Un millenial, vegano, canadiense y de pelo rosado destapó uno de los mayores escándalos de filtración de información personal de la historia. Se trata de una teleserie que incluye política, tecnología de datos, persuasión sicológica a escala masiva y el robo de información personal de perfiles de Facebook. Desde los “me gusta” hasta mensajes privados.
Pero eso no es todo. Dicha información fue utilizada para intervenir en campañas políticas de todo el mundo y de maneras muy poco rectas. Uhhhh.
Todo comenzó cuando Christopher Wylie (el vegano de pelo rosado) entró a trabajar a una compañía llamada SCL en 2013, sin embargo, solo estaría ahí hasta fines de 2014. Esta era una organización que ofrecía a las empresas y partidos políticos servicios capaces de cambiar el comportamiento de ciertas audiencias. Todo esto, gracias a la economía del comportamiento, algoritmos y recopilación de información a partir de encuestas, redes sociales y bases de datos (sin entrar ilegalmente en los perfiles de las personas).
Se publicitaban argumentando que son capaces de analizar enormes cantidades de datos para después identificar a las personas a las que las empresas podrían hacerles llegar algún mensaje de marketing “dirigido”. Es por eso que contrataron a Christopher, quien es considerado un genio en el área de los datos (de hecho, tenía una visa de talentos especiales que el Reino Unido le otorga a solo 200 personas al año).
Era tan seco que aprendió a programar y decodificar por su cuenta. Antes había trabajado en el área de los datos con políticos de centro izquierda (con quienes tiene más afinidad) y a su corta edad ya se había hecho un nombre. Es por eso que en SCL lo contrataron como director de investigación, dándole completa libertad para “experimentar” en el rubro.
Lo que Christopher sabía era que a partir de algoritmos, los computadores podían conocer más a una persona que incluso aquellos que la rodean. Es decir, gracias a la huella que dejamos en internet (páginas a las que les damos “me gusta”, sitios que seguimos, búsquedas que hacemos en Google, etc.), estas personas eran capaces de armar un perfil detallado de nuestra personalidad.
Aunque en verdad no es algo que él haya descubierto. Su trabajo se basaba en una investigación que venía haciendo hace tiempo el sicólogo ruso/estadounidense Aleksandr Kogan, quien trabajaba como investigador en la Universidad de Cambridge. Para esto, lo que hacía era solicitarle a distintas personas el acceso a algunos de sus datos de Facebook, siempre y cuando rellenaran un formulario a modo de estudio.
Esto lo aceptaban dándole autorización a una aplicación de la red social. Es por eso que Facebook le entregó las herramientas para tener acceso a ese tipo de información. Después de todo, venía de gente que había aceptado hacerlo y todo esto era con fines académicos.
Ni tonto, el trabajo de SCL terminó llamando la atención de Steve Bannon, quien hasta mediados del año pasado se desempeñó como consejero de Donald Trump. Él llegó a SCL con una premisa: las tecnologías de las comunicaciones siempre han sido adoptadas en primera instancia por la izquierda. Por eso, lo que buscaba era lograr que esta vez fuera la derecha la que estuviera a la vanguardia en ese tema.
¿Y qué es lo que quería conseguir con todo esto? Cambiar la política en Estados Unidos. Para esto usarían las herramientas que Facebook le entregó a Kogan, después de todo, este último aceptó que usaran su app a cambio de que le entregaran los datos que consiguieran.
Steve Bannon propuso continuar el trabajo del psicólogo Kogan, pero ahora haciéndolo de una manera masiva. “Si quieres cambiar la política, debes cambiar la cultura y para cambiar la cultura, tienes que entender las unidades de cultura y cambiar su percepción”, explica Wylie en la entrevista para The Guardian, donde delata los hechos que ocurrieron cuatro años atrás.
¿Y qué son las unidades de cultura? Las personas. ¿Qué querían entonces? Llegar a la mayor cantidad posible de estadounidenses. ¿Qué necesitaban para eso? La aplicación de Kogan y dinero, mucho dinero.
Es por eso que recurrieron a Robert Mercer, ahora con una empresa que se llamaba Cambridge Analytica (en vez de SCL, porque el nuevo nombre sonaba mucho mejor e inspiraba aires del mundo académico). Mercer es un multimillonario estadounidense que ha financiado una serie de proyectos políticos de derecha en Estados Unidos y que podría estar abierto a aceptar.
El tipo accedió, Cambridge Analytica contaba con el dinero y entonces se pusieron a hacer una de las cosas que tienen al mundo escandalizado: recolectaron información privada de más de 50 millones de perfiles de Facebook en solo un par de meses.
Para esto, lo que hicieron fue usar la misma aplicación que Facebook le había permitido tener a Kogan para acceder a información privada (siempre y cuando fuera consensuado). Sin embargo, esta vez incorporaron un pequeño cambio: les pidieron a unas 270 mil personas que rellenaran un formulario para poder tener acceso a su información de Facebook a cambio de uno o dos dólares.
Ya, ahí ya tenían 270 mil perfiles. ¿Cómo lo hicieron para conseguirse los otros 49.730.000? A través de una pillería. Una vez que un usuario les concedía permiso para revisar su información, en Cambridge Analytica encontraron la forma de ir más allá y echar una miradita en los perfiles de los amigos de estas personas.
Así, a partir de eso, lograron llegar a más de 50 millones de usuarios, de quienes obtuvieron información tan privada como la de los inbox, entre muchas otras cosas. Ojo, que eran personas que probablemente ni sabían de la existencia de esa aplicación, sino que simplemente vieron su privacidad vulnerada porque tenían un amigo en Facebook que aceptó darle acceso a la app.
Tenían la información, pero eso no servía por sí solo. ¿Qué hicieron con ella? Según lo que explica Wylie, esta puede ser una de las partes más escalofriantes de la historia. Como dijimos, el propósito de esto era moldear la forma en la que los estadounidenses perciben la realidad, particularmente en el ámbito político.
No se trata de manipular, sino que de persuadir. Algo que no es delito aquí ni en la quebrada del ají, pero sí se vuelve altamente cuestionable cuando estamos hablando de personas que, sin saberlo, están recibiendo información dirigida especialmente a ellas a partir de datos privados que les fueron usurpados.
Pues bien. Armaron perfiles de aquellas personas, las categorizaron en una serie de segmentos e incluso apostaron a predecir su comportamiento. Entre otras cosas, evaluaron qué tan abiertos son a los cambios, qué tan neuróticos pueden ser, qué tan extrovertidos, su cociente intelectual (IQ), postura política, religión, estudios e incluso si creían o no en los signos zodiacales.
Correo que le envió el Dr. Kogan a Wylie y otra persona para contarles los aspectos que pueden ser predecidos de algunas personas gracias a la información recopilada.
Aún estamos en 2014 y tenemos a una empresa que se armó con la base de datos más valiosa de la historia. Es por eso que ahora se viene la segunda parte más escalofriante de esta trama. ¿Qué hicieron con los perfiles de personas que armaron?
El canal británico de noticias Channel 4 se infiltró en el mundo de Cambridge Analytica con el propósito de ver cómo la organización ha estado influyendo en distintas campañas políticas alrededor del mundo. Para esto se hicieron pasar por un multimillonario de Sri Lanka que quería que su candidato ganara en una elección.
En la conversación que tuvieron con altos directivos de la compañía –y que fue grabada- descubrieron que el sistema de funcionamiento de Cambridge Analytica tenía un alcance global. Habían intervenido en elecciones de países como Nigeria, Kenia, República Checa e incluso Argentina. ¿Cómo lo hicieron?
“Inyectamos información en internet y después vemos cómo crece. A veces le damos un empujoncito, como si fuera un control remoto. Esto tiene que ocurrir sin que nadie piense que se trata de propaganda, porque en el momento en el que alguien piensa eso, lo siguiente que se le cruza por la cabeza es ‘¿quién está detrás?’”, dijo en la entrevista encubierta Mark Turnbull, uno de los directores de la empresa.
Eso sí, cuando hablan de “información”, se están refiriendo a elementos como las fake news, divulgación de información trucha (dijeron que en ocasiones llevaban prostitutas de Europa del este a eventos de políticos para sacarles fotos con ellas y empezar rumores) y marketing dirigido a personas cuyos datos privados sustrajeron de Facebook.
¿Qué tan dirigidos eran esos mensajes? Bastante. Por ejemplo, otro director de Cambridge Analytica explicó en la conversación que cuando sabían que una persona era neurótica o tenía tendencia a serlo, llegaban a ella a través de mensajes que infundieran miedo.
Y ojo, que todo esto ocurrió en 2014, pero ya en ese entonces se dedicaron a planear eslogans para la campaña de Donald Trump, así que se podría decir que toda esa información fue a parar a la candidatura del magnate. También trabajaron en campañas como la del Brexit, propiciando la salida del Reino Unido de la Unión Europea y se estima que en otras 200 elecciones o votaciones de cualquier tipo alrededor del mundo. Chan, chan.
La empresa emitió un comunicado refiriéndose a lo expuesto por Channel 4. Entre otras cosas, aseguran que el trabajo periodístico presentado malinterpretó “groseramente” la naturaleza de las conversaciones que sostuvo el periodista encubierto con los directores de Cambridge Analytica.
También dijeron que asesorar la legalidad y los riesgos reputacionales que sus clientes pueden tener es parte de su trabajo. Por lo mismo, afirman que están constantemente persuadiendo a esas personas para que no incurran en asuntos ilegales o poco éticos.
Respecto a lo que divulgó Christopher Wylie, la compañía aseguró que son solo fake news. O sea, puras mentiras.
¿Y qué dice Facebook? Hasta ahora no han dado una respuesta muy contundente, más allá de suspender la cuenta de Cambridge Analytica en Facebook, además de la de Christopher Wylie. Pero no debe ser tarea fácil dar una respuesta a esto, sobre todo porque según el testimonio de Wylie, la red social estaba al tanto ya en 2015.
Más allá de la sorpresa que nos pueda causar el caso mismo, lo “chanta” que podamos encontrar a Cambridge Analytica y los que hacen en campañas políticas, lo que más nos debería importar es cómo esto está afectando la democracia (y nuestra visión de la realidad).
¿Puede existir cuando -en base a datos privados y sin consentimiento- se condiciona la información que puedes ver en redes, la que además puede ser completamente falsa?
“La minería de datos es un negocio de rápido crecimiento que opera en gran medida invisible al margen de la política, y si bien puede usarse para fines respetables, es vulnerable al abuso. Claramente tiene la capacidad de socavar nuestro proceso democrático, incluso si aún no lo ha hecho. Deberíamos actuar antes de que sea demasiado tarde”, advierte Gaby Hinsliff, columnista del The Guardian.
Parte del cambio que necesitamos depende de las regulaciones de las leyes y de Facebook (o cualquier red social), que también debe ver cómo hacerse cargo de identificar y sancionar estos abusos. Pero también está en nuestras manos.
Primero, porque debemos ser cuidadosos con la información que ponemos en nuestros perfiles y estar atentos a los accesos que le damos a una app cuando aceptamos usarla en Facebook. Y por otra parte, debemos seguir leyendo y apoyando a los medios tradicionales en los que confiamos (y que están perdiendo fuerza por esto mismo), ya que en terreno de noticias falsas, estos son los únicos que pueden garantizarnos información fidedigna.