El viernes pasado el equipo de El Definido fue raptado. Bueno, digamos más bien que fue un secuestro voluntario. Nos subimos a una van para conocer y pasar todo el día en un rincón a unos minutos de la capital, más precisamente en un palacio. Sí, porque en Pirque existe uno y está rodeado de un parque lleno de árboles centenarios y piletas. Pocos lo conocen, pero este año, después de un siglo de haber sido construido, volvió a abrir sus puertas al público con un objetivo notable.
Las Majadas de Pirque fue un encargo de la familia Subercaseaux Browne al arquitecto Alberto Cruz Montt, quien diseñó este palacio que vio la luz en 1907, albergando hasta 20 piezas y 10 baños tras una ostentosa fachada de predominante estilo francés. Como propiedad privada de esta familia, y luego de otras que la compraron sucesivamente, su valor para los chilenos no iría más allá de su impresionante belleza, pero hoy este lugar guarda un nuevo tesoro en su interior.
El palacio fue restaurado y rediseñado por dentro para convertirse en un (epi)centro de conversaciones que inspire la creación de capital social en Chile y sea una verdadera fábrica de redes humanas. La idea es que empresas y organizaciones asistan para pasar uno o más días soñando, creando y llevando a cabo proyectos que aporten a nuestro país.
Bueno, eso fue lo que hicimos nosotros como equipo durante todo el día (además de comer muy bien). Pensar cómo mejorar, preguntarnos qué nuevas cosas podemos integrar a nuestro diario, qué ideas personales pueden servir para aportar más a nuestros lectores, qué estrategias nos pueden ayudar a llegar a más personas, qué nos falta por hacer, entre otras cosas.
Así como nosotros, que fuimos invitados, muchas otras organizaciones tienen la oportunidad de organizar jornadas de creatividad en este lugar que desde este año redefine su destino.
Transformar este palacio privado en un espacio para transformar Chile fue algo que decidieron concretar hace algunos años Pablo Bosch y Wensceslao Casares, quienes se conocieron en Harvard y rápidamente se hicieron amigos. En vez de venderlo, buscaron darle un nuevo valor, dejándole los "arreglos" al destacado Premio Nacional de Arquitectura Teodoro Fernández.
Casares es empresario tecnológico y Bosch llevaba décadas trabajando en B.Bosch, empresa que desarrolla infraestructura eléctrica y metalmecánica, pero ambos tenían un interés que compartir. "Wenceslao viene del mundo de los bits y yo del mundo de los bricks, pero los dos tenemos en común que nos interesa mucho el tema social", contaba Bosch a la revista Qué Pasa pocos meses antes de inaugurar las Majadas.
Así fue como se unieron, junto a un interesante equipo, para desarrollar este primer centro de conversación de América Latina, que permitirá reunir bajo el mismo techo a los distintos actores involucrados en temas diversos y hacerlos dialogar, porque cuando las cosas se piensan, se conversan y cuando se genera colaboración, los proyectos son mucho mejores.
El lugar ofrece, además de un escenario natural maravilloso y una arquitectura de lujo -que combina con maestría una fachada clásica y un interior de sofisticada modernidad- abundantes salas de reuniones, talleres y hasta un auditorio, para que las empresas que deseen cambiar de aire y abrirse a nuevas posibilidades, lo puedan hacer con facilidad. Si lo desean, los comensales pueden también llevar los pouf disponibles al patio y sentarse en medio de la naturaleza. Un comedor que no se queda corto en delicias y una biblioteca en altura completan la oferta. Pronto, además, un hotel abrirá sus puertas justo frente al terreno, para que los comensales puedan pernoctar, para aquellas jornadas más largas.
No lo decimos porque nos invitaron, sino porque los sentimos: es realmente un lugar mágico y a poco kilómetros del centro de Santiago, para realmente salir a pensar cosas nuevas.