Hemos cubierto el tema del logro de metas de forma bastante extensa; desde cómo motivarse como deportista profesional, hasta como evitar la trampa de la procrastinación y la psicología del cambio de hábitos. La interminable cuerda del tema viene de la increíble complejidad de la tarea.
Todos hemos estado ahí alguna vez. Nos inscribimos en el gimnasio por todo el año para bajar de peso, decidimos abrir una cuenta de ahorro para ponerle fin a nuestro consumismo desenfrenado o compramos una libreta carísima y sobrevalorada *ejem* Moleskine *ejem* para escribir la novela que nos sacará de la miseria. Y luego pasa algo y nuestra fuerza de voluntad se va de vacaciones permanentes. En el gimnasio no nos reconocen, la cuenta de ahorro solo acumula telarañas y la libreta de cuero edición limitada termina rayada con las compras del súper. Una cosa es que nos digan "ponte metas y cúmplelas" y otra muy, pero muy distinta, es hacerlo.
¿Qué pensarían si les dijéramos que, por ejemplo, la torta de chocolate y la compra impulsiva que "arruinan" nuestra metas de peso y ahorro pueden llegar a ser beneficiosos? Sería una muy buena noticia para nuestro autoestima, porque nos daría permiso para ceder a nuestros impulsos hedonistas y portarnos "mal" de vez en cuando, al mismo tiempo ayudando a cumplir nuestro plan a largo plazo.
Esto es justamente lo que han hipotetizado y confirmado investigadores portugueses y holandeses, aunque ojo, que no se trata de cualquier desviación hedonista ni tampoco es apto para cualquier tipo de metas.
El reciente estudio, llamado Los beneficios de portarse mal en ocasiones, comprobó que, para metas que requieren de algún tipo de inhibición de deseos por un largo periodo de tiempo (ej. bajar de peso, ahorrar), tener días "libres" de culpa de forma planificada, y siempre que no sean muy frecuentes, es una estrategia más efectiva en el largo plazo que abordarlo de forma absoluta (no ceder nunca a impulsos).
Para ello realizaron dos experimentos de simulación de dieta con estudiantes divididos en dos grupos: esfuerzo directo (aquellos que no se tomaban desvíos hedonistas, como comerse algo fuera de la dieta), y esfuerzo intermitente (quienes sí lo hacían).
Luego de mes y medio, los investigadores observaron que aquellos del segundo grupo "aumentaron significativamente su habilidad auto-reguladora (sinónimo de fuerza de voluntad)" y no solo en el experimento de dieta simulada, sino también en otras metas no relacionadas con el estudio. Esto no sucedió en el grupo del esfuerzo directo.
Estos hallazgos fueron confirmados por un tercer experimento llevado a cabo en línea. "Proporcionó evidencia sobre los beneficios de la flexibilidad en el logro de metas a través de una variedad de objetivos y dominios, y no exclusivamente para el contexto de pérdida de peso", explica el estudio.
Como conclusión, los investigadores mencionan tres grandes beneficios de incorporar desvíos hedonistas planificados en una meta a largo plazo: permite recargar la fuerza de voluntad, ayuda a mantener o aumentar la motivación para persistir y contribuye emociones positivas a la experiencia. Todo esto "influye positivamente en el cumplimiento de objetivos y, por lo tanto, en la probabilidad de alcanzar la meta final".
"Portarse mal" y "en ocasión" no son direcciones muy útiles, porque el estudio no indagó en los detalles específicos, como por ejemplo, la frecuencia de los desvíos y su tipificación (porque hay desvíos y desvíos).
Sin embargo, sí nos ofrece algunos punteos. En primer lugar, se trata de un "truco" para metas a largo plazo que requieren de grandes cantidades de fuerza de voluntad de forma sostenida. Es por ello que antes de considerar siquiera la posibilidad de sacarle provecho a un desvío hedonista, es necesario analizar si hay espacio para uno. Quizá la meta no lo amerite.
Luego, hay que planificar el desvío, porque no se trata de simplemente tirar todo por la borda cuando se nos dé la gana. La torta en nuestra dieta, simbólica y literalmente, debe ser parte misma del plan de bajar de peso. Eso significa establecer un día específico para concretar nuestro delicioso desvío, y luego continuar con el gran plan, con el estómago y la fuerza de voluntad recargados. El estudio también advierte que no deben ser muy frecuentes, así que mantengan sus días de gozo controlados. Y ya que estamos en eso, el nivel de descontrol en ese día "libre" igual debería tener un límite aceptable.
¿Por qué vale la pena explorar esta posibilidad? Resulta que ayuda a combatir a una de las detonantes más comunes para abandonar una meta: el efecto What the Hell ("¡Qué diablos!", en español).
Así va la película: por semanas o meses hemos mantenido una estricta dieta o régimen de ahorro, y de pronto damos un paso en falso, y exageramos su importancia. Lo entendemos como un fallo que arruina todo lo logrado, o al menos un importante paso atrás. Esto nos hace mucho más propensos a volver a "fallar" nuevamente, porque "qué diablos", si fallamos una vez, podemos hacerlo de nuevo. Y así es como terminamos abandonando una meta que antes seguíamos de forma obsesiva.
Ver un paso en falso como una oportunidad, como un necesario refill de fuerza de voluntad, ayuda a evitar la exageración de su impacto negativo y el inminente efecto What the Hell.
La idea es que sea planificado, pero si no, ya sabemos, no es el fin del mundo: podemos sacarle provecho y volver a la senda correcta con más ganas al día siguiente.