Sir Jagadish Chandra Bose fue una persona extraordinaria. Nacido en India el año 1858, fue físico, biólogo, biofísico, botánico, arqueólogo, inventor y escritor de ciencia ficción. De hecho, es conocido como el padre de la ciencia ficción india. ¿Y por qué le decimos el Tesla indio?
Pues porque aparte de tener múltiples intereses, J.C. Bose se interesó por la comunicación inalámbrica, y es considerado uno de los padres de la radio. De hecho, desarrolló antes que Tesla, un sistema para comunicarse a través de ondas radiales… pero no se molestó en patentarlo. Fue fellow de la Royal Society (como Isaac Newton y Stephen Hawking). Fue caballero del Imperio Británico. Recibió la Orden del Imperio Indio, y la Estrella de la India, por sus contribuciones a la ciencia. Inventó el crescógrafo (¿el qué? ¡Ya lo veremos! ¡Es muy interesante!).
Y hasta un cráter en la luna lleva su nombre.
J.C. Bose, se interesó en el tema de las ondas radiales en la década de 1890. Lo que más le llamaba la atención, es que las ondas electromagnéticas, mientras más pequeñas, más parecían comportarse como la luz. De todas maneras, la teoría predominante en el momento, es que la luz era una onda. Nadie habría imaginado, ni en sus sueños más salvajes, que menos de 30 años después, con el efecto fotoeléctrico que le dio el Nobel a Einstein, la luz se consideraría una dualidad inseparable de onda y partícula.
Como decíamos, a Bose le llamó la atención que las ondas de radio más pequeñas, o microondas, se comportaran parecido a la luz (hoy, sabemos que son lo mismo). El gran James Clarke Maxwell, autor de las ecuaciones fundamentales del electromagnetismo, predijo la existencia de radiación electromagnética de diversas frecuencias, pero murió en 1879 sin ver su predicción hecha realidad. Recién en 1886, Heinrich Hertz (sí, el de los megahertz), demostró su existencia, y el estudio de esas ondas era la “investigación de punta” de esa época.
En agosto de 1894, el físico Oliver Lodge mostró que esas curiosas ondas, se reflejaban igual que la luz. Esto llamó muchísimo la atención de J. C. Bose, que empezó con sus experimentos.
En primer lugar, lo que hizo, fue disminuir el tamaño de las ondas, hasta llevarlas a lo que ahora se conocen como microondas. Tuvo muy rápidos progresos. Ya a fines de 1894 o comienzos de 1895, Bose demostró ante el Consejo Municipal de su ciudad, las maravillas de esta tecnología: hizo estallar pólvora a distancia, e incluso hizo sonar una campana. (Bueno, de hecho se puede hacer mucho más con esas microscópicas ondas).
En esa época, escribió un ensayo, donde dice: “La luz invisible puede atravesar fácilmente edificios, muros, etc. Por lo tanto, se pueden transmitir mensajes con ella, sin utilizar cables.”.
Fuente: Radio de Bose en la banda de los 60 Ghz. Bose Institute / B. Ganguly. Wikimmedia Commons. |
Ese mismo año, se reunió con Guglielmo Marconi, quien estaba intentando desarrollar un sistema comercial de “telegrafía sin hilos”. Sin embargo, Bose expresó un desinterés total en patentar sus avances. Es más, nunca patentó nada, excepto un solo invento que fue patentado sin que lo supiera, por unos colegas exasperados por su actitud “quijotesca”. Pero su postura era clara: le parecía que la ciencia debía beneficiar a la humanidad entera, no a unos pocos.
¡Y vaya que aportó a la comunicación radial! Bose inventó varios elementos que actualmente se utilizan en la radio: guías de onda, antenas, receptores de cristal, lentes dieléctricos (utilizados en las llamadas antenas Luneburg), ¡e incluso semiconductores! Según Sir Nevill Mott, premio Nobel de Física por su trabajo en semiconductores, “J.C. Bose estaba adelantado al menos en 60 años a su época. De hecho, anticipó la existencia de semiconductores de tipo N y tipo P” (Que son la base de los actuales transistores). Creó emisores y receptores de microondas, que nada tienen que envidiar a las radios actuales.
Sin el aporte de Bose, el mundo en que vivimos actualmente, con nuestros sofisticados celulares, sería simplemente imposible.
Fuente: La inteligencia de las plantas. K Production/Gedeon Programmes.
A pesar de su inmenso aporte a la comunicación inalámbrica, lo más sorprendente de Bose, fue su trabajo con las plantas y los metales. Bose decidió estudiar las plantas con herramientas científicas. Para eso, inventó el crescógrafo (bien raro el nombre, pero significa “medidor de crecimiento”, de la raíz latina crescere).
Este aparato, es un microscopio que amplifica hasta 10 mil veces lo que observa, llegando incluso a detectar cambios de dos millónesimos de centímetro, en su versión electrónica.
Asimismo, se dedicó a medir los cambios de potencial eléctrico en las plantas, y descubrió algo sorprendente: al lastimar a las plantas, al someterlas a agentes químicos, e incluso al tratarlas con amor, ira o desprecio, se producían cambios en ellas. Y no sólo eso, sino que también al aplicarle estimulantes, anestésicos, y otras sustancias, se producían efectos medibles en las plantas. Sin embargo, Bose no se detuvo ahí.
Continuó sus investigaciones, y sometió a las mismas pruebas a láminas de metal. De forma bastante asombrosa, encontró que había resultados análogos, y lo que más llama la atención, es que se trata de resultados replicables, lo que desafía completamente el sentido común, y lo que uno podría asumir o pensar al respecto. Descubrió, además, que los metales tienen no sólo un ciclo de fatiga, sino también de recuperación, tras ser sometidos a estrés mecánico o químico, en forma muy análoga a los seres vivos.
Vean a los Mythbusters (Cazadores de Mitos) descubrir cómo las plantas, aparentemente, reaccionan hasta a los pensamientos de las personas, usando un polígrafo, que también mide resistencia eléctrica. En inglés, pero realmente no requiere mucha traducción:
Fuente: Mythbusters. Discovery Channel.
J.C. Bose murió en 1937, 20 años después de fundar el Instituto Bose, que ha sido fundamental en la formación de los nuevos científicos indios. Asimismo, fue miembro fundador de la Academia Nacional de Ciencias de la India, y su influencia fue reconocida incluso con una emisión de estampillas el año 1958, por parte del gobierno indio, para conmemorar el centenario de su nacimiento. Incluso el IEEE (Institute of Electrical and Electronics Engineers) reconoció el aporte de Bose en el estudio de la comunicación inalámbrica como un Hito IEEE en la Ingeniería Eléctrica y de Computación.
Es recordado, también por su firme actitud hacia una práctica científica ética, y orientada al beneficio de la humanidad como conjunto. Les dejamos, a modo de reflexión y de muestra, la intervención de J.C. Bose, en la inauguración de su instituto:
“Dedico hoy este Instituto no como un simple laboratorio sino como un templo. En el avance de mis investigaciones fui conducido inconscientemente a los límites de la física y de la fisiología. Con asombro encontré que las líneas limítrofes se desvanecían y los puntos de contacto emergían entre los reinos de lo que tiene vida y lo que no la tiene. Una reacción universal parece colocar bajo una ley común a los metales, las plantas y los animales. Todos muestran esencialmente el mismo fenómeno de fatiga y depresión, con posibilidades de recuperación y de exaltación, así como la permanente irresponsabilidad asociada con la muerte. Lleno de asombro y temor ante esta magnífica generalización, fue con gran esperanza como yo anuncié mis resultados ante la Royal Society; resultados demostrados por medio de experimentos. Pero los fisiólogos me recomendaron que redujera mis esfuerzos a las investigaciones físicas, antes que traspasar los límites de sus propios campos. Sin darme cuenta, me había introducido en los dominios de un sistema de casta poco conocido para mí, ofendiendo con ello su etiqueta. Con el tiempo, las principales sociedades científicas del mundo, aceptaron mis teorías y sus resultados y reconocieron la importancia de la contribución de la India a la ciencia.
Pero los grandes éxitos no se pueden obtener sin una rígida exactitud. He expuesto delante de ustedes, a la entrada del Salón, esa larga columna de instrumentos y aparatos súper sensibles diseñados por mí. Les hablarán del continuo, esforzado y persistente trabajo y de los recursos a que se llega para sobreponerse a las limitaciones humanas. Todo creador científico sabe que el verdadero laboratorio es la mente, la cual detrás de las ilusiones, descubre las leyes de la verdad.
Las conferencias que se dicten aquí, no serán meras repeticiones de conocimientos ya sabidos. Anunciarán nuevos descubrimientos demostrados por primera vez en esta sala. Mediante publicaciones regulares del trabajo del Instituto, estas contribuciones indias alcanzarán al mundo entero. Ellas serán propiedad pública. Ninguna patente será pedida. El espíritu de nuestra cultura nacional pide que nos liberemos para siempre de la profanación de utilizar conocimientos solamente para los medios o ganancias personales. Es mi deseo además, que las facilidades de este Instituto, hasta donde sea posible, estén al alcance de los trabajadores de todos los continentes. En este particular estoy tratando de llevar adelante la tradición de mi país.
Aunque la ciencia no sea del Oriente ni de Occidente, sino más bien internacional en su universalidad, la India está especialmente capacitada para dar una gran contribución. La imaginación ardiente de la India, que puede traer un nuevo orden del conjunto de hecho aparentemente contradictorios, es reprimida por el hábito de la concentración. Pero esta restricción, confiere el poder de sostener la mente en la investigación de la verdad, con infinita paciencia”.