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Quienes creen que la biología es aburrida no conocen a Dougal Dixon. Este escocés, formado como paleontólogo y geólogo, creó prácticamente solo un género de ficción y movimiento artístico, partiendo de una simple pregunta: ¿cómo evolucionarían los animales en miles o millones de años?
Partamos del hecho que la evolución no comenzó ni partió con el hombre. Millones de años antes de nosotros ya existían seres que lo pasaban chancho sin nosotros, y así será en el futuro. Como buen paleontólogo, Dixon se nutrió de bases científicas para elaborar su hipótesis de cuáles podrían ser los caminos que tomaría la fauna en un tiempo muy lejano, cuando incluso nosotros ya estemos extintos. Los resultados, influenciados por una buena dosis de imaginación, los expone en forma de enciclopedia ilustrada.
A continuación le hablamos de su trabajo y locas creaciones.
Inspirado en el trabajo de H. G. Wells, uno de los pioneros de la ciencia ficción, Dixon combinó su formación científica con su pasión artística.
"Otros libros populares (en los 70s) usaron la evolución para contar una historia del pasado, pero nadie había tomado todo el proceso -las tendencias observables- y proyectado hacia el futuro. Y pensé: yo puedo hacer esto", dijo en una entrevista de 2014.
En 1981 Dixon publicó "Después del hombre: una zoología del futuro", hoy considerada la biblia de la biología especulativa, un género de fantasía dentro de la ciencia ficción dura, es decir, aquella que pone más hincapié en los detalles científicos.
En esta enciclopedia Dixon proyecta, partiendo de los conocimientos científicos de la época, la fauna de 50 millones de años en el futuro. Su visión de la humanidad, que expresa en la introducción, no es muy positiva: "una tendencia que es previsible es el ruinoso efecto que el hombre está teniendo en el preciso balance de la naturaleza. He tomado esto, no injustificadamente, al extremo, con el hombre habiendo extinguido las especies ya en declinación y causando terrible destrucción en sus hábitats naturales antes de morir él mismo y permitir que la evolución se ponga a trabajar nuevamente". Auch, Dixon, auch.
Antes de volarnos la mente con sus creaciones ilustradas, Dixon explica cómo la selección natural modela la fauna, tal como un escultor esculpe sus obras. Esta viene de la mano de las condiciones ambientales y tiene 3 posibles caminos: estabilización, cuando el ambiente es estable por un largo periodo de tiempo y el estado de la especie no varía mucho; direccional, cuando existe una transformación progresiva para una mejor adaptación a un ambiente cambiante; y diversificante, cuando un nuevo ambiente ofrece varios lugares donde vivir y alimentos que permiten que una especie evolucione en distintas ramas para ocupar cada uno de estos nichos ecológicos.
En 50 millones de años más, Dixon pronostica las especies que, libres de la influencia del humano, se habrán adaptado a nuevos nichos ecológicos dados por el movimiento de las placas tectónicas: Europa y África se habrían unido, como también Norteamérica y Asia y Australia y el sudeste asiático. Sudamérica, por otro parte, habría cortado el cordón umbilical con el norte.
En este futuro, los reyes son aquellas plagas y parásitos que el hombre anteriormente había tratado de eliminar sin éxito y las víctimas, todos aquellos animales que llegaron a ser tan dependiente del género homo en su última etapa, que sin nosotros dijeron I can't live without you! y se extinguieron. Aquí hablamos de vacas, ovejas, cabras y caballos, entre otros, que habrían dejado su lugar en zonas de praderas, dando espacio, por ejemplo, a este curioso animal:
Dixon señala que el rabbuck, una evolución del conejo, sería uno de los animales dominantes del planeta. Casi sin competencia por alimento, el pequeño habría evolucionado con notorios cambios de tamaño, pero no mucho más. Sus patas que le permiten moverse en brincos, cambiarían para adaptarse a estas zonas de pampas, bosques y praderas, y se parecerían mucho a las de las gacelas y auquénidos. Tan exitoso sería la reproducción y dominio de los rabbucks, que ni desiertos ni el ártico estarían libres de ellos.
Los grandes carnívoros también estarían de luto. Los tigres, leones, lobos son tan especializados que pequeños cambios en el ambiente tienen un gran impacto en su población, dice Dixon. Es por eso que el mundo de los carnívoros estaría comandado por roedores, quienes primero vivirán felices alimentándose de lo que sea, hasta que los grandes depredadores les cedan su lugar. Es ahí donde comenzarán a desarrollar una dentadura más adecuada para devorar carne, convirtiéndose en esto:
La tundra del norte de Europa y Asia estaría dominada por antílopes gigantes, cuya migración desde África e India se vio facilitada por los cambios tectónicos. Hablamos de animales del porte de elefantes, que desarrollarían en estas latitudes un casco-cuerno para protegerse de sus depredadores:
Un poco más al norte, cerca del círculo polar, también nos encontraríamos a primos de estos antílopes gigantes, quienes serían cazados por un gran roedor, usurpador del oso polar como predador de la zona. Estos desarrollarían grandes colmillos para desangrar a sus víctimas, repitiendo un antiguo patrón ya visto en los dientes de sable y en nuestras pesadillas.
El polo norte específicamente, también tendría novedades. Dixon describe un ave pariente de los actuales álcidos. Si estas ya son muy similares a los pingüinos (pese a pertenecer a distintas familias), en 50 millones de años sus herederos lo serán aún más, pasando a dominar el ártico a través de distintas sub-especies. Allí se las tendrán que ver con, ya lo adivinaron, roedores marinos. Estos se separarían de la rama principal aún cuando eran pequeños animalejos, para especializarse y evolucionar luego de millones de años en esto:
Al otro lado del mundo nos encontraríamos con una hermosa criatura, imaginada por Dixon con el nombre de Vortex. Este animal, el más grande en esta Tierra del futuro, vendría siendo una evolución del pingüino, quienes "estaban totalmente adaptados a la vida acuática, excepto por una cosa: siempre tenían que venir a la costa a poner huevos. Esto continuó hasta que, poco después de la extinción de las ballenas, una especie de pingüino desarrolló la habilidad de retener el huevo internamente hasta que estuviera listo para incubar y hacer nacer sus crías en el mar abierto. Librados de esta necesidad de ir a la orilla, esta especie se convirtió en completamente marina", escribe. Esta nueva orden de aves se subdividiría y una de ellas llegaría a convertirse en esto:
Los desiertos contarían también con fauna de grandes proporciones. El nicho dejado por el extinto camello sería ocupado por una especie de mega-rata de 3 metros. Dixon imagina esta criatura con rasgos similares al canguro, pero con características de camélidos: pueden perder gran parte de su peso sin secuelas de salud, toleran grandes fluctuaciones de temperaturas, poseen pliegues que protegen sus ojos y nariz de la arena. A diferencia del camello, este animal acumula grasa en su cola.
Y si creían que las pesadillas habían terminado, les presentamos a los primates del futuro. En pocos millones de años los grandes felinos quedarían casi extintos, según Dixon, por lo tanto los monos bajarían de los árboles y comenzarían a evolucionar características que los hacen más ágiles, para estar a la par de los gigantilopes, variantes inmensas de los antílopes que ya hemos mencionado. Además, habrán cambiado su dieta progresivamente de omnívoro a carnívoro. Notable es el caso de los raboons, evolución distante de los babuinos que parecen dinosaurios en ropa de mono.
¿Y ná que ná con los felinos? Dixon hipotetiza que una línea de grandes felinos podría sobrevivir en los bosques de África y Asia, y lo haría gracias a su habilidad para moverse entre los árboles, donde la gran mayoría de sus presas están. Se trata del striger, una especie de tigre en cuerpo de mono que tendría un impacto tremendo.
"Como es normal, cuando un factor ambiental tan radical como este es introducido, la evolución toma lugar en rápidos saltos, porque ahora atributos físicos totalmente distintos son ventajosos", escribe Dixon. Así es como un mono, para sobrevivir, desarrollaría una especie de armadura frontal para enfrentarse a este terrible predador.
Y si de verdad no quieren dormir hoy, les sugiero seguir leyendo, porque ¡ufff! Dixon proyecta la aparición de una nueva isla, producto de la actividad volcánica en el Pacífico. Esta nueva isla, bautizada por el experto como Batavia, sería conquistada rápidamente por murciélagos, quienes se diversificarían para cubrir los nichos ecológicos de esta aislada tierra.
Dixon se imagina las más espeluznantes evoluciones. Una de ellas es el flooer, un animal terrestre cuyas orejas imitan pétalos de flores con el fin de capturar insectos. Otro es el night stalker (acechador nocturno), un murciélago que luego de millones de años, convirtió sus alas en piernas delanteras con terribles garras. Dixon lo describe como un animal de metro y medio que caza reptiles y mamíferos en manadas, durante la noche. ¿El verdadero chupacabras? Dulces sueños.
Como ven, si bien Dixon parte de mucha base científica, creatividad no le falta. Su trabajo ha inspirado a muchos artistas conceptuales, quienes crean fantásticas criaturas preocupándose de darles un contexto biológico congruente. Para la película Avatar, por ejemplo, James Cameron contrató a un grupo de expertos para darle base científica a la vida a los animales que vimos en pantalla.
Dixon también ha explorado otros aspectos de la biología especulativa. En "El hombre después del hombre: una antropología del futuro" (1990) explora el impacto de la ingeniería genética en el hombre del futuro y en "Los nuevos dinosaurios" (1988) desarrolla la evolución de estas criaturas en un mundo donde la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno nunca ocurrió.
Tal es el dominio científico de Dixon que, en este último libro, describió dinosaurios hipotéticos muy similares a restos reales que fueron descubiertos años después.