paseo Ahumada para anunciar que el 1 de diciembre Los Prisioneros ofrecerían un megaconcierto en el Estadio Nacional. Fuera de esta conferencia, la única promoción que hicieron fue aparecer días después en el programa De Pé A Pá, con Pedro Carcuro. No hizo falta más publicidad. Las entradas se agotaron antes de que los afiches promocionales llegaran a la imprenta.
Tal fue el fervor por el concierto, que se hizo necesario agendar una segunda presentación en el mismo recinto. Con las entradas a $6.000 galería y $8.000 cancha (unos $9.700 y $13.000 de hoy, respectivamente), lo que se buscaba era apostar al volumen de público.
Se quiso fijar el segundo concierto para el 2 de diciembre, pero el estadio ya estaba reservado para esa fecha, así que debieron fijarlo para la noche del 30 de noviembre, para desgracia de los fanáticos que se perderían la primicia a pesar de haber comprado antes sus entradas. No obstante, esto no fue impedimento para que la convocatoria de ambos conciertos sumara más de 140.000 personas. Recordemos que estamos hablando de un tiempo en el que los megaconciertos todavía eran una novedad en Chile. Cada uno era un acontecimiento cubierto por la prensa con varios días de antelación, y mucha de la gente que asistía iba motivada por la novedad más que por el fanatismo.
Con casi tres horas de repertorio y un repaso por sus grandes éxitos y por otros temas menos conocidos, Los Prisioneros superaron todas las expectativas y marcaron un hito en la música chilena que les permitió revitalizar sus carreras como banda y a nivel solista.
“La sensación era increíble, realmente era increíble ver el Estadio Nacional lleno de gente gritando… Yo salía de vez en cuando a mirar y era impactante la bulla de la gente cantando: era el evento nacional de ese año, y era realmente impresionante”, nos relata Carlos Barros, el ingeniero encargado de grabar el concierto, desde Estudios Triana (Providencia).
Barros además de grabar el concierto, realizó posteriormente el proceso de overdub. Esta técnica, un secreto a voces en la industria discográfica, consiste en regrabar voces e instrumentos en estudio para corregir errores y mejorar el sonido del disco en vivo.
“Ellos se preocuparon mucho de que el concierto fuera impecable. Jorge (González) es un tipo muy preocupado de la técnica y, claro, ellos pusieron todo de su parte para que esto saliera bien. Y después, cuando me tocó hacer los overdubs, que no fueron muchos tampoco, los vi muy dispuestos a que saliera lo mejor posible el disco. ¡Y fue un disco tremendo! Además que, dejémonos de cosas, esto iba a reportarles un seguro de vida: era una cosa grande donde pusieron todas sus fichas, y por eso también estaban poniendo todo de su parte”, nos cuenta Barros.
El registro de este concierto fue lanzado en formato de álbum bajo el nombre Estadio Nacional, y en DVD Lo Estamos Pasando Muy Bien bajo la dirección de la documentalista Carmen Luz Parot. Ambos fueron éxitos de ventas.
Tras la reunión de Los Prisioneros vino la gira nacional, luego una gira internacional, un nuevo álbum, los problemas, la salida de Narea en 2003, dos nuevos discos y la separación definitiva en 2006.
Desde entonces han existido intentos por reunir a Los Prisioneros por última vez, sin éxito. Sus integrantes se han reunido de forma parcial en una que otra ocasión, pero la reunión definitiva cada vez parece ser más improbable: el reciente accidente cerebro vascular de González, sumado al irreconciliable conflicto con Claudio Narea han hecho lo suyo para sepultar este sueño. Si a esto sumamos la dinámica que ha adoptado la industria de los conciertos, con una copada agenda internacional y un importante predominio de festivales, la verdad se ve bastante difícil que una banda como Los Prisioneros vuelva a lograr algo como lo que se logró hace quince años, en un tiempo en que tenían a todo el público pendiente de su único gran evento y con sus integrantes en plena forma.
Si bien lo que lograron Los Prisioneros fue posteriormente alcanzado por otros artistas del recuerdo como Madonna o Roger Waters, resulta difícil creer que una banda nueva, en especial chilena, logre hoy la transversalidad que lograron Los Prisioneros en su momento. Por la forma especializada en que hoy funciona la industria, creando artistas de nicho en lugar de grandes ídolos, resulta poco probable que volvamos a vivir algo como lo ocurrido hace 15 años en el Estadio Nacional.
Por estas razones, el reencuentro de Los Prisioneros es un hito histórico fortuna y por fortuna contamos con su registro para poder revivirlo y conservarlo en nuestra memoria, y para, como dice la famosa canción, escuchar el latido, sintonizar el sonido, agudizar nuestros sentidos y darnos cuenta de que estamos vivos.