Bad hombres, así ha llamado repetidamente el presidente estadounidense Donald Trump a los inmigrantes mexicanos que, a su juicio, aportan al sueño americano nada más que con actividades criminales.
El rechazo a los inmigrantes fue parte constante de su discurso como candidato presidencial y es actualmente la brújula que ha guiado sus primeras semanas en la Casa Blanca. Así lo demuestra su idea de una publicación semanal con crímenes cometidos por inmigrantes y su agresiva postura contra las "ciudades santuario", aquellas que acogen y protegen a sus inmigrantes frente a la deportación.
Para Trump, crimen e inmigración van de la mano y, lamentablemente, no es el único que lo piensa. Es, de hecho, un argumento usual en las posturas de políticos con tendencias nacionalistas como Marine Le Pen, líder del Frente Nacional en Francia, y Nigel Farage, uno de los principales exponentes del Brexit.
¿Qué hay de cierto en ello? ¿Son, realmente, los inmigrantes más propensos a cometer crímenes que los "nativos"? Un nuevo estudio, que analizó cientos de áreas metropolitanas en Estados Unidos a lo largo de cuatro décadas, tiene la respuesta.
"Los resultados son muy claros", adelanta Robert Adelman, sociólogo de la Universidad de Buffalo y coautor del estudio Urban crime rates and the changing face of immigration: Evidence across four decades.
Como indica el nombre del estudio, Adelman y compañía analizaron variables en momentos específicos a lo largo de cuatro décadas en 200 áreas metropolitanas del país norteamericano. A diferencia de otros estudios que analizan la criminalidad individual entre inmigrantes, éste lo abordó de manera macro, considerando las tasas de distintos tipos de actos criminales en áreas con diversos porcentajes de inmigración a lo largo del tiempo.
Esto tiene algunas ventajas, ya que permite analizar el fenómeno más allá del inmigrante, abordando, por ejemplo, la hipótesis de que son indirectamente responsables del aumento de crímenes dentro de la población local (debido a una supuesta usurpación de puestos de trabajo) o si, por el contrario, son un elemento revitalizador para las áreas metropolitanas.
Según los datos analizados, los investigadores crearon modelos de predicción de distintos tipos de crímenes (robo, hurto, asesinato y crímenes de propiedad, entre otros). Gracias al cruce de datos disponibles, se puede observar cómo el porcentaje de inmigrantes se relaciona con el índice de estos delitos incluso de forma negativa.
Se observa en estos modelos que, en promedio, un aumento de 1% de la población inmigrante en una zona metropolitana equivaldría a una disminución de todos los crímenes analizados, siendo los más impactados los crímenes de propiedad (disminución de 99 casos anuales por cada 100.000 habitantes), robo (disminución de 45 casos) y hurto (disminución de 54 casos).
Esto es importante, ya que son todos tipos de delitos que se cometen debido a la falta de bienes económicos, lo que contradice la idea de que los inmigrantes traen consigo pobreza y miseria (los bad hombres).
"Este descubrimiento es consistente con los resultados de investigaciones previas que muestran que los inmigrantes traen una mejora económica al revitalizar áreas antiguamente deterioradas", explican. Este sería uno de los posibles factores que explican la disminución de la cantidad de crímenes en los barrios donde extranjeros establecen su residencia.
"No decimos que los inmigrantes nunca están involucrados en crímenes", explica Adelman, "Lo que estamos explicando es que las comunidades que experimentan un cambio demográfico debido a patrones de inmigración, no experimentan significativos aumentos de ninguno de los tipos de crímenes que hemos examinado. Y en muchos casos, el crimen fue estable o incluso declinó en comunidades que incorporaron a muchos inmigrantes".
El estudio de Adelman es, sin duda, un golpe científico a la postura de Donald Trump, pero tanto el investigador como otros expertos en el campo creen que es necesario seguir desarrollando nuevos estudios y métodos para estudiar la relación.
Aunque se trate en el papel de solo dos variables, inmigrantes y crimen, su estudio es increíblemente complejo por la cantidad de factores que pueden sesgar los resultados. Elementos como discriminación (un estudio sueco encontró que la población local es más propensa a realizar una denuncia si creen que el ofensor es inmigrante) y tecnología (que facilita la prevención y por ende contribuye a disminuir los crímenes) pueden fácilmente inclinar la balanza hacia un lado u otro.
Lo que sí está claro, es que la mayoría de la literatura científica, tanto a cantidad de ofensas individuales por inmigrantes, como estudios más macro como el de Adelman, desafía abiertamente el argumento de Trump.
"Es importante basar nuestras políticas públicas en hechos y evidencia, en vez de en ideologías y reclamos infundados", dice al respecto el investigador.