"He visto a mucha gente morir y sus funerales no tienen nada que ver con la vitalidad y la vida de esas personas. Tú no sabrías cómo eran ellos realmente. Que habían vivido, reído y amado. Tuve una profunda sensación de que el viaje de la gente merecía una despedida más personal”.
Es lo que cuenta Katie Williams (77), la fundadora de Coffin Club (Club de Ataúdes en español).
En 2010 Williams, quien había trabajado como enfermera en la sección de cuidados paliativos de un hospital, fundó el Club de Ataúdes, una organización sin fines de lucro que ayuda a los miembros a diseñar y construir sus propios ataúdes y que hoy se ha multiplicado por Nueva Zelanda, ¿cómo empezó todo?
Katie cuenta a El Definido que cuando asistía a la Universidad de la Tercera Edad (organización global que ofrece programas de estudio para personas mayores), necesitaban crear nuevas actividades grupales para fomentar el compañerismo y el aprendizaje. Fue ahí cuando ella propuso que podrían decorar sus ataúdes, pues hacía tiempo que Katie tenía esa inquietud.
"Cuando terminó la reunión había gente haciendo cola para hablar conmigo. Así que me di cuenta de que no era una idea tan espeluznante; era muy sensato”, cuenta Williams.
Fue así como en 2010 cumplió su sueño y fundó el Kiwi Coffin Club en el garage su casa en Rotura, Nueva Zelanda.
David era un joven con una enfermedad terminal que diseñó este ataúd y los miembros del club lo hicieron para él. |
El club ya tiene siete años y todos los miércoles los miembros se reúnen de 8:30 a 13:30 horas. Ahí construyen sus propios ataúdes y los decoran como ellos quieren.
Generalmente, intentan que sea un reflejo de su vida, intereses y obsesiones. Un ataúd con imágenes de Elvis Presley, autos, paisajes o incluso con dibujos de animales, son algunas de las decoraciones. “Es maravilloso ver estas cajas de madera hechas para representar la vida y los intereses del dueño. Qué espléndido poder tener control de nuestro último viaje”, dice Williams.
Esta idea se ha replicado en más ciudades de Nueva Zelanda y ya son varios los grupos que se juntan para armar, pintar y decorar sus ataúdes. Además, es una oportunidad para acompañarse, porque muchos de ellos ya jubilaron o están solos, porque han perdido a sus cónyuges, familiares y amigos. Este pasatiempo también les permite ahorrar, porque los ataúdes de las funeraria son mucho más caros que los que ellos fabrican.
Perla con su ave favorita. Ella tiene una granja de pollos, vende aves y huevos. |
Katie dice que ella está segura de que lo que ellos están haciendo en el club, “normaliza" el concepto de la muerte. “Es algo inevitable, pero ha sido más bien un tema tabú. Todo se trata de estar en y tomar el control. La gente puede hablar libremente de ella, tiene oportunidades de hablar con familiares y amigos al respecto”, dice y agrega que el club ofrece amistad, socialización, es una oportunidad para desarrollar la creatividad y para compartir un poco de cariño.
Y no solo confeccionan sus propios cajones, el club hace pequeños ataúdes para las guaguas que nacen muertas o que mueren antes de nacer y los donan a la unidad obstétrica del hospital local.
“Nunca en mis sueños más salvajes habría imaginado que esta idea floreciera, como lo ha hecho. Estoy orgullosa de lo que ha pasado y agradezco a todos nuestros miembros”, nos dice Williams.
En el club hay miembros que ya han terminado sus ataúdes, pero que siguen yendo para seguir siendo parte del grupo y contribuir de otras maneras. El club les permite conversar de distintos temas, incluso sobre la muerte y esto los ayuda a enfrentarla con otra actitud.
Ha sido tanto el éxito de esta idea, que la cineasta Briar March dirigió un musical sobre el club, en el que los actores son los mismos miembros del club, que en promedio tienen 85 años. Solo hay un actor profesional en el musical.
Todos sabemos que en algún minuto nos enfrentaremos a la muerte. Sin embargo, quienes llegan a la tercera edad, ya no la ven tan lejana como en la juventud, y empiezan a perder a sus amigos y cercanos, lo que puede despertar un sentimiento de soledad y miedo.
Hay una actitud generalizada de que la muerte es algo malo y frecuentemente evitamos hablar de ella, pero existen pruebas que demuestran que tomar conciencia de la muerte puede tener un efecto positivo poderoso, y provocar un cambio radical en la actitud y la perspectiva de las personas. Por el contrario, “si resistimos la muerte, luchamos contra su inevitabilidad, rehusamos soltar nuestras vidas y sentimos amargura por todas las cosas que vamos a perder y dejar atrás, entonces es mucho menos probable que experimentemos los efectos potencialmente positivos”, asegura el psicólogo Steve Taylor.
Estar consciente de la muerte, sin miedo a ella, puede motivar a las personas a cuidar mejor su salud y reorganizar sus metas personales, además de construir relaciones positivas, involucrarse en sus comunidades, apoyar la coexistencia pacífica, entre otras cosas, señala un estudio hecho por científicos de la Universidad de Missouri, Columbia.
Incluso existe un movimiento creciente de la “muerte positiva” (específicamente la Order of The Good Death), que busca promover una manera diferente de enfrentar el fin de nuestras vidas, sin tabúes y con naturalidad. Por ejemplo en Londres, hasta hay una cafetería de la muerte, especialmente dedicada para que las personas hablen sobre ella.
Por último, hay investigaciones que sugieren que las experiencias emocionales de las personas que están cercanas a la muerte, son más positivas y menos negativas de lo que las personas esperan. Analizando las publicaciones en diversos blog, científicosconcluyeron que los post de quienes estaban con una enfermedad terminal (por lo tanto el tema de la muerte era algo cotidiano en su vida), tenían palabras mucho más positivas y menos palabras negativas que las escritas por los participantes que imaginaron que estaban muriendo.