¿Te imaginas momificándote a ti mismo? Probablemente pensarás que esto es algo totalmente imposible, sin embargo era parte de las tradiciones budistas. En el norte Japón los monjes budistas optaban por auto momificarse ya que consideraban que era la forma más cercana de alcanzar la divinidad. ¿Cómo lo hacían?

En una primera etapa, los monjes pasaban mil días comiendo solo frutos secos, harina de trigo y nuez moscada. Con esto se eliminaba la grasa del cuerpo. Esto era acompañado de ejercicio físico, lo que dejaba el cuerpo en un estado escuálido.

La segunda fase, que duraba también mil días, consistía en una dieta solo en base a raíces y cortezas. Además tomaban un té venenoso que los mataba lentamente y que también servía para evitar a los gusanos durante la descomposición. Finalmente, el monje era enterrado vivo en una caja hecha a la medida para que pudiera mantenerse sentado en posición de flor de loto. Gracias a una caña de bambú hueca recibían aire del exterior.

Todos los días los monjes debían hacer sonar una campana como forma de demostrar que seguían con vida. Cuando dejaba de sonar, se retiraba la caña de bambú y se sellaba la caja, la cual solo era abierta mil días después para comprobar si la momificación había sido exitosa. En caso de que así hubiese sido, se colocaba al monje en un templo para ser venerado como Buda.

Si bien esta práctica ya no se realiza más en la actualidad, probablemente sea de los ritos más extraños y sorprendentes relacionados con la muerte, pero no es el único. Cuando se trata de enfrentar uno de los fenómenos más inexplicables y difíciles de procesar de la vida, diversas razas y credos han desarrollado formas muy elaboradas -y a veces perturbadoras- de despedirse de sus muertos. Aquí te presentamos algunas de las tradiciones mortuorias más raras y asombrosas que se practican aún hoy en día en el mundo.

La sopa de cenizas... del finado

Los Yanomami o Sanemá Yanohama, son una etnia que habita en el Amazonas de Venezuela y Brasil. Son nómades y se dividen en grupos familiares de 40 o 50 personas. Se estima que son en total cerca de 20 mil yanomamis que están repartidos en la selva amazónica.

Para los yanomami la muerte no es parte de algo natural, no lo atribuyen a un ciclo o un momento que tiene que suceder irremediablemente. Para ellos es provocada por demonios malignos que son enviados por chamanes de otras tribus. Es por esto que la muerte es recibida con rabia e ira, de hecho, cuando un miembro de la tribu fallece, se le comunica al resto de la tribu a través de llantos, gritos de dolor, gestos bruscos y hachazos al suelo y a las casas.

La comunidad se agrupa en torno al cuerpo del fallecido que reposa en una hamaca. Luego se procede a pintar el cuerpo, ponerle adornos como plumas blancas. Entre danzas y gritos se muestran las pertenecías del difunto y las mujeres lloran y dejan que se les corra una pintura negra la cual se aplican en el rostro.

Al día siguiente comienza la purificación del cuerpo, durante esta fase se introduce tabaco en la boca del difunto, mientras que está en posición fetal en la hamaca. Se supone que el olor a tabaco les permite encontrar un mejor lugar en el cielo, mientras que la posición los prepara para un nuevo nacimiento, como si estuvieran en el vientre de una madre.

La separación definitiva del alma del cuerpo se lleva a cabo con la cremación. Este proceso requiere de la presencia de todos los familiares, por lo que a veces se retrasa a la espera de que lleguen. Una vez que las cenizas están frías, un pariente del fallecido revisa en búsqueda de huesos y restos que pudieron haber quedado en el proceso. Estos se dejan en un canasto que son vigilados de cerca por las mujeres mayores de la familia.

Los restos de los huesos son aplastados con un mortero y lo restante se agrega a las cenizas que son repartidas entre los parientes y los amigos del fallecido quienes deben realizar un curioso ritual final: preparan una sopa de plátano en donde el ingrediente secreto son las cenizas y los restos de huesos molidos. Esta sopa finalmente es tomada por los familiares, poniendo fin a un ritual que puede tardar meses.

Las Torres del Silencio

El zoroastrismo es una religión iraní y sus devotos se ubican principalmente en ese país y en la India. Quienes la profesan consideran a los cadáveres impuros y que el hecho de enterrarlos, incinerarlos o tirarlos al agua ensucia la naturaleza y los cuatro elementos que la componen: aire, agua, fuego y tierra. Es por esto que tienen un ritual fúnebre poco convencional.

Los zoroastrinos construyen unas edificaciones llamadas Torres del Silencio o Dakhma. Estas estructuras son achatadas, de forma cilíndrica y se ubican en lugares aislados y altos, como en montes en medio del desierto o en lugares rodeados de bosques.

^{Imagen: Wikipedia}

El rito comienza con el lavado del cuerpo con orina de toro, para luego ser depositado en una especie de altar y al lado de una hoguera. Aquí un perro, a los cuales se les llama Saglid, olfatea el cadáver en búsqueda de impurezas para ver si es necesario lavarlo de nuevo.

Por último, los cuerpos son puestos en lo alto de la torre y se dejan ahí para que los buitres se alimenten de la carne, quedando solo los huesos. Cuando las osamentas están totalmente blancas y sin rastros de otro resto humano, son empujadas a un pozo que se ubica en el centro de las torres. Las torres del silencio se utilizan hasta que están llenas de huesos, una vez ocurrido eso, se construye una nueva.

El Entierro Celestial

En la región del Tíbet, existen variados rituales fúnebres, sin embargo, uno de los más curiosos es el llamado Entierro Celestial, aunque no sea un entierro propiamente tal. Este ritual es parte de la religión budista, quienes creen que los cuerpos sin vida no tienen ningún valor en especial y son considerados cascaras vacías.

Una vez que una persona fallece, un monje (llamados lamas) va al hogar del difunto y recita oraciones durante un día completo. Con esto se busca ayudar al alma a atravesar el recorrido entre la muerte y la reencarnación. Tres días después, el cuerpo se bendice y es llevado por los parientes a las partes altas de las montañas. Durante la madrugada, el cadáver es trozado en pequeñas partes.

Los huesos se machacan hasta que se convierten en polvo y pequeños pedazos, los cuales son mezclados con “Tsampa”, una mezcla de harina de cebada de té con mantequilla o leche. Esta se deja en las montañas para que los buitres se la coman, una vez que no queda nada se les da la carne. En algunos casos los buitres dejan restos del cuerpo del difunto, algo que es considerado de mal augurio.

^{Imagen: El Confidencial}

Los budistas realizan este ritual ya que consideran que de esta forma se pueden poner en contacto con el ciclo de la naturaleza al ofrecer el cuerpo a otros animales y además, es un gesto de generosidad. Pero también se responde a un tema práctico ya que al estar en altura hay poca vegetación que permita incinerar los cadáveres. También el suelo es muy duro y normalmente de piedra, por lo que es muy difícil cavar una tumba.

Este ritual fue prohibido por el gobierno chino, que controla el Tibet, por considerarlo un acto barbárico. La práctica fue vetada por 15 años, sin embargo, su realización se volvió a permitir en 1980.

Los difuntos se llevan los dedos... de sus parientes

En Nueva Guinea existen varias tribus diferentes, las cuales tienen distintos rituales fúnebres que son bastante extraños para nosotros. La etnia Ndani tiene la tradición de que, cada vez que fallece un hombre, un sacerdote visita a la familia del difunto. Su misión es cortar algunos dedos de los parientes, la cantidad de miembros amputados depende estrictamente de la decisión del sacerdote.

El proceso para cortar los dedos es muy doloroso, ya que se utiliza una cuerda, hecha en base a cáñamo, la cual es amarrada al dedo fuertemente y apretada hasta que la piel y el hueso se rompen. Con cabello humano se hacen collares en los cuales se insertan los dedos que se amputaron y se le coloca este collar al cadáver. Se busca que el espíritu de la persona abandone el cuerpo mortal y además, que el espíritu no intentara acercarse a sus familiares vivos.

^{Imagen: Odd Culture}

Otra tribu de Nueva Guinea llamada Anga, realiza un rito de momificación que puede ser bastante perturbador. Una vez fallecida la persona, al cadáver se le hacen unos cortes en las rodillas, en los codos y en los pies. Después, el cuerpo es ahumado lo que permite recolectar la grasa que posteriormente será utilizada para cocinar. En las vísceras, se insertan palos de bambú huecos que funcionan como tubos para recolectar los fluidos corporales. Estos se acumulan y luego se untan en la piel y el pelo de los familiares más cercanos. De esta forma quieren traspasar a los vivos la fuerza del difunto.

Como si esto fuera poco, las manos, los pies y la lengua del difunto son cortados para entregárselos a la viuda. Lo que queda del cuerpo es ahumado por varios días y después se recubre de barro y ocre rojo, con esto se logra evitar la descomposición y gracias al proceso de ahumado, se obtiene una especie de momificación.

Los muertos que caminan

En Indonesia, la comunidad llamada Tona Toraja tiene un ritual que si bien no es un funeral propiamente tal, es parte de ritos que tienen que ver con la muerte. Lamentablemente, la tradición ha sido mitificada y es muy fácil encontrar información que señala que se trataría de una ceremonia vudú, en la cual los muertos volverían a caminar. Esto es falso, aunque sucede algo similar.

El ritual se conoce como Ma’ Nene y ocurre cada tres años durante el mes de agosto. Consiste en que los cadáveres son retirados de las tumbas, como están momificados se conservan de buena manera. Solo aquellos cuerpos que puedan mantenerse de pie pueden participar de la ceremonia. Durante dos días los cuerpos se limpian y se decoran, se les mejora el aspecto y son vestidos con nuevas prendas. Además se reparan los ataúdes y se embellecen.

^{Imagen: El Nuevo Día}

Al tercer día, los cadáveres bien vestidos y adornados desfilan entre la gente, llevados por los familiares, como si estuvieran vivos y caminando. Para finalizar la ceremonia, se vuelve a enterrar los cuerpos en sus ataúdes.

El origen de esta tradición se explicaría en una leyenda. Se dice que un cazador estaba en un bosque cuando encontró el cadáver de una persona. En lugar de simplemente dejarlo ahí, lo limpió, ordenó y lo cubrió con sus ropas y pertenencias, dejándolo en un claro. Después de eso, siguió su cacería y extrañamente muchos animales se le acercaban facilitándole el trabajo y llevándose a su hogar una buena cantidad de presas. Cuando llegó a su casa, el cazador descubrió que su cosecha de arroz ya estaba lista para ser recolectada, algo que no debería haber sucedido. En vista de esto, el hombre consideró que su gesto de venerar y mostrar compasión por el cuerpo que encontró le habría dado la buena suerte. 

Por esto, ahora se realiza el ritual esperando benevolencia de parte de los muertos y al mismo tiempo evitando la mala suerte que puede significar el dejar de lado a los difuntos.

Bailando con los muertos

En la isla de de Madagascar existe una tribu llamada Malgache que cada siete años celebra la Famadihana. Esta fiesta es un rito fúnebre en el cual se saca a los muertos de sus tumbas. Los cadáveres son envueltos en nuevas ropas y en sudarios blancos. Después, son llevados a los pueblos en donde se realiza la fiesta. Mientras los vivos bailan, sostienen y pasean los cuerpos de sus familiares difuntos.

^{Imagen: Behance.net}

Luego de las danzas, los familiares tienen un momento de recogimiento con los restos de sus seres queridos. Se aprovecha esa instancia para tocar los cuerpos, hablarles y pedirles consejos a través de oraciones. Finalmente, entre varias personas lanzan los cadáveres al aire para volver a atraparlos, todo mientras los llevan nuevamente a las tumbas donde serán enterrados otra vez.

Los líquidos de la virtud

En el interior de Australia, dentro de ciertas tribus, cuando un miembro fallece su cuerpo pasa por un extraño proceso que es parte de los ritos fúnebres. Los cadáveres se ponen sobre una plataforma de madera y se cubren con hojas y ramas. El cuerpo no se toca hasta que la descomposición se realiza completamente.

Todos los líquidos que bota el cuerpo durante la descomposición son recolectados para ser utilizados en celebraciones posteriores. En estas últimas los fluidos se esparcen sobre los miembros más jóvenes de la tribu. La razón de esto es traspasar las virtudes y cualidades positivas del difunto. Mientras tanto, los huesos se pintan de color rojo y algunos se utilizan como decoración para los hogares de la familia del difunto o como pulseras y collares, el resto es depositado en una cueva o enterrados.

¿Conoces otros ritos fúnebres sorprendentes?