En una de las escenas más memorables de la película Matrix (1999), Morfeo le pide a Neo elegir entre dos pastillas de colores. Antes de esa decisión, eso sí, Morfeo se manda el siguiente monólogo:
"Estás aquí porque sabes algo. Lo que sabes no lo puedes explicar, pero lo sientes. No sabes lo que es, pero está ahí, como una astilla en tu mente, que te vuelve loco".
Hoy, en El Definido, te queremos hablar de lo que acaba de describir con precisión Morfeo: la intuición. Esa constante sensación de "tincada" que convive con nuestro ser racional a la hora de tomar decisiones. Te contaremos por qué es una herramienta muy poderosa, siendo a veces incluso más fiable que la razón. Así no solo entenderás por qué Neo tomó la decisión que tomó, sino tú también lo tendrás más claro la próxima vez que te ofrezcan píldoras de sospechosos colores (nuestra recomendación: ¡corre!).
Podemos definir la intuición como el "saber sin saber". Es aquella sensación de "tincada", corazonada o presentimiento que nos dice algo, a veces, contrario a nuestro pensamiento racional.
Pero la intuición, pese a su naturaleza algo vaga, es de hecho bastante concreta y podemos rastrear hasta su origen un proceso claro. Así lo cree el neurólogo portugués António Damásio, lo más parecido a un "experto de la intuición", quien desarrolló una conocida hipótesis en los 90s que nos permite entender las maquinaciones detrás de esta sensación.
El trabajo de Damásio sugiere que existen manifestaciones en el cuerpo, gatilladas por memorias emocionales del inconsciente, llamadas "marcadores somáticos", y que éstos serían la base fisiológica de esa tincada de que algo está bien o mal, o de qué A es mejor o peor que B.
Damásio define estos marcadores somáticos como "un cambio en el cuerpo que refleja un estado emocional, positivo o negativo, y puede influenciar las decisiones tomadas en algún momento". Suelen ser sutiles: aumento de la frecuencia cardíaca, contracciones musculares, aumento de la secreción de ciertas hormonas, microgestos, náusea, por mencionar algunos.
El origen químico de los marcadores somáticos, señala la hipótesis, está en la amígdala cerebral y la corteza insular, que reaccionan al mar de información oculta y experiencias previas que se halla en nuestro inconsciente, y provocando esa sensación de "algo" que no podemos explicar.
La intuición y los estados emocionales que genera, a veces se asocian con impulsividad y mal juicio, pero existen casos que demuestran que sin ella ¡no podríamos tomar decisiones!
Damásio, en su libro Descartes’ Error, relata el caso de un paciente llamado Elliot. Él era un exitoso hombre de negocios casado, que tuvo que ser operado por un tumor cerebral. La intervención tuvo algunas complicaciones y sufrió daños en la corteza pre-frontal cerebral.
Su cociente intelectual se mantuvo, pero luego se hizo evidente que Elliot no era el mismo: estaba totalmente desprovisto de emociones. "Nunca vi un matiz de emoción en mis muchas horas de conversación con él: nada de tristeza, impaciencia, ni frustración", escribió el neurólogo.
Sin emociones, Elliot se convirtió en lo más cercano a un ser 100% racional. ¿Cómo afectó eso su toma de decisiones?
Para sorpresa de Damásio, Elliot comenzó a tener problemas para tomar hasta las más simples decisiones. Desde coordinar una cita al doctor, hasta decidir dónde comer o qué color de lápiz usar, el hombre de negocios quedaba paralizado en un sin fin de deliberaciones.
"Elliott surgió como un hombre con un intelecto normal que era incapaz de decidir apropiadamente, especialmente cuando la decisión implicaba asuntos personales o sociales", escribió Damásio. Tanto la vida personal como profesional de Elliot quedó arruinada.
La escuela de Damásio sostiene, entonces, que la carga emocional en las decisiones dista bastante de ser un "cacho", por el contrario, puede ser una ventaja.
Ya sabemos que la intuición se alimenta del famoso inconsciente, esa abstracta y monstruosa entidad que contiene, según la teoría psicoanalítica, nuestras experiencias pasadas o "memorias emocionales", en palabras de Damásio.
Eso significa que la intuición, gracias al gigantesco archivo del que se alimenta, es bastante más rápida en captar ciertos elementos que nuestros procesos racionales. Así lo demostró el doctor portugués en un famoso experimento de cartas llamado "Juego de azar de Iowa".
El juego es sencillo: da vuelta una carta y ésta te puede hacer ganar dinero o perderlo. Simple, aunque Damásio lo pensó con una pillería. Se les presentaron a los participantes cuatro mazos, dos de ellos conducían a pérdidas a largo plazo y dos a ganancias, es decir, habías dos mazos "buenos" y dos "malos".
Los participantes en los experimentos de Damásio solían comenzar probando cartas de cada mazo y luego de 50 cartas, en promedio, ya elegían un mazo "bueno" con el que se quedaban. Lo interesante del experimento es que solo luego de 10 cartas, el cuerpo de los participantes, que estaba monitoreado, emitía señales de estrés al acercar la mano hacia el mazo "malo". Más curioso aún es que solo luego 80 cartas los participaron pudieron explicar racionalmente por qué habían decidido limitarse a un mazo específico.
Este experimento es útil para observar cómo nace una "tincada" o intuición, crece y luego se racionaliza. Comienza con pequeños cambios en nuestro cuerpo, los marcadores somáticos, que pasan desapercibidos en un primer momento. Estos van in crescendo hasta un punto donde comenzamos a "saber sin saber" (el punto donde los participantes escogen un mazo "bueno", pero no pueden explicar por qué), hasta que finalmente le llega el memo a nuestro consciente, de donde sale nuestro pensamiento lógico racional: "Elijo este mazo en particular porque mi experiencia, hasta el momento, me indica que dará mayores ganancias a largo plazo".
El trabajo de Damásio nos sugiere que la intuición es un factor importante en la toma de decisiones, y que es más fiable de lo que podríamos pensar en un primer lugar. En ciertas situaciones las "tincadas" han demostrado ser, de hecho, especialmente ventajosas.
Estudios en los 80s por el psicólogo Gary Klein, otro veterano del campo de la toma de decisiones quien incluso asesoró a Obama, ya sugerían que decisiones complejas, donde el proceso racional-analítico no es posible (debido a presión o incertidumbre), son las intuiciones las que tienden a guiar hacia mejores resultados. Esto lo observó Klein en diversos profesionales a quienes estudió en sus ambientes naturales: bomberos, jueces, ajedrecistas, enfermeras, doctores, entre otros.
¿Por qué es en estas situaciones donde la intuición es nuestra mejor amiga? Es bastante lógico si desarmamos cada situación. Cuando se debe hacer una decisión bajo presión, nuestro pensamiento lógico-racional no tiene tiempo para realizar un juicio completo, mientras nuestra intuición ya viene de vuelta con lo que recogió de nuestro largo historial inconsciente. Lo mismo ocurre en el caso de incertidumbre, que fue lo que sucedió en el experimento de cartas, salvo que no es tiempo lo que le falta a nuestro consciente en este caso, sino información.
Otros estudios también sugieren que la experiencia pesa mucho en la fiabilidad de nuestra intuición, lo que también tiene bastante sentido. Si se nos presenta una decisión similar a otras que hemos realizado en el pasado, nuestro inconsciente tiene más memorias emocionales de las que alimentarse, mientras que depender solo del pensamiento lógico-racional nos puede llevar a sobre pensar y potencialmente a un estado de "parálisis por análisis".
El trabajo de Damásio y Klein (y la trama de Matrix) no quieren decir que el pensamiento lógico-racional esté muerto. Razón e intuición son dos conceptos no contrarios, sino complementarios, y ambas nos ayudarán a tomar mejores decisiones si somos conscientes de los puntos fuertes y débiles de cada una.