¿De qué nos estamos muriendo? Una revisión rápida en Google nos arroja causas como el VIH, infartos y diabetes. Las estadísticas, escalofriantes por cierto, nos ofrecen cierta tranquilidad: la certeza de que las causas de muerte más comunes están identificadas y de que miles de científicos e investigadores están, seguramente, haciendo algo útil con aquella información. Ya saben, salvar el mundo mientras googleábamos la pregunta.
Les tenemos una buena y una mala noticia. La mala es que no sabemos con certeza de qué estamos muriendo. La buena es que pronto las cosas podrían cambiar.
Alan López, reconocido epidemiólogo australiano, no tiene problemas en desarmar las estadísticas mundiales de mortalidad. "¿Cómo sabemos quién se muere y de qué? No lo sabemos. No tenemos idea", dice el médico, cuyas publicaciones sobre mortalidad se cuentan entre las más influyentes del medio.
Se podría pensar que no es un problema grave, total se trata simplemente de números, pero el problema es la percepción que se obtiene de éstos. La magnificación o minimización de una causa de muerte tiene un impacto global en la investigación y tratamiento de las enfermedades.
"Discrepancias en información de salud pública llevan frecuentemente a controversias y plantean dudas sobre cómo la política de salud se formula y dónde deben ir los dólares destinados a la salud", escribe al respecto la OMS.
Para dar algunos ejemplos: La diabetes, enfermedades pulmonares y alzhéimer son algunas de las causas de muerte subrepresentadas en las estadísticas mundiales.
El dilema yace principalmente en países en desarrollo, que no cuentan con la tecnología e infraestructura para identificar con certeza las causas de muerte. En ocasiones se recurre a una autopsia verbal, donde los familiares describen los síntomas que tuvo el fallecido, lo que en muchos casos lleva a una conclusión errónea. También existe un problema socio-cultural, ya que en algunos países, por motivos religiosos, intervenir el cuerpo de un fallecido es tabú.
Pero les prometimos una buena noticia y aquí está: tres médicos españoles lideran un proyecto que busca validar un protocolo de autopsias no invasivas, que hará mucho más rápida y sencilla la identificación correcta de las causas de muerte.
Identificadas por sus siglas en inglés, MIA (por Minimally Invasive Autopsy), este método incluye diagnósticos por imagen y biopsias por medio de una aguja. Según estudios, la MIA es tan efectiva como una autopsia completa y, como lo indica su nombre, no requiere intervenir el cuerpo, aspecto importante en muchas culturas del mundo.
Si bien la MIA ha estado circulando entre ensayos clínicos y revistas de investigación desde hace unos cinco años, el proyecto CaDMIA del Instituto de Salud Global de Barcelona, en cooperación con otras instituciones de Mozambique y Brasil, busca llevar este método a una aplicación efectiva donde más hace falta: en los países en desarrollo.
"Estos métodos nos darán evidencia más sólida sobre lo que ha matado a una persona. Hasta ahora los métodos que se usan para inferir estimaciones globales sobre causas de muerte se basan en métodos mucho más imprecisos (las autopsias verbales, los datos clínicos) que sabemos NO producen estimaciones reales", nos dice Quique Bassat, pediatra e investigador del proyecto. "Nuestro método, aunque difícil de escalar a números grandes, ofrecerá la causa real de la muerte de toda persona estudiada y por tanto, el análisis de muestras suficientemente grandes de poblaciones en puestos centinelas permitiría tener estimaciones reales y mucho más exactas de lo que está realmente matando a gente en el mundo".
El proyecto cuenta con dos objetivos: validar el método a través de un extenso estudio comparativo con la autopsia completa y segundo, la evaluación de su implementación en cinco países (Mozambique, Mali, Gabón, Kenia y Pakistán).
En el primer punto ya tienen un sobresaliente. En sus estudios, la correlación entre la MIA y la autopsia completa es de alrededor de un 80%. Con la información recabada ya han descubierto, por ejemplo, que la tuberculosis, que llega al 15% de las causas de muerte estudiadas, ha sido subestimada.
El gran desafío vendrá a finales de año, cuando finalice el estudio y se pase al segundo paso: su implementación.
"El estudio terminará en diciembre de 2015, cuando propongamos el protocolo final de cómo hacer una MIA. Ese es el objetivo principal del estudio, diseñar un protocolo y un modo de empleo", dice Bassat.
Este modo de empleo estandarizado permitirá la correcta aplicación de la MIA en países en desarrollo. "A partir de allí solo cabrá mejorarlo y empezar a implementarlo para la vigilancia epidemiológica de causa de muerte", agrega Bassat. Inicialmente se piensa actuar en los cinco países antes mencionados, pero se plantean como meta ampliar la lista a 25 países para 2020.
La tarea es no menos que titánica, y para ello cuentan con el apoyo de la Fundación Bill y Melinda Gates, quienes destinaron $75 millones de dólares para los próximos tres años del proyecto. La fundación del magnate tecnológico también financia otro proyecto del Instituto de Salud Global de Barcelona, que ocupará el protocolo creado por Bassat y su equipo para conocer con exactitud las causas de muerte de los niños menores de cinco años en los países más pobres. El objetivo es el mismo: descubrir las causas exactas, para luego encontrar las soluciones y al mismo tiempo monitorear posibles epidemias emergentes.