Ya llevan más de cinco mil años en el planeta, cuando en el 3.000 a.C. aparecieron en Sumeria (aunque no se sabe con exactitud si fueron ellos los que las crearon por primera vez). Estamos hablando de las pajitas, bombillas, popotes, caña, paja, pajilla o como quieras llamarlas.
Solían ser de madera o de metal y a veces hasta les inscrustaban piedras preciosas. Pero no fue hasta la década de los sesenta que empezamos a conocerlas en su formato actual de plástico. Es que en realidad, muchas cosas se volvieron de plástico a partir de ese entonces: las botellas, los platos, los envases, los cepillos de dientes y hasta algunas casas.
Sí, muy útil para poder fabricar productos de manera más fácil y barata, pero ¿qué tan sustentable? La respuesta: no mucho. Y pese a que en algunos casos la fabricación de productos de plástico puede ser necesaria, hay otros en donde en realidad no lo es tanto *cof, cof, bombillas*.
Bueno, no es como que sean realmente asesinas, a no ser que seas la pobre tortuguita del video ese, pero de que hacen daño, lo hacen. No por el hecho de ser simples bombillas, sino que porque están hechas de plástico, un material que ya podemos encontrar en abundancia en los océanos de nuestro planeta.
Por abundancia estamos hablando de nada más ni nada menos que 165 millones de toneladas. De hecho, se espera que para el 2050 haya más plástico que peces en nuestros mares. Como para llorar.
¿Qué podemos hacer entonces para prevenir esto? Unas buenas opciones serían reciclar (y para suerte tuya, tenemos una guía práctica para iniciarte en el mundo del reciclaje), preferir productos que no vengan envasados cuando sea posible (por ejemplo, evitando las frutas envasadas y prefiriéndolas a granel) y decirle que no al mesero cuando te ofrezca una bombilla para tu jugo.
Espera, ¿qué?
Si en este mundo hay algo más inútil que una peluca de león para un perro, es usar una pajita para tomar un líquido. Después de todo, para algo tenemos nuestra boca. Y no nos vengas con el tema de la higiene, porque si estás tomando jugo de un recipiente sucio, deberías limpiarlo de todos modos.
Y hay razones para creer que deberíamos decirles adiós:
Ya sea porque crees que te hacen ver estiloso, te complica tomar directamente del recipiente, eres asquiento o simplemente amas las bombillas y eres su fan número uno, también existen versiones más amigables con el medioambiente que te podrán permitir usarlas sin que tu conciencia sufra.
Por ejemplo, prefiere usar bombillas de papel o incluso de vidrio, que son reciclabes. Ahora, si te sientes más pachamámico, puedes optar por las no muy conocidas (pero sí muy lindas) pajitas de bambú.
Está bien, sabemos que no vamos a cambiar el mundo tomando bebida directamente desde la lata en vez de hacerlo con una pajita. Pero a fin de cuentas, se trata de hacer un llamado de conciencia para que tratemos de hacer el menor impacto negativo posible en nuestro querido planeta. Por algo hay que partir, y por otro algo habrá que seguir…
Y no es un tema que debamos tomar a la ligera, considerando que durante los últimos 25 años se han recogido 6.263.319 bombillas solo en las playas de Estados Unidos. ¿Quieres hacer un cambio positivo? ¡Parte contigo mismo!