Ayer martes fue un día simbólico para Colombia y para la Paz a nivel mundial: después de meses de retrasos y acuerdos entre el Gobierno y las FARC (y después de 5 años de negociaciones), se pudo concluir el desarme de la guerrilla y sellar así el término de la guerra interna entre el grupo rebelde y el Estado colombiano, con las Naciones Unidas (ONU) como testigos y garantes del proceso.
La esperada fotografía de los guerrilleros vestidos de blanco, entregando 7.132 armas personales a cambio del derecho a participar activamente en la política como partido oficial y a reinsertarse en la sociedad; se tomó finalmente en el campamento Mariana Páez, en Mesetas, un municipio del Meta, uno de los más perjudicados por el conflicto armado.
"Sin armas, sin violencia, no somos más un pueblo enfrentado entre sí. No somos más una historia de dolor y de muerte en el planeta. Somos un solo pueblo y una sola nación avanzando hacia el futuro por el cauce bendito de la democracia", declaró el Presidente colombiano y Nobel de la Paz, Juan Manuel Santos, agregando que "por lograr este día ha valido la pena ser Presidente".
Por su parte, el líder de las FARC, Rodrigo Londoño (Timochenko), dijo: "Guerrilleros y guerrilleras ayer del ejército del pueblo, hoy militantes de la esperanza del pueblo. Colombianos: hoy nos congregamos para culminar la dejación de armas. Este día no termina la existencia de las FARC:ponemos fin a nuestro alzamiento armado de 53 años, pero seguiremos existiendo como un movimiento democrático y pacífico. Es la apertura de una nueva era. Adiós a las armas, adiós a la guerra, bienvenida la paz. Las armas se cambiaron por las palabras".
Las armas entregadas fueron puestas en contenedores, los que se fundirán para convertirse en tres monumentos simbólicos de paz. Uno se instalará en La Habana (centro de negociación para el acuerdo de paz), otro en Nueva York (sede de la ONU) y otro en Colombia.
El jefe de la misión de las Naciones Unidas en Colombia, Jean Arnault, sella el desarme, señalando que "en un mundo golpeado por distintas formas de violencia y por movimientos sin precedentes de refugiados,el proceso de paz en Colombia es un motivo de esperanzay un ejemplo poderoso para la comunidad internacional".
Este día marca una nueva fase para las relaciones entre las FARC y el Estado colombiano, pero aún falta que la guerrilla entregue el armamento pesado y los explosivos ocultos en todo el país en arsenales clandestinos (caletas) que deberán ser desmantelados antes de septiembre.
Y el Gobierno colombiano deberá respetar también lo acordado con las FARC, como la liberación de los presos de la guerrilla que están encarcelados, otorgar la seguridad social a todos sus guerrilleros, brindarles viviendas, educación, trabajo, garantías jurídicas y todo lo necesario para la reinserción a la sociedad.
Sí, aún hay muchos pendientes y esto será un proceso complejo, además de que el desafío de asegurar la paz en Colombia en el futuro, implica abordar otros grupos, como los narcotraficantes o el Ejército de Liberación Nacional (ELN). De todas formas, lo que pasó ayer es un gran indicio para el fin de la guerra en Colombia, esa que lleva 53 años y que ha dejado más de 220.000 personas fallecidas y más de 8 millones de víctimas.
"Es como cuando uno cambia el techo de una casa donde llovía dentro y alguien le dice: pero todavía están rotos los vidrios de la ventana y en la cocina no hay gas. Sí, ahora nos podemos ocupar de la ventana y del gas, pero hay que empezar por algo y era importante empezar por el techo. ¿Estaba mejor el país con los secuestros, las minas antipersonas, las voladuras de torres y oleoductos de las FARC? Si no estaba mejor antes, eso es lo que hay que admitir: que se ha dado un paso muy importante en lo más urgente: disminuir la violencia, bajar los homicidios y los secuestros. Eso no es poco", asegura el escritor y periodista colombiano, Héctor Abad.