La depresión es algo que muchos hemos experimentado, sino en carne propia, al menos de cerca con algún ser querido. Aparte de sus síntomas y las dificultades que trae consigo, quienes padecen de esta enfermedad tienen que luchar contra el estigma de las enfermedades mentales. La noción de que éstas son sólo “enredos de la cabeza”, sigue más extendida de lo que uno cree en nuestros días.
De hecho, desde hace un tiempo han surgido una serie campañas que buscan cambiar la forma en la que hablamos de la depresión. Esto, ya que aseguran que es necesario entender que es una enfermedad como todas las demás, que necesita de tratamiento y evaluación médica.
Aunque incluso ahí se encuentra otro desafío. Existen diversas formas de tratar esta enfermedad a través de medicamentos, pero no todos funcionan de igual manera para todas las personas. Es bastante difícil poder determinar qué fármaco funcionará mejor en alguien en particular, por lo que la forma de saberlo es, por decirlo así, a la antigua: se prueba uno, si no funciona, otro y así sucesivamente.
Mientras tanto, el paciente no solamente no se mejora, sino que puede sufrir importantes cambios dentro de su enfermedad debido al efecto de la medicina.
La mitad de los remedios recetados fallan la primera vez que son suministrados. Con esto surge un enorme problema de medicación innecesaria y también una mayor complejidad al momento de seleccionar la forma en la que se combatirá la depresión. De hecho, algunos pacientes tienen que someterse a tratamientos de hasta 12 semanas para recién descubrir que no eran los apropiados para ellos.
Pero este problema podría tener una solución. Un grupo de científicos del Kings College London (KCL) publicó una investigación en la Revista Internacional de Neuropsicofarmacología, con la que se podría revolucionar para siempre la manera en la que esta enfermedad es tratada.
Se trata de un nuevo tipo de examen de sangre que, a partir de la información que recaba, puede definir con mayor exactitud qué tipo de fármaco suministrar a una persona para poder combatir su depresión. Para esto, se basa en dos indicadores corporales: un compuesto llamado interleukin-1beta y el Factor Inhibidor de la Migración de Macrófagos (MIF, por sus siglas en inglés).
Estos dos indicadores suelen encontrarse presentes en aquellos pacientes que responden negativamente a los tratamientos convencionales de la depresión, a diferencia de quienes sí evidencian mejoras a partir de estos.
Además, estos indicadores suelen ir de la mano de altos niveles de inflamación, lo que en parte es una respuesta natural del organismo para esta enfermedad. Sin embargo, cuando la inflamación se escapa de control, los medicamentos son menos efectivos en el cuerpo debido a la alteración de los procesos del organismo.
“Alrededor de un tercio de los pacientes tienen estos indicadores de inflamación. Para ellos, sería recomendable avanzar con un tratamiento más agresivo”, sostuvo el líder de la investigación, Carmine Pariante, en una entrevista para la BBC.
La idea del estudio es prevenir la prescripción de medicamentos innecesarios para quienes padecen esta enfermedad, además de poder personalizar el tratamiento para cada persona según la información que entregue el examen de sangre. Eso sí, la muestra del estudio fue de 140 personas, por lo que ahora el equipo se encuentra trabajando para poder llevar este examen a una instancia más masiva.
Por cierto, la investigación también sirve para conocer más acerca del lado “físico” de la depresión y sus causas biológicas. Sobre todo en una época en donde esta condición va en alza: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de 350 millones de personas se ven afectadas por ella.
Y sin ir más lejos, Chile lidera el ranking mundial de esta enfermedad. De hecho, la entidad de salud internacional hizo un llamado al país para que instaure una ley de salud mental y así prevenir los efectos secundarios de lo que ha sido conocido como la “pandemia del siglo XXI”. ¡Así que bienvenidas sean todas las iniciativas que buscan mejorar este panorama!