Le podemos echar la culpa a los genios artísticos del Renacimiento, o a quienes fundaron hace más de un siglo la historia del arte como una disciplina de estudio académico. Sea como sea, enterarse de que la arquitectura y escultura de la antigüedad clásica y de la Edad Media, no eran del blanco pulcro al que estamos acostumbrados, sino que estaban decoradas con una variedad de colores, deja indiferente a pocos.
Mal que mal, ese “pequeño detalle” de lo que se conoce como la policromía de estas obras de arte –que literalmente significa usar “muchos colores”– pone de patas para arriba no solo nuestra percepción de las obras de estos periodos en particular, sino también hace que cambie lo que debería haber sido la producción artística desde el Renacimiento hasta principios del siglo XX.
Hoy en El Definido queremos literalmente “ponerle color” al arte clásico. Que dejen de ser esculturas de blanco inmaculado en nuestras mentes, y que por fin se entiendan como lienzos pintados de brillantes colores.
Fine Arts Museums of San Francisco. BBC. |
Pero claro, pocos se imaginan que el blanco “Omo style” del mármol que nos deslumbra, es un resultado accidental, donde en realidad deberían haber colores vivos, con una combinaciones medias kitsch dignas de la moda más taquilla de los 80s, que habrían sido sin duda la envidia de Boy George y Cindy Lauper.
Y si bien ya en el siglo XVIII algunos estudiosos estaban debatiendo si la arquitectura y escultura clásica había sido originalmente pintada, la mirada romántica del mármol limpio, tal como entró a los museos, terminó por ser más fuerte.
Igual uno podría decir que fueron un poco “pavarottis” los historiadores del arte que estudiaban la pintura mural romana, pues no se avisparon en constatar que, en la gran mayoría de los casos, representaban las esculturas con detalles decorados con color, como las capas, las armaduras y los escudos.
Atenea, templo de Aphaia en Egina. c. 490-480 a. C. Reconstrucción. Harvard Magazine. |
Además de esto, hay varias fuentes escritas que hablan del uso de colores en las esculturas griegas y romanas, como obras de Eurípides y Plinio el Viejo. Por este tipo de fuentes sabemos que el famoso David de Miguel Ángel habría sido considerado horripilante en la Grecia antigua por su falta de color, y que ver muestras de esculturas de mármol antiguas en los museos, tal como las encontramos hoy, habría dejado al famoso Fidias –el artista a cargo de los frisos del Partenón– convulsionando de rabia.
Para revindicar el papel del color y la policromía en la escultura y arquitectura clásica, un grupo de arqueólogos alemanes montó hace ya 15 años la exposición itinerante bautizada como Gods in color (“Dioses a color”), que sigue dando la vuelta al mundo y que se va actualizando con los nuevos descubrimientos hechos por los estudiosos a cargo, con evidencia rotunda del papel del color en el arte de este periodo histórico.
Ahora, si eran tan colorinches, ¿qué pasó con toda esa exuberancia cromática? Le pasó lo que le pasaría a cualquier cosa que quede a la intemperie y termine enterrada o hundida en el mar por dos mil años. Se destiñeron por el paso del tiempo y el efecto inevitable de los elementos sobre los pigmentos naturales, hechos a partir de plantas y minerales que se usaban para pintar templos y estatuas, cuyos componentes inevitablemente se van desintegrando.
Reconstrucción de un león. Original: Loutraki, Grecia c. 550 ac. CNN. |
¿Cómo llegamos a este descubrimiento por el que nos deberíamos cuestionar quiénes somos, de dónde venimos y para dónde vamos (o por lo menos quienes somos fanáticos del arte y la historia)?
La verdad es que, en algunos de los casos, los restos de pigmentos en la superficie de muchas de las esculturas son todavía visibles a ojo desnudo, y aunque estén obviamente bastante desteñidos, nos permiten tener una idea de cómo se veían originalmente. Junto con esto, los avances científicos desarrollados desde los años 80s en adelante, nos permiten ver eso que se había perdido.
En primer lugar, el uso de pinturas y pigmentos sobre la superficie de la piedra va dejando huellas microscópicas, o “sombras de color”, que hacen que la piedra se erosione y cambie de tono de manera diferente dependiendo del material con que estaba cubierta, lo que permite identificar distintos patrones de decoración. El uso de microscopios de alto poder permite ver hoy los restos de pigmentos que antes eran invisibles, y cuando ya no quedan pigmentos que se puedan ver a la luz, los investigadores han comenzado a usar luces infrarrojas, ultravioletas y rayos-x, que revelan en muchos casos con total claridad los diseños que estaban pintados sobre las superficies de las obras.
El "Peplos" kore, griego, c. 530 aC, Museo de la Acrópolis, Atenas. Reconstrucción. Harvard Magazine. |
Al mismo tiempo, el análisis en laboratorio de las muestras permite saber, gracias a sus componentes, qué tipo de color iba en qué lugar. Incluso las esculturas de bronce eran probablemente de tonos relucientes –no de ese verde opaco que vemos hoy– con detalles como el pelo, la boca y los accesorios pintados y con ojos hechos de distintas piedras (¡algunos hasta con pestañas!) para que se vieran lo más naturales posible.
Pero la policromía tenía además de un componente estético, un lado práctico, especialmente en el caso de los templos y edificios públicos: no servía de nada que los artistas desarrollaran unas esculturas impresionantes y llenas de detalles, si iban a estar a una altura en la que todo eso se perdía, por lo que el color servía justamente para que todos esos detalles se pudieran ver y diferenciar a la distancia.
Las esculturas griegas y romanas no son las únicas que no pasan la prueba de la blancura. Muchas de las catedrales góticas medievales estaban también decoradas con colores vivos. Y si pensábamos que los griegos eran un poco kitsch, entonces para los pórticos de catedrales como la de Amiens, en Francia –si es como se la imaginan los arqueólogos e historiadores– simplemente no hay adjetivos.
Es también el caso del impresionante Pórtico de la Majestad de la Colegiata de Santa María la Mayor en Toro, España, que todavía conserva la policromía original. Incluso la famosa Notre Dame de París habría tenido también policromía en sus fachadas, cuyos trazos todavía se pueden ver a ojo desnudo en las esculturas de esta joya del gótico que se conservan en el Museo de Cluny, en París.
Catedral de Amiens en un show de luces que la iluminó con sus supuestos colores originales. archaeology-travel |
Y si bien el shock de ver cómo se derrumba todo lo que pensábamos que sabíamos es entendible, vale la pena preguntarnos qué tan apegados estamos a los cánones de belleza que los últimos 500 años nos han inculcado, incluso cuando tenemos la evidencia de lo contrario en nuestras narices.
Sea como sea, ya sabemos que el pilucho del Nacional debería tener harta más tincada que el bronce opaco que tiene hoy en día, pero por favor, NO en los colores del equipo de fútbol de los fanáticos de turno, como algunos graciositos lo han hecho en el pasado. Esos –sin discriminar– mejor guárdenselos para la barra.