Hace pocas semanas el reconocido artista nacional, Mauricio Redolés, publicó una ácida carta a través de las redes sociales: en ella se reflexiona sobre los problemas de delincuencia y suciedad que afectan al Barrio Yungay cada vez que se realizan actividades culturales, y cómo estos perjuicios son síntomas visibles de problemas mayores que no están siendo atendidos por las autoridades, siendo los vecinos (él incluido) los que se llevan la peor parte.

La carta causó gran eco en el ciberespacio, y sirvió como gatillo para activar una campaña organizada por los mismos vecinos, Redolés incluido, para poner freno a problemas tan diversos como la basura, el narcotráfico, la especulación inmobiliaria y mal uso de los espacios públicos.

Iniciativas de este tipo, en tiempos como los nuestros, parecen ser excepciones a la regla: en Chile la vida barrial es una especie en extinción. La convivencia en el barrio, que antes era un espacio de ayuda mutua y relaciones de confianza, hoy corre el riesgo de desaparecer y ser definitivamente reemplazado por un estilo de vida más individualista y apático. Estudios recientes han arrojado que los chilenos estamos dejando de confiar en nuestros vecinos, o peor aun, ni siquiera los conocemos: en muchos casos no sabemos ni sus nombres.

Pero no hay que alarmarse (o sí, un poquito, pero sin que panda el cúnico, como diría el Chapulín), porque diversas iniciativas están aportando con sus esfuerzos para que esto no sea más que un pronóstico pesimista de un problema que todavía estamos a tiempo de solucionar. Al día de hoy existen un sinnúmero de iniciativas que buscan contribuir al fortalecimiento de los barrios como organización: desde alarmas comunitarias para combatir la delincuencia, hasta aplicaciones y redes sociales locales que ayudan a coordinar actividades y comunicar emergencias desde nuestros smartphones.

Pero de lo que queremos contarles hoy es de Malón Urbano, una iniciativa chilena que lleva ya tres años trabajando por construir comunidad. Su objetivo es traer de vuelta la comunicación entre vecinos, mediante la toma de espacios públicos, el arte, el entretenimiento y el debate.

(Paréntesis: para los que desconocen el concepto “malón” porque son demasiado jóvenes, o porque no han leído Papelucho: era un tipo de fiesta surgido entre los años ’50 y ’60, en el que el anfitrión ponía la casa, pero era deber de cada invitado llevar algo para comer o beber).

El procedimiento es relativamente sencillo: un grupo de vecinos decide abordar alguna problemática que, a su juicio, exige ser debatida a nivel de barrio. Entonces se designan funciones, escogen un espacio y organizan actividades como juegos para niños, cocina y espectáculos artísticos. Se convoca a la gente y, llegado el día del evento, cada uno lleva su mesa y sus sillas y se sientan a conversar y trazar ideas para solucionar entre todos las problemáticas que les preocupan. Al final de la jornada queda construido un vínculo entre vecinos que permite replicar este modelo de acción tantas veces como deseen.

Este proyecto es una iniciativa impulsada por el laboratorio Ciudad Emergente, fundación que trabaja la urbanización desde la participación ciudadana y la innovación.

Ciudad Emergente está compuesta por un equipo interdisciplinario en el que participan arquitectos, sociólogos, diseñadores, administradores públicos e ingenieros, con miras a desarrollar formas de urbanización colectiva.

“Buscamos mejorar las ciudades con acciones de corto plazo, pero con miras a efectos sostenibles en el tiempo”, nos cuenta Javier Vergara, arquitecto y director de Ciudad Emergente. “Nuestro objetivo es que las personas construyan colectivamente las ciudades. Intentamos que, de alguna forma, las personas se sientan más parte en la construcción de la ciudad, y dejen de pensar que la urbe la construyen solo los expertos. Todos podemos ser parte de esto.”

La idea de esto es fomentar la participación y el empoderamiento: así como en un malón todos eran responsables de que la fiesta fuera un éxito, en un malón urbano todos son igualmente responsables de que la actividad misma salga bien, pero lo que es más importante: que la organización vecinal prospere y los objetivos propuestos se cumplan.

“Nosotros lo que hacemos es incentivar a que esta acción se replique, y para eso hemos puesto a disposición una guía de pasos para que, quien quiera conocer a su vecino, lo pueda hacer”, agrega Javier.

Estos pasos forman parte de un sencillo tutorial que enseña cómo echar a andar un malón urbano. Si te animas a hacerlo, entra al sitio oficial de Malón Urbano y encontrarás, además de las instrucciones, material descargable para confeccionar afiches, postales, cartas de invitación y muchos otros formatos de difusión. óolo tienes que ponerle las ganas.

A la fecha casi dos mil personas, tanto dentro como fuera de Santiago, han participado de un malón urbano en su barrio. De hecho, nosotros mismos, por iniciativa de los amigos de AcciónRSE, participamos en la organización de uno en nuestra propia calle para celebrar la navidad y conocernos. ¿Qué esperas para hacer lo mismo?

¿Conoces a tus vecinos?