Rodrigo Icaran es chileno y fundó su primera compañía a los 11 años.
Luis Iván Cuende es español y montó su primera empresa a los 12 años.
Ambos eran bilingües de niños: hablaban español y el lenguaje computacional como si fuese su lengua materna. No son los únicos. De hecho, son sólo dos representantes de una generación que ha sido instruida sobre cómo escribir códigos informáticos desde muy temprana edad, de donde han salido famosísimos hackers que todavía no celebran su fiesta de 15 y empresarios de cuello y babero.
La nueva educación, que en muchas partes del mundo incluye el ramo de programación en la malla curricular, ha provocado que los niños sean protagonistas del mercado online antes de lo previsto. Según la compañía de antivirus AVG, esta es un arma de doble filo. Para ellos, si los colegios siguen educando para la programación a niños que aún no comprenden el impacto de lo que están haciendo, "robar" información va a seguir su tendencia en aumento. Por otra parte, también se pueden usar de manera positiva, con herramientas que ayuden a ejercitar el pensamiento computacional como Scratch, un software que funciona en línea, y que permite crear videojuegos o historias o Light-Bot, un juego de un robot que debe moverse por un tablero hasta llegar a cierta posición, y uno debe entregarle las instrucciones para que lo consiga. Su objetivo es que los niños se familiaricen con la dinámica de objeto -> instrucciones, que permiten que su personaje haga lo que ellos quieren.
A Rodrigo le preguntan si se necesita experiencia para formar una empresa y responde que no. Si bien tiene sólo 18 años, sabe de lo que habla.
A los siete años diseñó su primera página web. Esto lo aprendió solo, viendo material y manuales por internet. Su gusto por la tecnología se dio de forma espontánea cuando era muy chico y no paró. Ha diseñado una larga lista de sitios en su corta vida, para los cuales en un comienzo se veía obligado a contratar un servicio de hosting en el extranjero.
Este servicio es conocido en español como “alojamiento web”, que provee a los usuarios de internet con un sistema para poder almacenar información, imágenes, vídeo, o cualquier contenido accesible vía web.
Mientras contrataba este "alojamiento", se dio cuenta que las empresas que existían en ese momento en el mercado, ofrecían un servicio que dejaba, según su opinión, “mucho que desear” en cuanto a precios y ofertas, pero no había otra opción: “En un minuto me aburrí (a los 11 años) y me nació la lógica pregunta de ¿por qué no hago yo lo que ellos hacen? Y ahí comencé a investigar, hasta lograr fundar mi primera empresa llamada WiiHost”.
Sobre la gran cantidad de tiempo que necesitaba pasar frente al computador cuando chico, dijo que “hubo una época que dedicaba muchas horas al día en el computador, más que el monto que cualquier médico te diría que es recomendable para un niño, pero con el tiempo logré equilibrarlo y dedicar menos horas, obteniendo los mismos o mejores resultados, es decir, siendo más eficiente”.
Los papás del joven emprendedor siempre lo “retaban” por estar tantas horas en el computador. Sin embargo, Rodrigo insistía en que no estaba jugando, si no que creando algo, haciendo “algo positivo”.
“Que algo no sea normal no significa que sea malo”, comenta el emprendedor, quien finalmente tras muchas conversaciones con sus padres, logró de a poco “convencerlos”, y siguió adelante.
Así fue como a sus 11 años, creó su propia compañía de hosting y diseño de webs, con capital proveniente de una empresa de Estados Unidos con la que hizo un acuerdo estratégico, en el que se fijaba que una parte de sus ganancias la recibían ellos, por el concepto de arriendo del servidor que le proporcionaban. Rodrigo se pudo poner en contacto con los norteamericanos porque un amigo conocía a uno de los dueños. El joven innovador explicó a El Definido este acuerdo en palabras simples: “Es muy similar a un hotel, tienes algo grande y tú vendes un servicio más pequeño, una pieza del hotel”.
Reinvirtió el 100% de las primeras utilidades que obtuvo para poder seguir creciendo. El problema fue que quebró rápidamente.
“Al principio siempre se comete el error de poner precios bajos, pensando inocentemente que eso va a traer más clientes y de una forma más rápida, pero por lo general no es así. Al ofrecer a tan bajo costo, la gente cree que es un servicio malo”, aseguró Icaran.
Sobre el mal desempeño de WiiHost afirmó que fracasar en un primer emprendimiento, no significa que más adelante no puedas tener éxito: “Más de la mitad de las empresas nuevas cierran antes de los cuatro años. Sin embargo, ese millón de nuevos empleados en el gobierno pasado no provienen precisamente de los holdings de Luksic o Paulmann. Según cifras del ministerio de Economía, el 70% proviene de PYMES”.
Dos años más tarde de la caída, vendió Wiihost y fundó en 2010 su actual empresa FollowHost, del mismo rubro, con capital que había obtenido con su empresa pasada, pero enfocada a Pequeñas y Medianas empresas.
Antes de lanzarla realizó un extenso análisis de los errores que había cometido en su primera compañía y se aseguró que las cosas en las que había fallado, no se volvieran a repetir.
“Hay que tener muy claro que se requiere una visión, una actitud diferente, debes estar preparado para que en cualquier momento tu Pyme se venga abajo y también debes estar listo para que esta sea exitosa inesperadamente”, concluye.
El servicio de FollowHost se ofrece a pequeños y medianos empresarios de Chile, España, Colombia, Perú y Argentina. La empresa se ha difundido a otros países, principalmente a través de reportajes de diversos medios internacionales, que se han interesado por la propuesta innovadora y que han destacado tanto la empresa, como la historia de este joven.
En su empresa trabaja con jóvenes de todo el país, a quienes recluta a través de internet. Parte de su innovación se basa en esto: abaratar costos en procesos que, a su juicio, eran injustificados como el arriendo de oficina, transporte, etc. Por otro lado, el tener una empresa conformada tanto por un dueño joven, como trabajadores cercanos a su edad, da oportunidades de empleo a personas que, por prejuicios etarios, probablemente no las tendrían.
Como universitario debe lograr balancear de forma correcta el estudio y el trabajo. Sobre esto, comenta que por lo general logra un equilibrio, a pesar de que muchas veces tiene que sacrificar horas de sueño para cumplir en ambas cosas. Con una buena organización lo logra, dedicando aproximadamente dos horas diarias a la compañía, dependiendo de lo que tenga que estudiar.
Sus planes a futuro con la empresa son expandirse a países del cono sur, aunque también está elaborando un proyecto del que no puede dar detalles al respecto.
A los 12 años, Luis Iván creó Austrix, un sistema operativo. A los 15, fue nombrado el mejor hacker europeo menor de edad. A los 16, asesoraba a los políticos en Bruselas sobre cómo solucionar su sistema tecnológico. A los 18, lanzó su libro "Tengo 18 años y ni estudio ni trabajo ¡Monto empresas y vivo haciendo lo que me gusta!", y a los 19 hace fiestas y maneja las cuatro empresas relacionadas a los software que ha levantado en su corta pero trabajólica vida.
Este joven español se identifica con la generación nini, ni estudia ni trabaja (aunque vaya que trabaja, pero no de la manera convencional). No quiso entrar a la universidad porque considera que el sistema educativo es la dictadura de las aulas, donde el profesor está encima del alumno y la dinámica de la clase es pasiva. Dice que todo lo ha aprendido buscando en internet y que finalmente para triunfar "se necesita 2% de talento y 98% de perseverancia".
Si bien ha tenido una carrera exitosa, a los 17 años montó una empresa que no tuvo buenos resultados. Lo que aprendió de esa experiencia, según dijo a la ABC, fue que "no todo va bien siempre, que las personas te fallan si las conoces poco y que nunca hay que creérselo demasiado. Sin embargo, lo más importante es que no hay que parar a quejarse. Hay que seguir con más energía e intentar que afecte lo más mínimo".
Ahora tiene en su cabeza acabar con el antiguo modelo copyright y en sus manos los tres computadores en los que trabaja al unísono. Su idea es acabar con los notarios y las oficinas de registro. Para eso, está diseñando una herramienta con la tecnología bitcoin (moneda digital), para que cualquier persona pueda subir un archivo de música, una obra creativa y verificar automáticamente que es el autor de la propiedad intelectual, sin necesidad de recurrir a una tercera persona que lo confirme. Si bien un notario puede cobrar 200 euros por ese trabajo, la plataforma de Luis Iván costaría 20 céntimos. Vamos a ver qué pasa y si resulta, quién se anima a traerla a Chile.