A pocos minutos de morir, se le preguntó a Richard Cobb si quería decir sus últimas palabras. "La vida es muerte y la muerte es vida", comenzó a decir el joven, "espero que algún día este absurdo en lo que la humanidad se ha convertido llegue a su fin. La vida es muy corta. Espero que cualquiera que tenga energía negativa hacia mí pueda concluir eso. La vida es muy corta para albergar sentimientos de odio e ira. Ya está, alcaide".
Puede que alguna de los testigos de la ejecución haya sentido pena por el joven, que once años antes había sido acusado y sentenciado a muerte por el asesinato de un granjero en el este de Tejas, pero nadie dijo nada y, como indica el procedimiento, se inyectó una dosis letal de drogas cuando sus últimas palabras aún flotaban en el aire. Solo que Cobb tenía algo más que decir.
"¡Guau!", dijo levantando la voz, "Eso es genial ¡Eso es increíble! ¡Gracias, alcaide!". Cobb murió a los 29 años, con un sarcasmo en la boca.
La morbosa anécdota (que es totalmente real, por cierto) es un ejemplo de la preferencia de la sociedad actual por los dichos irónicos. Si bien existen pruebas del uso del sarcasmos desde la Antigua Grecia, donde se originó el término (su traducción literal es "mordedura de labios"), cuesta pensar en una época más sarcástica que el siglo XXI. Ha llegado a convertirse, incluso, en un buen indicador de competencia social, salud mental e incluso de la posibilidad de ser un completo psicópata.
Pese a su prevalencia en la sociedad, los efectos psicológicos del sarcasmo, tanto en los individuos que lo producen como en los que lo reciben, no han sido explorados a cabalidad porque, para qué vamos a mentirnos, los investigadores tienen mejores cosas que hacer. A excepción de estos tres.
Li Huang, Francesca Gino y Adam D. Galinsky son tres profesores de negocios con amplia experiencia en áreas de negociación, cooperación y conductas organizacionales, quienes publicaron recientemente un novedoso estudio acerca del sarcasmo. En su paper, titulado "La más alta forma de inteligencia", explican que tanto ser sarcástico como recibir sarcasmos, lleva a un mejor desempeño del "músculo" de las ideas.
El estudio involucró a más de 300 hombres y mujeres, quienes fueron sometidos a distintas condiciones en una conversación simulada, antes de enfrentar una tarea creativa. Un grupo recibió comentarios sarcásticos o sinceros , a otro se les pidió expresar o uno u otro, y finalmente en un tercero se dio un intercambio neutral.
Luego, a cada persona se le dejó en una mesa, pegada a una pared, una vela, una paquete cerillas y una caja con tachuelas, y se les pidió poner la vela en el muro de alguna que forma que evitara que la cera goteara sobre la mesa. La solución, que requería pensamiento abstracto, era vaciar la caja de tachuelas (es decir, dejar de percibirla como un contenedor, para entenderla como un elemento más disponible para la solución), clavarla a la pared y poner la vela dentro.
Un 64% de aquellos que realizaron comentarios sarcásticos encontraron la solución creativa. Sorpresivamente, aquellos que recibieron los sarcasmos se desempeñaron mejor, alcanzando un 75% de efectividad como grupo. Por otro lado, de los que participaron de conversaciones neutras, la condición controlada del estudio, solo el 30% resolvió la tarea, y de aquellos que recibieron comentarios sinceros, apenas un 25%.
"Aquellos en las condiciones de sarcasmo se desempeñaron mejor en tareas creativas que aquellos en condiciones de sinceridad o en la condición controlada", confirma Galinsky, "esto sugiere que el sarcasmo tiene el potencial de catalizar la creatividad en todos".
Francesca Gino explica que esto se debe a que para crear o decodificar el sarcasmo, tanto quienes lo dicen como quien lo recibe debe "sobreponerse a la contradicción entre el sentido literal y el verdadero significado de las expresiones sarcásticas". El proceso activaría y se facilitaría a través de la abstracción, que, a su vez, promovería el pensamiento creativo.
El estudio abarcó varios tipos de sarcasmos y concluyó que todos son efectivos: "Hemos mostrado que la creatividad aumenta siguiendo todo tipo de sarcasmos, desde ira y críticas sarcásticas, hasta elogios y bromas sarcásticas", dijeron los investigadores.
Otra conclusión del estudio es que el sarcasmo no daña relaciones, siempre que sea entre personas que se tienen confianza.
Durante el anterior experimento mencionado, el uso de sarcasmo "reportó mayor conflicto", según investigadores. No sabemos cómo midieron aquello exactamente, aunque sí explican que cualquier roce entre los participantes desapareció en otro experimento, cuando el sarcasmo fue intercambiado entre personas cercanas.
"El estudio cuatro encontró que cuando lo participantes expresaron sarcasmo o lo recibieron de una persona de confianza, la creatividad incrementó, pero no el conflicto", explican en el estudio.
Los investigadores esperan que estas conclusiones permitan ver al sarcasmo con renovado respeto, sobre todo en ambientes donde se le puede "sacar el jugo", siempre que sea con cuidado. "En vez de desalentar el sarcasmo en lugares de trabajo, como se suele hacer, se podría educar a los individuos sobre las circunstancias apropiadas en las cuales el sarcasmo puede ser usado. Al hacerlo, tanto los individuos involucrados en conversaciones sarcásticas, como las organizaciones a las que pertenecen, podrían beneficiarse creativamente", dice Gino.
En resumen, para sacar lo mejor de ambos mundo, sé sarcástico, pero solo con tu círculo íntimo, porque, al parecer, quien te quiere, te aporrea.