El 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos recibió no sólo el peor ataque terrorista de su historia, causando la destrucción de algunos de sus más emblemáticos íconos arquitectónicos y la muerte de alrededor de 3.000 personas, sino también un gigantesco golpe a la reputación de sus agencias de seguridad.
Por lo mismo, desde esa fecha el gobierno norteamericano ha incrementado de manera dramática la habilidad de sus agencias de inteligencia para recolectar e investigar información tanto de extranjeros, como de sus propios ciudadanos. Todo esto a través de la Agencia Nacional de Seguridad.
Esto era sabido por todos y no resultaba sorprendente en un país obsesionado con la seguridad, como es Estados Unidos. ¿Entonces, qué pasó para que el espionaje norteamericano desatara las iras de sus propios ciudadanos, aliados, extranjeros y enemigos?
Revisemos primero qué es la NSA y PRISM, siglas que seguramente habrás escuchado muchas veces durante las últimas semanas, al recibir noticias sobre Estados Unidos.
"No existe tal agencia" ("No Such Agency"), es un chiste que por estos días puede escucharse en el país del norte y que juega con las iniciales de la Agencia Nacional de Seguridad, en Inglés, NSA.
¿Pero qué es en realidad? En sus propias palabras, "el hogar de criptólogos y los especialistas en descifrar mensajes codificados".
Su misión, consiste en prevenir que enemigos extranjeros tenga acceso a información sensible o clasificada vinculada con la seguridad nacional. Además, "recolectar, procesar y diseminar información de inteligencia de fuentes externas para propósitos de inteligencia y contrainteligencia y para respaldar operaciones militares", afirma la agencia.
Es entonces la NSA la encargada de velar por la seguridad norteamericana, que como vimos anteriormente, comenzó a incrementarse luego de los atentados a las Torres Gemelas.
Para hacerse una idea, cuando Osama Bin Laden se desplazó en 2002 a Afganistán (en esos momentos era información confidencial), la NSA escuchaba cada llamada que hacía en su teléfono satelital, lo que en dos años llevó a registrar más de 2.000 minutos de conversaciones. Ha pasado lo mismo con cientos de sospechosos de terrorismo.
La NSA depende del Departamento de Defensa y hasta este año no había mayor drama al respecto. Eso hasta que Edward Snowden, un ex empleado de 29 años de uno de sus socios internos, la Agencia Central de Inteligencia (muchísimo más conocida como CIA), habló con el periódico inglés The Guardian y el norteamericano The Washington Post, para soltar todos los secretos que envolvían a la agencia. Lo que puso todo el país patas arriba, fueron los detalles de cierta herramienta que utilizaba la NSA para el espionaje: el sistema PRISM, que según un informe de la propia agencia, era altamente confidencial.
¿Por qué lo hizo? En sus propias palabras: "No quiero vivir en una sociedad que haga este tipo de cosas".
PRISM es una herramienta que la NSA utiliza para revisar datos electrónicos privados de usuarios que utilicen servicios como Gmail, Google, Apple, Facebook, Yahoo, Microsoft, Skype, Youtube, Dropbox, entre otros. Comenzó en el gobierno del Presidente George. W. Bush, con la ley USA Patriot (o Patriot Act), que permitió "ampliar la capacidad de control del Estado en aras de combatir el terrorismo".
En palabras más sencillas: La NSA, a través de su programa PRISM, puede acceder a información personal de cualquier persona, esté o no relacionada con terrorismo, sea norteamericana o extranjera. Por lo mismo, cuando estalló el escándalo, fue bautizada como "El Gran Hermano" de Norteamérica.
El informante de 29 años huyó de Estados Unidos antes de filtrar los documentos para evitar su captura. Primero escapó a Hong Kong, donde se quedó hasta el 23 de junio. Con la ayuda de Wikileaks, voló hacia Moscú donde espera a que algún país le de asilo, al igual que a Julian Assange, quien aún está en la embajada de Ecuador en Londres.
¿Por qué huyó Snowden? Porque los filtradores generalmente no tienen muy buen pasar. El propio Assange sigue encerrado en una embajada producto de su relación con las filtraciones de Wikileaks y el soldado que lo ayudó a filtrar cables diplomáticos, Bradley Manning, enfrenta una posible sentencia de al menos 20 años de cárcel. Países como Bolivia, Ecuador, Venezuela y Nicaragua han ofrecido asilo al ex empleado de la CIA.
La información clasificada detalló que la NSA tenía acceso directo a Google, Facebook y otros servidores. Luego de la filtración, las compañías negaron conocer y participar de este programa.
Tanto éstas como la propia agencia, aseguraron que la información sólo se puede recolectar con la aprobación de un tribunal y para ser utilizados con objetivos específicos. Sin embargo, como la organización sigue siendo un misterio, esto no puede ser comprobado. Como dicen algunos analistas, hay muy poca información técnica de cómo opera PRISM, que además depende de un tribunal que opera en secreto, el FISA.
Por lo mismo, una veintena de organizaciones de defensa de los Derechos Humanos como Human Rights Watch y Greenpeace, han denunciado el programa por violar la Constitución de Estados Unidos ya que, según ellos, vulnera su privacidad y libertad de expresión.
Acusan también que los poderes de la organización se han ido ampliando progresivamente ante la pasividad del público y la complacencia del Congreso desde que aprobaron la Ley Patriota luego de los atentados terroristas del 2001.
Mientras que el programa PRISM ha sido el más comentado desde que Snowden filtró la información a la prensa, también hemos tenido pequeños detalles de cómo funciona el sistema de espionaje de la NSA.
Estos pueden ser divididos en dos categorías: en escuchas telefónicas, que sacan la información directamente de los cables de telecomunicación, y luego en esfuerzos como PRISM, que extraen información de los proveedores de servicios. Según la información filtrada, el programa instruía a los analistas a usar ambas fuentes de información.
Las autoridades norteamericanos han tratado de calmar los ánimos diciendo que este tipo de espionaje no revela tanta información como las escuchas, pero muchos críticos dicen que esto no es así, ya que puede revelar contenido, claves de mail, localización e historial de Internet.
Según el diario brasileño O Globo, la NSA de Estados Unidos realizó actividades de espionaje sobre la mayoría de los países de América Latina a través de sus programas de inteligencia. Nuestro país está incluido, pero Colombia, Venezuela, Brasil y México registran como las prioridades de la región.
Los asuntos de espionaje fueron más allá de asuntos militares, involucrando también lo que se calificó como "secretos comerciales", como el sector petrolero de Venezuela y la industria energética de México.
La vigilancia se extendió también, de acuerdo al diario, a Argentina, Ecuador, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Paraguay y Perú. El programa PRISM recopiló correos electrónicos, conversaciones de chat y documentos tomados directamente de compañías como Google, Twitter, Facebook y Skype.
Pero más allá de eso, el caso ha abierto el debate en una serie de temas relacionados con nuestra nueva vida digital: A medida que más y más partes de nuestra vida privada están en internet ¿Estamos condenados a vivir mucho más expuestos? ¿Es ético que las empresas que proveen nuestros servicios entreguen nuestra información personal a los gobiernos? ¿Es diferente de lo que siempre se ha hecho con correspondencia y telefonía?
Y más importante ¿Es esto positivo o negativo? ¿Hasta dónde nuestra privacidad y nuestra comodidad pueden convivir? ¿Es bueno que gobiernos y empresas nos conozcan mejor para protegernos y ofrecernos servicios más adecuados o, por el contrario, es un riesgo para nuestra propia libertad? ¿Existe alguna alternativa?
Aunque la respuesta puede ser pesimista, hay quienes piensan que aún nada está escrito y que, lejos de dominarnos, las redes sociales y vida digital está debilitando no al ciudadano, sino a las grandes instituciones, lo que conlleva sus propios riesgos. Es lo que explora Nicco Mele en su libro The End of Big (El fin de lo grande) a quien la revista Qué Pasa entrevistó en su último número.