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Mamá. ¿Hay acaso una palabra más cálida en el diccionario? Hablar sobre la importancia de nuestras queridas madres es innecesario porque podemos coincidir en que ya lo sabemos, y por eso las felicitaremos en su día ¿Verdad, chicos? ¿Verdad?
Quizá no tan conocidas son las implicancias científicas del factor materno. ¿Hasta qué punto llega el poder de la maternidad bajo la rigurosa mirada de la ciencia?
Estos son algunos de los descubrimientos científicos más mamones que podrán recitar este domingo.
Freud dejó claro hace muchos años que tus experiencias de niñez tienen un gran impacto en quién serás en el futuro. La ciencia genética nos dice que el impacto llega hasta a tu ADN.
Varios estudios han analizado en ratones el impacto de una madre negligente o cariñosa en los genes de sus crías. El más reciente, publicado hace pocos meses, encontró diferencias en el ADN del hipocampo de los ratoncillos, parte del cerebro encargada de las emociones, memoria y acciones involuntarias.
Aquellas crías criadas con amor (lengüetazos, aseo) tenían más copias del gen L1 que aquellas de madres negligentes. Y aún más interesante: el efecto es acumulativo al menos por dos generaciones. Es decir, los ratones de madre y abuela cariñosa tenían más copias de este gen que aquellos de madre cariñosa, pero abuela negligente.
En términos prácticos, tener más copias de este gen está relacionado a menor estrés y mejor desempeño maternal, es decir, la ratoncita de madre cariñosa tenderá a brindar el mismo cuidado a sus propias crías.
¿Y se extienden los efectos a nuestra especie? Científicos creen que el mismo efecto, llamado cambios de metilación, aplica a los seres humanos.
Es muy probable, si eres hombre, que tu madre ya tenga un “regalo” tuyo que durará toda su vida: tus células.
Un estudio de 2012, analizó muestras de tejido de 59 mujeres de edad avanzada y encontró, en un 63% de ellas, células masculinas. Científicos le llaman microquimerismo masculino, y creen que se debe, principalmente, a una transmisión de células del feto varón a su madre.
Sus efectos son desconocidos, aunque este estudio en particular encontró una menor prevalencia y concentración de microquimerismo masculino en mujeres que sufrían de Alzheimer, al compararlas con aquellas libres de la enfermedad.
Curiosamente, tampoco es raro encontrar células masculinas en mujeres que no han tenido hijos varones. Esto dio lugar a rumores de que se trata de células de parejas sexuales, lo que ha sido descartado por científicos por falta de evidencia.
¿Y células de las hijas? Lamentablemente se trata de un proceso de detección más complejo y todavía no hay hallazgos científicos al respecto ¡Pero…!
Un estudio de 2016 analizó las semejanzas en el circuito córtico-límbico del cerebro, de gran relevancia en procesos como la regulación del estado de ánimo y depresión, en 36 familias.
Los investigadores encontraron que las correlaciones positivas en este circuito entre madres e hijas eran significativamente mayores que en otras combinaciones, como padre-hija o madre-hijo. Esto explicaría por qué, por ejemplo, el patrón de transmisión de la depresión es más consistente entre madre-hija que en madre-hijo.
Antes de que le vayan a echar la culpa a sus madres, deben tener claro que es uno de los factores que determina la aparición del trastorno. Otros genes no maternos, como también experiencias de vida y el entorno social, son también causas, señalan los investigadores.
¿Cuál es el impacto en adultos jóvenes de haber tenido una madre que trabajó cuando ellos eran niños? Esta fue la pregunta que se planteó un estudio de la Escuela de Negocios de Harvard.
Investigadores realizaron en 2002 y 2012 encuestas a más de treinta mil personas en 24 países, y encontraron varias tendencias favorables en quienes tuvieron una madre que trabajó cuando ellos tenían entre 0 a 14 años.
Se encontró por, por ejemplo, que los hombres criados por mujeres trabajadoras eran más propensos a contribuir en tareas domésticas y a cuidar a miembros de la familia.
En el caso de las mujeres, aquellas criadas por madres trabajadoras tenían ingresos mayores que sus pares de madres amas de casa. También era más probable que tuvieran trabajos de supervisión de otras personas.
"Hay mucha culpa paternal por tener a ambos padres trabajando fuera del hogar", dijo la investigadora Kathleen L. McGinn. "Pero lo que nos dice esta investigación, es que no solo estás ayudando económicamente a tu familia y ayudándote profesional y emocionalmente si tienes un trabajo que amas, sino que también ayudas a tus hijos”.