La ciencia es, sin duda, un concepto complejo y su uso tan amplio no lo hace más fácil. ¿Cuántas veces nos han dicho o hemos leído que tal o cual cosa es cierta porque "es ciencia" y contiene "teorías" o que está respaldada por "estudios científicos"?
Desde la alquimia hasta la astrología, con mención especial para la Cienciología (por su máquina que mide el estado espiritual), han sido muchas las disciplinas que, a veces con "estudios" en mano y casos de éxito para demostrarlo, dicen declararse científicamente válidas. Pero claro, yo también puedo cortarme el pelo y decir que soy descendiente del último mohicano, pero decir una cosa no la hace cierta (mohicanos, RIP).
¿Cómo distinguir, entonces, entre la ciencia real y la ciencia-no-ciencia-que-dice-ser-ciencia-científica? Qué mejor guía que la de 3 respetados científicos del siglo pasado que, si bien hoy se están pegando un reventón junto con el último mohicano, sus ideas han perdurado con la misma claridad que el día en que se les prendió la ampolleta y dijeron "¡Eureka!".
Antes, eso sí, contestaremos una pregunta que quizá se están haciendo desde que leyeron el título...
En términos lingüísticos, "pseudo" es una palabra de origen griego cuyo símiles en nuestra lengua son "falso" y "supuesto". Aunque técnicamente su uso en conceptos como pseudociencia, pseudomedicina y pseudohistoria no necesariamente tiene que ser peyorativo, por lo general lo es (nadie pondría en su LinkedIn "pseudocientífico de una pseudociencia", eso está claro).
Si hablamos específicamente de "pseudociencia", la Enciclopedia de Filosofía de Stanford, registra su primer uso en 1796, cuando el historiador inglés James Pettit Andrew se refirió a la alquimia como una "pseudo-ciencia fantasiosa".
Lo que quería decir Pettit Andrew es que la alquimia, una antes respetada disciplina que buscaba la transmutación de los metales y el elixir de la vida eterna (que claramente el historiador no probó, porque murió un año después), no contaba, en su opinión, con los requisitos necesarios para justificar una supuesta rigurosidad en sus métodos y resultados que sí contaban otras prácticas.
Aún siglos después del comentario del historiador, aquello que es ciencia o pseudociencia todavía queda, mayormente, a discreción de cada uno (el Instituto por la Ciencia y la Pseudociencia todavía no existe). Si bien hay algunas disciplinas que la mayoría podría catalogar sin problemas, como la astrología, hay otras cuya sola mención invoca la división en los bandos de los pro y los contras.
Aquí cobra importancia el trabajo de los siguientes científicos, cuyos métodos y comentarios nos ayudarán, de manera más sistemática, a saber cuál es cuál.
Conocido como uno de los grandes filósofos de la ciencia del siglo XX, el austríaco-británico Karl Popper fue el primero en marcar una línea clara entre lo que es ciencia y lo que no, al desechar la verificabilidad como criterio para validar una teoría o hipótesis en favor de la Falsabilidad.
Popper decía que una pseudociencia podía usar casi cualquier dato o observación para validar sus principios (o sesgo de confirmación), mientras que la ciencia real se valida, paradójicamente, mediante experimentos que busquen invalidarla.
Un ejemplo clásico que amaba Popper era la teoría de Einstein. Este chascón bien avivado, comprobó su teoría de la relatividad gracias a un Eclipse ocurrido en 1919, que pudo perfectamente haber desacreditado todo su trabajo. Para su suerte, no lo hizo, y gracias a ello el físico alemán saltó a la fama.
¿Qué hacer frente a una supuesta ciencia, según Popper? No fijarse en la evidencia que la apoye (el clásico "a mi tía le resultó" o estudios tendenciosos), sino en aquello que lo pone a prueba. Si no ha sucedido esto, entonces "para la casa", porque no han pasado la prueba real, Einstein style.
El método de Popper no dejó a todos contentos, principalmente a los psicólogos, quienes cayeron en el saco de la pseudociencia y a los evolucionistas, dado que consideraba a la teoría de la evolución como "difícil de probar" (según sus métodos), pero se trató de un enfoque muy novedoso y pionero para diferenciar unas de otras.
Richard Feynman fue un físico brillante, de sonrisa fácil, que habló en su vida numerosas veces sobre la enseñanza de la ciencia.
Para Feynman, la diferencia entre ciencia real y un montón de palabras sin sentido, estaba en la capacidad de quien lo comunica para simplificarlo usando sus propias palabras.
En una conferencia en 1966, lo explicaba usando un comentario que le había dicho su padre cuando niño:
"'¿Ves ese pájaro? Es un zorzal, pero en Alemania se llama halsenflugel y en chino chung ling, y aunque supieras todos los nombres para él, aún no sabrías nada del pájaro; sólo sabrías algo sobre la gente: cómo llaman a ese pájaro. No sabrías que canta, que le enseña a sus crías a volar y que cruza el país cada verano y que nadie sabe cómo encuentra el camino...' y así. Hay una diferencia entre el nombre de una cosa y lo que hay detrás de ello".
El físico creía que el mundo científico pecaba, en ocasiones, al apoyarse en demasiados conceptos que no decían nada. Feynman, por el contrario, en ocasiones no sabía el nombre de tal o cual teoría, ley o fórmula e irritaba a sus colegas al preguntarles de qué trataban (porque no eran capaces de responderle).
Para Feynman, identificar afirmaciones pseudocientíficas era sencillo: explícame, sin conceptos rebuscados ni complejos, qué quieres decir. Si resulta imposible sin recaer constantemente en ellos, entonces "es posible seguir la corriente y llamarlo ciencia, pero en verdad es pseudociencia".
Feyman logra con esta tesis eliminar mucha charlatanería rimbombante, pero todos hemos encontrado teorías que no son difíciles de entender –y de hecho, basan su atractivo en lo fáciles y hasta "lógicas" que suenan–, pero que no tienen ninguna base real. Es hora de pasar a nuestro siguiente invitado...
El gran científico y comunicador Carl Sagan, es la última pesadilla del pseudocientífico. No fue por nada uno de los promulgadores del escepticismo científico y creador del llamado "kit detector de tonterías", que describió en su libro de 1995 El mundo y sus demonios. La ciencia como una luz en la oscuridad.
El kit no se compra en cómodas cuotas, sino que puede ser incorporado sin costo y rápidamente en nuestro cerebros como herramientas cognitivas y técnicas que nos protegen contra la penetración de mentiras.
Como buen comunicador, Sagan dividió su kit en 9 puntos muy fáciles de digerir:
Como seguramente notaron, Sagan se alimenta del método Popper para crear un set de reglas que abarca más que solo la pseudociencia, sino también cualquier afirmación falsa.
¿Puede una ciencia cruzar la calle de la dignidad y quedar relegada como su fea hermana? Perfectamente. La alquimia, sin ir más lejos, fue por cientos de años una amplia disciplina que aunó a las mentes más brillantes de sus tiempos (Roger Bacon, Ramón Llull, Isaac Newton, por mencionar algunos). Hablamos de un área de estudio que abogaba por la búsqueda de la Piedra Filosofal, algo que hoy ha quedado relegado como argumento de una novela sobre magos adolescentes, siendo reemplazada por la química.
El camino opuesto es más controvertido. Algunos consideran que la pseudociencia y los pseudocientíficos buscan conscientemente engañar fingiendo ser ciencia real y, por lo tanto, por definición, es imposible que se convierta en ciencia debidamente establecida.
Otros, en cambio, también consideran pseudociencia a la ciencia marginal, investigaciones que se apartan bruscamente de lo establecido y que, en ocasiones, también pecan de falta de rigor científico. En este apartado encontramos muchos ejemplos de teorías hoy respetadas que alguna vez fueron material para stand up comedies científicos (si alguna vez existió tal cosa): la neuroplasticidad, las placas tectónicas, los gérmenes, por decir algunas.
Personalmente, yo optaría por un enfoque más flexible. Lo hermoso de la ciencia, además de los cohetes espaciales y los agujeros negros, es que nunca deja de cambiar. A cada minuto que pasa, existe la posibilidad de que alguien descubra un bicho nuevo, invente una nueva tecnología o sea violentamente golpeado por una fruta, y lo cambie todo. Quién sabe, quizá en 100 años la astrología sea un campo respetado y la física cuántica un show de freaks. Eso sí, no nos olvidemos de aplicar las lecciones que nos dejaron Popper, Feynman y Sagan.