"Todo es según el color del cristal con que se mira" dice parte de un popular poema del español Ramón de Campoamor. Seguramente no tenía en mente a los drones cuando lo escribió hace más de 100 años, pero sin duda se ajustan a la realidad de esta tecnología.

La posibilidad de controlar con precisión un vehículo aéreo no tripulado tuvo un gran impacto en el mundo militar, ya que permitió la realización de misiones de ataque y espionaje en zonas conflictivas sin poner en juego la vida de pilotos. De ahí, como cubrimos en el 2013, a los drones les vino una negativa fama que se ha ido diluyendo con el enfoque de que no hay tecnologías "malas", sino malas aplicaciones.

Así como el uso militar, también existen muchos usos destacables de esta tecnología. En meses anteriores hemos escrito sobre drones usados para plantar árboles a gran escala y ayudar en la catástrofe de Nepal. Estas son solo algunos de los casos que destapan el verdadero potencial de los drones, potencial que también está calando hondo en nuestra región.

Drones por la naturaleza y la conservación

La tala ilegal es un problema global, pero es especialmente significativo en bosques tropicales, donde, según el Fondo Mundial para la Naturaleza, compone hasta el 90% de las actividades forestales que se desarrollan en estas zonas. Un ejemplo cercano sucede en Perú, en la Cuenca del Amazonas, donde cada año miles de hectáreas de árboles desaparecen afectando el ecosistema de una zona especialmente sensible.

Un problema para capturar a los madereros ilegales es la misma extensión de los terrenos. Hablamos de cientos de miles de hectáreas de densa vegetación. Por suerte, los drones son ideales para estas condiciones.

La Asociación para la Conservación de la Amazonía protege una zona 145.000 hectáreas con la ayuda de dos drones, que son usados para investigar rápidamente reportes de deforestación, dice Carlos Castañeda, coordinador de la asociación para esta reserva específica llamada Los Amigos. "Podemos ir directo al punto, y así no caminamos por todas partes tratando de encontrarlo (el lugar de la tala) en el bosque", agrega.

Los sofisticados drones usados por la asociación cuestan alrededor de $5.000 dólares (3 millones de pesos chilenos) y son capaces de monitorear en piloto automático en rangos de hasta 16 kilómetros, donde vuelan bajo las nubes para poder fotografiar con claridad la zona con una cámara Canon. Esto hace que sean una mejor alternativa a las imágenes satelitales que son de menor resolución y pueden ser obstruidas por el paso de las nubes.

^{Fuente: Max Messinger/Wake Forest University}

Yendo más hacia el norte y por el lado del Atlántico, encontramos otro caso similar. En la frontera de Guyana con Brasil se encuentran los Wapichan, una tribu de cerca de 6.000 personas que vive desde hace siglos en una zona de más o menos 13.000 kilómetros cuadrados de pastizales, pantanos y montañas cubiertas de selva tropical. Este equilibro se ha visto gravemente afectado en los últimos años por actividades de tala y minería ilegal que, por la gran extensión de la zona, son imposibles de controlar.

Aquí es cuando entra en juego la organización sin fines de lucro Digital Democracy, cuya misión es enseñar a comunidades marginales a usar la tecnología para defender sus derechos.

"Llegué a Guyana con una bolsa de placas de espuma, cables, pegamento y herramientas" escribe Gregor MacLennan, director de la organización. La idea no era simplemente regalar drones a la comunidad Wapichan, sino darles las herramientas y enseñarles a fabricarlos y usarlos para monitorizar sus alrededores.

^{Fuente: Gregor MacLennan/Digital Democracy}

En poco tiempo construyeron un drone manual para realizar pruebas, y uno automático equipado con una cámara GoPro. Con el trabajo de este último la comunidad pudo armar un mapa 3D del área sirviéndose de 500 imágenes capturadas por éste, una gran herramienta para combatir la tala y minería ilegal que viene del lado brasileño, según afirman.

Actualmente la organización sigue trabajando con la tribu para fabricar nuevos equipos, y expandir las capacidades de sus drones.

Los drones chilenos en la agricultura

Aumentemos aún más el zoom y enfoquémoslo nuestro país, ¿en qué está la industria nacional de drones? Para contestar esta pregunta hablamos con Cecil Acevedo, cofundador de Hard Drones, empresa nacional que se ha especializado en el uso de estos aparatos en la agricultura, una de las pocas en el país, dice Cecil, que hace uso de drones programados.

"El año pasado contabilicé 10 empresas que estaban trabajando con drones de alguna forma. Podríamos decir que es pequeña (la industria) pero está en un crecimiento enorme. Lo que hay también son muchas personas, estudiantes universitarios, jóvenes profesionales, que están tratando de hacer cosas relacionadas con drones”.

Cecil hace la distinción entre drones de manejo manual, y programado. Los primeros ocupan el grueso de la industria, y son usados en eventos masivos para tomar videos y fotos aéreas, pero son los de vuelo programado los que están brindando un valioso servicio para la agricultura, más precisamente realizando tareas para el análisis de cultivo.

“Ahora estamos trabajando con la aplicación para determinar el índice de vegetación de los cultivos, para saber el estado de salud, y así los agricultores puedan enfocar y darle más rendimiento a los campos”, dice Cecil.

Tradicionalmente esta tarea se realiza con la ayuda de imágenes compradas a compañías satelitales o capturadas por aviones piloteados, pero éstos no pueden competir con la calidad de imagen de la cámara de los drones y su costo inferior.

El cofundador de Hard Drones también nos comenta los próximos planes de la empresa: “El próximo mes vamos a comenzar a trabajar en un sistema para detectar la calidad del agua usando análisis de imagen”.

Esto se hará posible gracias a una cámara especial montada en los drones que capturan imágenes que luego son analizadas para determinar el índice de turbiedad de las aguas, considerada una buena medida de la calidad del agua. “Es algo útil para las empresas de tratamiento de aguas, embalses, represas, en ríos y lagos donde se quiera determinar qué tan turbia está el agua”, agrega.

Si bien el uso de drones en Chile se ciñe a algunas pocas áreas, como la audiovisual, agricultura, minería y forestal, Cecil cree que se debe a que aún estamos en una primera etapa. “Estamos en la parte de exploración de aplicaciones. El desafío hoy en día es encontrar aplicaciones que sean rentables”.

Un paso importante se dio en abril, cuando comenzó a regir la norma en Chile, pionera en Latinoamérica, que exige que tanto los drones como sus operadores estén certificados. Si bien la normativa afecta solo el uso de esta tecnología en espacios públicos, Cecil señala que “es mejor certificarse por un tema de confianza para los clientes. Estar certificado va a hacer la diferencia”.

¿Conoces otros usos positivos de drones?