Los australianos no respiraron tranquilos durante al menos 20 horas. Es que en el Lindt Chocolate Cafe, en pleno centro financiero de su ciudad más grande, Sídney, un refugiado iraní tomó como rehén a más de 20 personas. "No hay más Dios que Alá, y Mahoma es su profeta", rezaba una de las banderas que el secuestrador obligó a unos de los rehenes a colgar en las vitrinas, mientras afuera el tráfico estaba completamente cortado y la ciudad paralizada esperaba el desenlace de esta historia. La policía australiana finalmente entró a la fuerza al café y pudo liberar a los rehenes, y según la información no confirmada de periodistas en la escena, dos personas, incluído el secuestrador, murieron.
Mundialmente, sorprende que Australia sea escenario de un atentado terrorista. Es que el país jamás ha sufrido un atentado terrorista islamista en sus suelos, a pesar de ser un fiel aliado de Estados Unidos.
Pero a pesar de que la percepción que muchos de nosotros tenemos de Australia es de un país estable, sin mayores peligros y ajeno a atentados terroristas (a diferencia de sus aliados, sobre todo Estados Unidos e Inglaterra), el país estaba preparándose para estas amenazas.
En septiembre Australia elevó el nivel de alerta terrorista a "Alto", que significa que el riesgo de ataque es "probable" y está sólo un nivel por debajo de "extremo" que significaría que el ataque es "inminente o ya se ha producido".
En los últimos meses se desplegaron operaciones policiales antiterroristas que desataron la alarma. A mediados de septiembre, unos 800 agentes se desplegaron en los suburbios de la ciudad australiana y detuvieron a 15 personas de origen afgano presuntamente próximas al Estado Islámico y acusadas de planear un atentado. También en septiembre, la policía abatió a un presunto terrorista en las afueras de Melbourne, después de que este hubiera apuñalado a dos agentes.
Las autoridades aumentaron el nivel de alerta antiterrorista semanas después de que el Gobierno decidiera enviar a 600 miembros de las fuerzas armadas australianas al Medio Oriente. El primer ministro australiano, Tony Abbott, se unió oficialmente a la coalición internacional, liderada por Estados Unidos para asesorar y ayudar el Ejército iraquí y también a otros países en la lucha contra el Estado Islámico (EI).
También cerca de 200 personas fueron enviadas a los Emiratos Árabes. Esto incluyó a varios miembros de las fuerzas especiales australianas cuya tarea era asistir a las fuerzas armas de Irak y las milicias peshmergas del Kurdistán iraquí.
El 3 de octubre, la aviación australiana se unió al despliegue militar en Irak para asistir a Estados Unidos en las operaciones aéreas para atacar posiciones del grupo extremista suní.
Todas estas participaciones en diferentes operaciones militares lideradas por Estados Unidos no son una excepción. Australia siempre ha sido un fiel aliado de Estados Unidos y envío tropas a Irak y Afganistán tras el atentado terrorista del 11 de septiembre. La diferencia es que otros aliados, como el Reino Unido y España, si sintieron fuerte las represalias de los principales grupos terroristas: ambos tienen en su historia dolorosos episodios de atentado en su urbes más importantes. Australia sin embargo, había sido inmune a este tipo de amenazas, al menos hasta ahora.
Hay sólo dos sucesos que se recuerdan. En noviembre de 1989 un coche bomba estalló frente al consulado turco en Victoria, pero el atentado fue organizado por terroristas armenios. En septiembre de 2004, un coche bomba estalló en la embajada australiana en Yakarta, Indonesia.
Mientras el secuestrador radical de clara descendencia árabe y parte del Islam mantenía rehenes en el café, un grupo de personas se organizaron rápidamente para evitar que los musulmanes recibieran la ira de los ciudadanos, como tantas veces ha pasado en otros países, en donde el Islam en general se lleva la peor parte de los atentados de grupos radicales.
La primera chispa la encendió la australiana Rachel Jacobs, quien describió en su muro de Facebook como vio a una mujer presuntamente musulmana sacándose su hiyab (pañuelo que cubre el pelo) mientras se sentaba junto a ella en el tren. "La perseguí en la estación de trenes. Le dije, pontelo nuevamente. Yo caminaré contigo", asegura que le dijo. La mujer comenzó a llorar y abrazándole la agradeció el gesto.
Inspirado en esta historia el hashtag #illridewithyou (viajaré contigo) comenzó a esparcirse rápidamente en las redes sociales y miles de personas ofrecieron acompañar a todas aquellas personas que utilizan el transporte público y utilizan las ropas icónicas del Islam.
El hashtag se convirtió en tendencia mundial y busca combatir la percepción de que todos los musulmanes son terroristas. Muchos de los miembros del Islam han sufrido discriminación ideológica en grandes ciudades y la solidaridad a través de los miles de tuits de apoyo hacia los musulmanes, han sido un verdadero ejemplo de cómo los australianos no permitirán que un incidente desate una ola de discriminación hacia toda una religión.
¿Tienes algún otro dato que aportar para entender la situación de Australia?